Múnich.- La ciudad se preparaba el viernes para disfrutar de una de esas fiestas que les gustan a los bávaros. La plaza Odeón ya tenía abiertas las carpas para celebrar el quinto centenario de la legislación sobre la cerveza, una de las bebidas más típicas de Europa. A unos kilómetros del centro, en el Olympia-Einkaufszentrum, un joven germano-iraní, inicia una matanza en la que mueren 9 personas, dejando en shock a decenas de miles de muniqueses. Las redes sociales expanden la noticia rápidamente, en muchas ocasiones mezcladas con rumores falsos. Se habla de que tres terroristas han huido hacia el centro de la capital bávara. La policía paraliza todo el transporte urbano y se cierran los lugares más masificados. Durante varias horas miles de ciudadanos se quedan atónitos, buscando un lugar seguro. Los responsables de la seguridad piden que no se cuelguen vídeos ni fotografías de las actuaciones policiales y abren una cuenta para que todo el mundo pueda enviar esa información a la sede de la policía para que los agentes puedan analizar los detalles de lo que está ocurriendo.
Hasta bien entrada la madrugada la ciudad no se tranquiliza. A esa hora, acorralado por las fuerzas de seguridad, el atacante se suicida después de matar a 8 adolescentes y a una mujer de 45 años.Durante esas horas, Múnich, considerada una de las ciudades más seguras de Alemania y una de las sociedades más abiertas del país, vivió inmersa en el caos, pero descubrió su auténtica fortaleza. Christiana, una guía turística de origen costarricense, temía que ese suceso, protagonizado por el hijo de unos inmigrantes, pudiera replantear dudas sobre la apertura de los muniqueses. Segura de sus palabras destacó la solidaridad de los ciudadanos, que acogieron en sus casas a personas desconocidas que vivían en barrios más alejados y no podían llegar a sus domicilios porque no funcionaba el transporte público. «Eso me demostró que realmente esta es una ciudad abierta» resaltando el papel de la policía «que ha hecho su trabajo de forma excelente». Una opinión compartida por todos los ciudadanos con los que hablamos.
Un taxista me explicaba que ese viernes había mucha gente en el centro porque había muchos actos culturales y lúdicos. Se había organizado una gran cabalgata para conmemorar la histórica fecha que marca el origen de la cerveza actual, y él acababa de trasladar a unos turistas italianos, que se enteraron del ataque por un whastapp de sus familiares. «No sabíamos que hacer», explica el taxista, que también destaca la actitud cívica de los muniqueses. «Como se había suspendido todo el transporte público nosotros trabajamos toda la noche, llevando a gente a las afueras de la ciudad. No llevábamos a una persona sola, sino que subían todos los que cabían y que se dirigían hacia una misma zona». «Al principio la gente estaba como en shock, casi no hablaban, pero conforme pasaron las horas, fue muy emocionante, porque gente que no se conocían de nada, comentaban sus sentimientos, intentaban entender cómo podía haber pasado una cosa así en una ciudad tan abierta y respetuosa como ésta». Taxista es también el padre del autor del tiroteo, que alertó a la policía cuando vio la imagen de su hijo en un vídeo emitido por la televisión.
Cerca de su casa coincidimos con una vecina. Sophie aún estaba sorprendida por lo ocurrido «porque es un barrio muy tranquilo, en el que conviven personas de diferentes culturas y compartimos las instalaciones deportivas y culturales». Todavía impresionada por lo que había vivido la noche del viernes, nos muestra en su móvil un vídeo que grabó durante ese tiempo. «Era muy angustioso oír durante horas y horas las sirenas de la policía, las ambulancias, los helicópteros sobrevolando tu casa…. Yo llegué a contar unos 23 coches de policía, uno tras otro».
Las redes sociales jugaron un papel muy importante, porque muchas personas se conectaron por whatsapp para orientar a sus amigos sobre la útima hora de lo sucedido y sobre las decisiones policiales y políticas de aquellos momentos de desconcierto. Una guía turística alemana, que ha estado muchos años en España, explicaba que tiene un grupo profesional y que habitualmente lo utilizan para informarse sobre detalles prácticos como el tráfico o si un monumento se ha cerrado de forma improvisada. «Aquella tarde, nos íbamos tranquilizando unos a otros, pasándonos información sobre la situación que se estaba viviendo en el centro de la ciudad». «Fue muy útil», asevera, «porque además no te sentías solo, y sabías que los demás estaban bien».
Múnich tiene miedo de tener miedo, porque no quiere tener miedo. Esa es la sensación que palpamos en las calles de la tercera ciudad alemana. Aunque se sienten relativamente aliviados porque no fue un ataque terrorista, como el de la semana anterior en Niza, los muniqueses temen que este hecho pueda afectar a la convivencia en la ciudad y no quieren pensar que el tiroteo pueda reforzar las tesis de los xenófobos, y aumente el odio al extranjero. Temen que ese miedo les haga cambiar su manera de vivir, algo que Sophie, nos explicó claramente. «No entiendo porque han suspendido un acto cultural esta noche, si lo suspenden les dan la razón a los asesinos y nos impiden a nosotros seguir con nuestra vida diaria. Es una pena lo que ha ocurrido, pero tenemos que demostrarles que vamos a continuar haciendo lo mismo de siempre».
Otra joven alemana, explica que no quiere pensar que tenga que cambiar sus costumbres. «Trabajo en la recepción de un hotel y salgo tarde… pero nunca he tenido miedo de ir caminando a mi casa a medianoche o de ir en metro o autobús a esa hora… y quiero seguir sin tener miedo… aunque temo que esto nos hará replantear algunas cosas».
Desasosiego es lo que sentían muchos adolescentes el lunes, cuando visitaron el lugar de la matanza. Ese día regresaron a las aulas y hablaron de lo sucedido y de la desaparición de sus compañeros. En silencio, con la mirada perdida, o abrazados, intentaban responder a una pregunta, que nunca tiene respuesta «Warum?» ¿Por qué?. Entre ellos había una muchacha totalmente inconsolable aferrada a la imagen de sus dos amigas muertas en el tiroteo. Desconcertados, sabían que les podía haber pasado a cualquiera de ellos o a sus mejores amigos. Un estudiante, con la voz entrecortada, nos explicaba que había estado encerrado en su casa todo el fin de semana porque tenía miedo «porque no sé que hacer, y tampoco entiendo porqué ha pasado esta desgracia, ni sé como superar esta sensación».
Tendrá que pasar algún tiempo hasta que se conozcan todos los detalles del ataque, pero los muniqueses tienen claro que harán lo posible para que estos hechos les afecten lo menos posible. También para eso será necesario que pase el tiempo.