Desde hace una semana los ataques indiscriminados contra personas han alterado la normalidad en el estado de Baviera. Cuatro jóvenes sin ninguna relación entre ellos y por diferentes motivos han protagonizado una serie de ataques violentos que han acabado con la vida de 10 ciudadanos y dos atacantes. El hecho de que casi todos fueran refugiados, ha hecho saltar las alarmas en una sociedad muy comprometida con la política de integración y acogida.
Este fin de semana, la capital bávara ha vivido una de sus peores pesadillas desde 1980, cuando una bomba estalló a las puertas de la Oktoberfest, la fiesta más popular de la ciudad, matando a trece personas e hiriendo a unas 200. Nunca se aclararon los hechos y se atribuyó la matanza a un joven de 21 años, al que se relacionó con la extrema derecha. Ocho años antes, durante la celebración de las Olimpiadas de Múnich, en 1972, el comando palestino, «Septiembre negro», mató a once miembros de la delegación israelí.
Cuarenta y cuatro años después, la capital bávara volvió a vivir una noche de angustia, cuando el pasado viernes un joven de 18 años germano-iraní, disparó contra los transeúntes en una zona comercial cercana al antiguo estadio Olímpico. Mató a 9 personas y cuando se vió acorralado por la policía se suicidó. El Olimpia Zentrum de Múnich, se tiñó de sangre. La mayoría de las víctimas eran adolescentes, menores de 20 años. El lugar es una zona frecuentada por estudiantes que pasan horas en las terrazas, paseando o charlando.
Como el resto de sus amigos y compañeros Viviane se siente desconcertada por los hechos. Tengo una sensación muy rara, porque al lado está mi colegio, porque una de las víctimas podría ser yo, podría ser una de mis amigas, porque cada día venimos aquí», nos explica con la voz entrecortada. A su lado otro joven, nos explica que durante la mañana del lunes, habían hablado en clase sobre lo sucedido, teniendo en cuenta que algunos de los adolescentes asesinados, eran compañeros de instituto. Estaba tan asustado, que en todo el fin de semana no había salido de su casa.
Más sereno, Ramón Arndt, un arquitecto de Vitoria, que lleva más de tres décadas trabajando en el servicio de planificación municipal en el ayuntamiento de Múnich, cree que este acontecimiento puede dejar una marca en la sociedad muniquesa. «Pueden pasar a desarrollar sentimientos psíquicos, a tomar decisiones políticas que dejen el miedo en esta ciudad de forma permanente».
Algunos la denominan la semana negra de Baviera, tras el cúmulo de episodios de violencia que se iniciaron el lunes 18. Ese día un jóven afgano solicitante de asilo atacaba en un tren de cercanías a cinco personas. Fue abatido por la policía. El viernes, en Múnic, un joven germano-iraní acaba con la vida de 9 personas en un centro comercial y después se suicida. El domingo en Reutlingen un asilado sirio mata a su mujer a machetazos e hiere a dos personas, y el domingo en Ansbach, otro refugiado sirio hace estallar una carga explosiva cerca de un festival de música, donde muere el atacante y otras 12 personas quedan heridas.
Estos hechos han encendido en Baviera, una de las zonas más seguras del país, un debate sobre la emigración. Múnich es una de las ciudades que más refugiados sirios y afganos ha acogido en el último año. La sobrina de Margarita, también adolescente, está muy afectada sin salir de casa, porque conocía a tres víctimas. Ella es una alemana que vive en Madrid y se enfada al pensar que alguien puede relacionar estos hechos con la política de extranjería. «Yo no he oído a nadie que diga eso, y estoy muy orgullosa de que no lo digan, porque yo soy alemana y me dolería mucho que alguien pensara esa barbaridad«. Viviana cree que «deben diferenciarse entre refugiados y gente mala, que no sé, ni entiendo, porque hacen esto».
El arquitecto municipal Ramón Arndt, explica que el ayuntamiento de Múnich, realiza desde hace décadas una política de integración, que ha dado muy buenos resultados. «No hay barrios solo para los ricos o los pobres, en todas las viviendas que se realizan se mezclan a todas las personas y se lleva a cabo una política social muy consciente de que hay que integrar a los emigrantes». Una muestra de eso es el barrio del autor del tiroteo, donde se mezclan vecinos de diferentes culturas, situado a unos 10 minutos andando del centro histórico y con instalaciones deportivas y culturales por todo el distrito.
La capital bávara quiere seguir siendo una ciudad abierta y segura, aunque para muchos, estos actos pueden radicalizar a la extrema derecha, cada vez más en auge en Alemania.