Picasso-Giacometti
Museo Picaso, París, hasta el 5 de febrero de 2017
Para simbolizar el hombre, Alberto Giacometti modela un personaje filiforme, cuyos miembros parecen extenderse sin límite. Este personaje irreal combina a la vez una extraña fragilidad y una sólida determinación.
Impenetrable pero sin embargo intrigante, el hombre de Giacometti no posee ningún rasgo personalizado. Solamente viste de una piel extrañamente golpeada. De este modo y por esta falta de identidad en su rostro, el personaje ensalza el carácter universal del mismo, provocando en el espectador una intrigante fascinación.
A través de esta escultura, el artista supo captar el momento decisivo de un hombre que revela en sí una fuerza basada en su propio impulso.
El “hombre” de Alberto Giacometti no se hace preguntas, viene de algún lugar y se dirige hacia otro. Con un paso seguro, mirando hacia el horizonte, parece lanzarse a descubrir, comprender y seguir adelante, como si tuviera un objetivo que alcanzar. Su conciencia despierta, atraviesa el tiempo para observar el mundo. Sus pies, anclados en el suelo, le conectan inevitablemente a la tierra con la que se convierte en uno. Todo el ser es el que se mueve a través de una fuerza oblicua, hacia un futuro por crear.
Esta inquietante obra, del escultor suizo, forma parte de la exposición que se puede disfrutar en el Museo Picasso de París. La pinacoteca parisina presenta la primera muestra centrada en la obra y las relaciones personales de dos de los más importantes artistas del siglo XX: el español Pablo Picasso y el suizo Alberto Giacometti.
Frente al hombre que camina, encontramos a Paul, el hijo de Picasso, vestido de Arlequín. El pequeño viste un disfraz a medio camino entre el arlequín y un payaso, apoyado en un sillón, y de su rostro resaltan los ojos oscuros y el cabello rojizo, y pertenece a la época en que el pintor andaluz realizaba retratos de familias y amigos.
La relación entre Giacometti y Picasso fue muy amistosa, reforzada en un interés mutuo que les llevó a encontrarse en momentos claves de sus carreras, a pesar de la gran diferencia de edad que había entre ambos.
Dotados de temperamentos diferentes, los dos se caracterizaban por una gran libertad de ingenio y espíritu. Compartían una fascinación por la relación entre Eros y Tanatos, aunque uno lo plasma más en la pintura y el otro a través de la escultura, como se puede comprobar en esta exposición, donde se muestran las numerosas similitudes formales y temáticas.
La muestra reúne más de 200 obras de los dos maestros procedentes de las colecciones de la propia pinacoteca parisina y de la Fundación Giacometti. Organizada en 8 secciones, proponen un recorrido cronológico y temático, presentando los diferentes aspectos de su producción artística, en todas sus vertientes: pintura, escultura o dibujo. Interesante también la influencia que en ambos tuvo, el arte que se producía lejos de Europa.