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Vietnam, la seducción de un país

Desde que la bahía de HaLong fue reconocida popularmente como una de las nuevas maravillas de la naturaleza, su atractivo turístico ha sido imparable y ha arrastrado al resto del país. Vietnam es hoy una de las joyas turísticas todavía por descubrir. El año pasado viajaron a ese país unos 10 millones de visitantes extranjeros y seguirá aumentando en los próximos años.

El país con silueta de S destaca por la simpatía de su gente, el sabor de su gastronomía, el sosiego de sus empinadas terrazas, la seducción de su naturaleza o el soniquete de las motocicletas de sus ciudades.

Para muchos, Vietnam es sinónimo de guerras atroces, pero también de dignidad de un pueblo que, además, no vive esclavo de su pasado. Manteniendo su historia en la memoria colectiva (chinos, franceses, japoneses y estadounidenses, intentaron dominarlos), viven el presente con la mirada puesta en el futuro. Sin grandes rencores. Ciudades como Hanoi, Ho Chi Minh (Saigón) o Do Nang, son centros efervescentes donde los vietnamitas se buscan la vida. La mayoría de las veces estas urbes nos parecen caóticas, dominadas por las irreverentes motocicletas que aparecen por doquier, pero el viajero descubre que unos kilómetros más allá de las ciudades, el país se tranquiliza y ofrece no solo restos histórico-culturales (reconstruidos tras las innumerables guerras), sino también una naturaleza abrupta unas veces, tranquila la mayoría de ocasiones, y más de 3.200 kilómetros de playa.

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Sobrevolar Saigón, marcada por el delta del Mekong, ya da una idea de los contrastes del país. Desde el aire se adivina una urbe moderna y de trazado complicado, porque el Mekong escribe con sus meandros la fisonomía de la capital económica del país. Salir del aeropuerto es toda una aventura. Allí la dueña y señora del asfalto es la moto. La primera imagen que tengo es la de un turista con los brazos levantados como si hubiera conseguido una medalla de oro. Realmente estaba celebrando que había cruzado una avenida sin ser arrollado. El primer consejo que te dan, y que confirmo con rotundidad, es que cuando pongas el pie en la calle, no te pares, sigue adelante… los motoristas se encargarán de sortearte, solo tienes que evitar ser presa del pánico y quedar paralizado en la calzada…. eso es un atropello seguro. Si sigues caminando, a lo mejor evitas acabar en un hospital.

Una vez aprendida la primera lección, lo siguiente es mirar alrededor. Llama la atención la cantidad de puestos de comida callejera que hay. Me atrevería a decir que casi tantos como motos. Las aceras no están hechas para el transeúnte, están tomadas por pequeñas sillas y mesas, en donde algún «cocinero» instala su wok y calienta la comida. Se come deprisa, como todo en esa gran ciudad. La comida vietnamita es sabrosa y vale la pena disfrutarla en su lugar de origen, con el precavido cuidado sanitario si es en la calle, y con las máximas garantías si se escoge un restaurante. Los hay de todos los precios. Y en Ho Chi Minh es imposible no acabar comiendo en el mercadillo de Ben Thanh, una experiencia fantástica e imprescindible. Las aceras son el lugar perfecto para «abrir» cualquier negocio, desde una barbería a una tienda al por menor.

Saigón no tiene nada que ver con la imagen que nos ofrecían las películas estadounidenses, pero mantiene ese sensación de saber que has visto algunos de sus más emblemáticos edificios antes. Es lo que ocurre con la oficina central de Correos, construida por Gustave Eiffel, situada frente a la catedral de Nôtre Dame, que a la vez está muy cerca del Palacio de la Reunificación. Otro lugar de interés turístico es el Ayuntamiento, con su arquitectura colonial francesa, que se encuentra cerca del Teatro de la Ópera, y de la zona comercial de lujo. Entre las visitas imperdibles está el Museo de la guerra, anteriormente denominado de los Crímenes de Guerra, un lugar que estremece y no deja indiferente al visitante.

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Desde Saigón se puede realizar una excursión a los túneles de Cu Chi, donde los vietnamitas, uno no sabe como lo hacían, se ocultaban de los bombardeos estadounidenses. Cerca de allí, en la provincia de Tay Ninh, está el templo Cao Dai -una religión sincrética con cinco millones de seguidores que reúne entre sus deidades a Confucio, Buda, Jesucristo y Mahoma. Este centro religioso se encuentra próximo a la desembocadura del Mekong, donde se puede descubrir el valor cultural del arroz y del cacao, los dos grandes productos que se cultivan en la provincia de Ben Tre. El gran Delta, considerado el granero de arroz del país, tiene nueve brazos o ríos y va muriendo en el mar como si se tratara de una mano deshilachada. Así que navegar por la zona en sencillas barcas es como hacerlo por la falange de un dedo, de la mano, de un brazo del Mekong. Una de las cosas más sorprendentes para el viajero es descubrir que entre los campos de arrozales los campesinos construyen las tumbas de sus antepasados.

El Mekong ha marcado el desarrollo de Saigón, y el río Rojo, hace lo propio con Hanoi, la capital política de Vietnam. Es un poco menos caótica que Ho Chi Minh, aunque por sus calles discurren diariamente unos 4 millones de motos, y quizá tiene menos edificios modernos pero mantiene un aire de capital histórica. Excepto las grandes avenidas y los lagos, en Hanoi todo es estrecho, especialmente las calles, las escaleras, los callejones, o los pasillos para acceder a la reducidas viviendas. En contraste encontramos el mausoleo del venerado Ho Chi Minh, presidente de 1945 a 1969, situado en la gran explanada de la plaza Ba Dinh. Cerca de allí encontramos la pagoda del pilar único y el impresionante y atractivo Templo de la Literatura, fundado en el siglo XI, y dedicado a Confucio. Fue la primera universidad del país. Aunque fue dañada durante la guerra, cuando los aviones estadounidenses perseguían al Vietcong (como se denominaba a los vietnamitas comunistas), todavía conserva varias estatuas originales.

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Antiguas ciudades de Hue y Hoi An

Hue y Hoi An, son dos ciudades de dimensiones totalmente opuestas a las dos capitales. L la primera fue capital de Vietnam durante más de 1.000 años y la segunda una ciudad donde convivían chinos y japoneses, ambas ostentan el título de patrimonio de la humanidad.

Si no fuera por el gran numero de turistas que pasean por sus históricas calles, Hoi An, se habría quedado paralizada en el tiempo. Destaca el puente de madera y piedra, con sus tejas grises, acabados en tallas de madera que representan la iconografía nipona. Lo construyeron los comerciantes japoneses a finales del siglo XVI, cuando en este puerto pesquero convivían con chinos y vietnamitas. La parte japonesa se situaba en el barrio oeste, mientras los chinos vivían en el este, que es el que se conserva mejor. El interior del puente (al que se accede tras pagar una entrada) está construido de madera y destacan los tradicionales y coloridos farolillos típicos de la artesanía del lugar. Custodiado por guardianes, a un lado el perro y en el otro monos, en el centro encontramos un altar. Mientras se pasea por su centro histórico se visita el museo de la cultura Sa Huynh, con vasijas funerarias de más de dos milenios de antigüedad; casa particulares, como las de Quan Thang, Tan Ky o Phung Hung, convertidas en tiendas; lasala de Asambleas Quan Dong, que tiene forma de pagoda donde se venera a Thien Hau, la diosa del mar. Antes de abandonar el pueblo hay que visitar el mercado junto al río, donde encontraremos fruta y pescado típicos, algunos totalmente desconocidos para los europeos. A las afueras de Hoi An se puede disfrutar de unos días de playa, desiertas por el día -los vietnamitas evitan el sol- y llenas de bañistas al atardecer.

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A menos de 200 kilómetros al norte de Hoi An y junto al río Perfume encontramos la antigua capital de Vietnam, Hue, con su ciudad amurallada copia de la Ciudad Prohibida de Pekín. En Hue destaca la impresionante fortaleza que durante décadas fue residencia de los emperadores vietnamitas de la dinastía Nguyen. Todavía se pueden visitar las 7 grandes tumbas donde reposan sus restos, especialmente la del emperador Tu Duc, un nombre que se os hará muy familiar.

Situada a medio camino de las dos grandes capitales vietnamitas, esta impresionante ciudadela ocupaba originalmente unos 10 kilómetros cuadrados totalmente amurallados y solo se podía acceder a su interior por 10 puertas, la mayoría restringidas al pueblo. En su interior encontramos templos como el de Hung Mieu, contruido en honor a los padres del emperador, y que recuerda al Templo de la Literatura de Hanoi. Tejados tallados y dragones de piedra se repiten por los diferentes edificios que todavía quedan en pie de esta gran ciudadela. Otro de los atractivos es la residencia de la reina madre que conectaba a través de túneles y pasillos con laciudad púrpura prohibida a la que solo podía acceder un hombre: el emperador. Cualquier otra persona que osara entrar, era condenada a muerte.

 

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Las murallas y el foso cierran este complejo de edificaciones. El templo de las generacionesguarda altares en honor a varios emperadores y el palacio de la Suprema Armonía, estaba reservado a los mandarines, mientras que el pabellón Hien Lam, de tres plantas y construido en ladrillo y madera, vigila 9 urnas dinásticas, realizadas en bronce, cada una con más de dos toneladas de peso. En el recinto se encuentra un teatro real, donde el emperador y su corte se entretenían, y una biblioteca, utilizada como sala privada de lectura.

Cerca de Hue, siguiendo el trazado del río Perfume, se eleva la pagoda más alta de Vietnam, Thien Mu, con su original forma hexagonal y sus siete pisos de altura. Una de las reliquias más famosas, es un Austin Westminster, que fue el automóvil en el que el monje bonzo Thích Quang Duc, se trasladó a Saigón para protestar contra el gobierno quemándose, una imagen que dio la vuelta al mundo, tras conseguir el premio Pulitzer. Cerca allí vale la pena visitar la pagoda de Thien Mu y surcar el río Perfume en una de las típicas barcazas con forma de dragón.

La bahía de Halong, la perla vietnamita

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Considerado el mayor atractivo del país, es la imagen turística inconfundible. Situada a unos 300 kilómetros al este de Hanoi está formada por unos 2.000 montículos de roca kárstica en un área de 15.000 kilómetros cuadrados. Sin duda es una de las maravillas naturales del mundo. La forma más habitual de visitarla es en barco-crucero, que te desplaza a unos 5 kilómetros del puerto durante 1 día y medio, con pernoctación y pensión completa incluida. Durante el tiempo de navegación se pueden visitar algunas cuevas y pueblos de pescadores, nadar en sus aguas tranquilas, observar las estrellas o practicar kayak.

Desde Hanoi también se puede visitar otra preciosidad natural, la denominada bahía seca, Trang An. Como en Halong, el lago está rodeado de rocas kársticas, y en el recorrido en barca, se atraviesan numerosas cuevas, algunas de más de dos kilómetros, que deben realizarse agachados para no darse en la cabeza con las estalactitas de los techos. Los remeros, muchos de ellos mujeres, alternan brazos y piernas. Cerca de ese lugar también se encuentra laciudadela de Hoa Lu.

Cosas que te sorprenderán en Vietnam

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La primera sorpresa a la que un turista debe adaptarse rápidamente en Vietnam, es a convivir o sobrevivir a una moto. El mundo scotter, es fascinante. Este medio de transporte se ha adaptado totalmente a la vida de los vietnamitas. Podemos ver familias enteras viajando en una pequeña moto, la mayoría de los niños sin casco; las mujeres suelen utilizar mascarillas tuneadas, que en principio se nos antoja que es para evitar la contaminación, pero luego descubrimos que es para impedir que el sol les toque la piel. Así que incluso en pleno verano algunas cubren todo su cuerpo. También llama la atención ver a los hombres echarse una siesta o dormir sobre su moto aparcada en una esquina. Todo lo que uno se puede imaginar se transporta en moto.

La comida vietnamita es muy variada y sabrosa con grandes diferencias entre el norte y el sur. Platos con más fruta, arroz, marisco y verdura en el sur, con más especias y más sofisticados en el centro y más sopas y noodles en el norte. Igual que el mundo de las motos es sorprendente, también lo es el de los puestos callejeros, convertidos en todo un atractivo turístico.

Además de la comida más tradicional, los vietnamitas tienen especial predilección por huevos con embriones dentro, ellos aseguran que son riquísimos. También les gusta comer perros, se trata de una raza que alimentan especialmente para comérselos. Otro animal que no puede faltar en su cocina es el pato. Hay millones de patos repartidos por estanques a lo largo de todo el país. Vietnam es el primer exportador del mundo de arroz y el segundo de café, y también exporta anacardos, cocos y pimienta.

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Las tumbas diseminadas por todo el país, pero sobre todo las que se encuentran en medio de los arrozales. Una de las tradiciones más arraigadas es enterrar a los muertos en el lugar en el que han vivido. Y donde más tiempo han pasado ha sido trabajando en los arrozales. Así que los entierran en las zonas inundables, algunas son auténticas joyas por su colorido y ceremoniosidad. Muchas están aisladas en los campos de cultivo, pero otras forman un pequeño cementerio. Esta tradición es muy típica en la zona del Mekong.

En Hanoi las tiendas se distribuyen como si fueran gremios, por varias calles. Así se encuentra la calle de las zapatillas, de los bolsos, la ropa o de las maletas. Si visitáis la ciudad en fin de semana, no os perdáis pasear junto al lago de la Espada Restituida, que tiene un ambiente nocturno impresionante, tomado por los más jóvenes, que se reúnen para escuchar música en directo tocada por algún artista o grupo local, mientras toman cerveza vietnamita de muy baja graduación.

Y sobre todo, lo que más os sorprenderá es la amabilidad generalizada de la gente que seduce al viajero y convierte a Vietnam en un país de los que vale la pena descubrir.

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This entry was posted on 6 febrero, 2017 by in Podcast, Turismo and tagged , , .

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«Dieric Bouts. Creador de imágenes»

MLeuven, Lovaina, Hasta el 14 de enero de 2024

Dieric Bouts (1410-1475), es uno de los maestros flamencos más importantes. En Lovaina, pintó sus mejores paneles de escenas ricas, retratos impactantes y paisajes de otro mundo. Bouts tuvo éxito en vida y en 1472 recibió el título honorífico de pintor de la ciudad, cuando Lovaina experimentaba una renovación urbana y mantenía una universidad pionera en una época tan creativa como el Renacimiento.

La imagen que tenemos hoy del artista pintor no existía en el siglo XV. Bouts no fue un genio romántico ni un inventor brillante, sino un creador de imágenes. El festival M confronta algunas de sus obras maestras como 'La Última Cena' y 'El Martirio de San Erasmo' con los creadores de imágenes actuales: fotógrafos deportivos, cineastas o desarrolladores de juegos.

Después de cinco siglos, el maestro flamenco regresa a Lovaina para el festival urbano con el tema "Nuevos Horizontes". Bouts ocupa un lugar central porque todavía hoy estamos ansiosos por explorar nuevos horizontes, tal como lo hizo él en el siglo XV.

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