Cada año, coincidiendo con el día de la candelaria, la catedral de Mallorca luce de manera especial en su interior…. Cada dos de febrero y el 11 de noviembre (2 del 2 y 11 del 11) se produce un fenómeno que une la naturaleza y la arquitectura: se le conoce como el espectáculo del 8.
Sobre las ocho de la mañana de esos dos días, un haz de luz entra por el rosetón mayor, recorre las vidrieras, los muros laterales y las columnas, rompiendo el espacio y la distancia que los separa para formar un doble rosetón de luz, formando un 8. Una explosión de color en la que participan las más de mil piezas de cristal que componen el vitral mayor del histórico edificio y dura unos 5 minutos.
El rosetón de la Seu de Palma es junto con el de la catedral de Estrasburgo los más grandes de la arquitectura gótica europea. Es una gran estrella de seis puntas (una estrella de David) de casi 13 metros de diámetro, conocida como el ojo del gótico. Sus vidrios de colores amarillos, azules, rojos y verdes parecen caminar por los esbeltos pilares y las vetustas paredes del edificio, reflejando sus colores por todos los rincones.
Una de las personas que pudo disfrutar de este espectáculo fue Antoni Gaudí, que trabajó en su remodelación unos 10 años, entre 1904 y 1914. El arquitecto catalán introdujo luz colocando ventanales en la capilla de la Trinidad y el rosetón con vitrales de tricomía. Lo conocen como el ojo del gótico.
El obispo Pere Joan Campins lo había visto trabajar en las obras de la Sagrada Familia. Le pidió que reorganizara el interior de la Seu, un edificio del siglo XIII concluido en la década de 1630. El arquitecto catalán trasladó el coro desde la nave central a la Capilla Real y los retablos mayores gótico y barroco, añadió la decoración cerámica del presbiterio, construyó el baldaquino del alta mayor e incorporó la iluminación tanto natural (a través de vitrales) como artificial (colocando lámparas eléctricas).
Una de las obras más criticadas por la aristocracia palmesana fue el baldaquino con 35 lámparas de latón, que simboliza la corona de espinas. Situada sobre el altar está formado por una araña de luces gigante elaborada con hierro forjado que representa una corona heptagonal gigante rematada por un conjunto escultórico con Jesucristo en la cruz acompañado por la Virgen y San Juan.
Para romper la verticalidad del templo y añadir más luz rodeó las columnas con bombillas. Además diseñó una parte del mobiliario, como el confesionario, bancos de madera, el faldistorio, atriles para el canto coral y la escalera plegable para la exposición del altísimo. Sin olvidar dos extraordinarios objetos litúrgicos: el conopeo y el tintinábulo. A los máximos representantes de la ciudad no les gustó su trabajo y la restauración quedó inacabada.
Curiosamente con las actuaciones de Gaudí, el edificio religioso no necesitó adaptarse a las nuevas exigencias litúrgicas y pastorales del Concilio Vaticano II.
Un siglo más tarde, a principios del s. XXI Miquel Barceló – un artista nacido en Felanitx-, construyó la cueva del mar en el ábside lateral derecho o capilla del Santísimo. Al contrario de Gaudí le restó luz para reproducir el fondo marino representando en los vitrales dibujos de algas, olas y palmas. En el lado izquierdo se representan los frutos de la mar y en el derecho los de la tierra. Sobre la puerta del sencillo sagrario plasmó huellas de manos y dedos.
Como le ocurriera al arquitecto catalán la obra del pintor, ceramista y escultor mallorquín no fue comprendida por una parte de la sociedad palmesana y estuvieron paralizadas varios años. Los sectores más conservadores del Cabildo impidieron que Joan Miró dejara su impronta en la catedral mediante una actuación en los vitrales de la Capilla de la Santísima Trinidad. Consideraron su pintura demasiado infantil.
Cabe preguntarse ¿qué hubiera ocurrido si en la catedral de Palma hubieran podido trabajar con tranquilidad estos tres grandes artistas del siglo XX?
Consagrada a la Virgen María, el rey Jaime I la mandó construir sobre la antigua mezquita de Madina Mayurqa. En su interior se mezclan el gótico, el barroco y el modernismo. Destacan obras como el retablo del Corpus Christi, obra de Jaume Blanquer, la sala capitular y el claustro.
El altar mayor fue en sus inicios la Capilla Real donde se colocaron los sepulcros de los reyes mallorquines Jaime II y Jaime III. Actualmente se encuentran en la capilla de la Trinidad convertida en en mausoleo real. En ese lugar se habría instalado el órgano, aunque desapareció y posteriormente se trasladó al centro de la iglesia. Cada año se celebra el Festival Internacional del Órgano en la Catedral.
Después de observar el altar mayor y las dos capillas adyacentes nos giramos hacia la planta interior de la histórica catedral para admirar su amplitud con su enorme bóveda de 45 metros de altura, su longitud de 121 metros y una anchura de 55 metros.
En verano se pueden visitar sus terrazas y contemplar la inmensidad de la bahía palmesana, además de descubrir rincones ocultos como el campanario o las salas del tejado. Allí están las nueve campanas con sus nueve nombres: la más grande es N’Eloi que esa 4.500 kilos y le acompañan Na Bàrbara, N’Antònia, Sa Nova, Na Mitja, Na Tèrcia, Na Matines, Na prima y Na Picarol.
Ya en el exterior, podemos contemplar sus tres puertas de acceso. La más importante es la Puerta del Mirador, que da al mar y en la que está representada la última cena. También destaca la renacentista del coro, realizada en piedra de Santanyí.
la catedral se alza junto a la bahía de Palma de Mallorca en el paseo marítimo . Es el edificio más emblemático de la ciudad y podemos disfrutar también de sus reflejos sobre el agua del Parc de la Mar. Parece gustarse, se mira a todas horas, de día, de noche, al amanecer…. El paseo que se crea entre la Catedral y las murallas permite gozar de una de las panorámicas más bellas de la ciudad de Palma.
El escritor argentino Jorge Luis Borges, quedó también prendado de la planta de este edificio religioso. Estuvo en la isla en dos ocasiones. De marzo a julio de 1919 y de mayo de 1920 a febrero de 2021. Además de Palma también residió en Valdemossa. Relacionado con los círculos juveniles de la ciudad, participó en las tertulias literarias del Café del Artistes, un grupo de escritores mallorquines interesados en la renovación literaria y en las nuevas estéticas de principios del siglo XX. Durante su estancia publicó en la revsita Baleares un poema dedicado a la catedral de Palma.
«Las olas de rodillas
Jorge Luis Borges
los músculos del viento
las torres verticales como gritos
la catedral colgada de un lucero
la catedral que es una inmensa parva
con espigas de rezos
Lejos
Lejos
Los mástiles hilvanan horizontes
y en las playas ingenuas
las olas nuevas cantan los maitines
La catedral es un avión de piedra
que puja por romper las mil amarras
que la encarcelan
la catedral sonora como un aplauso
o como un beso».
También viajó a Palma en varias ocasiones Santiago Rusiñol. Se declaraba un auténtico enamorado de la Seu y en su libro «La isla de la calma» le dedica un capítulo en el que leemos que si el exterior es la armadura el interior acoge su alma.
Por último, antes de dejar la isla no podemos obviar que aunque todo el mundo asocia Mallorca con el verano, la realidad es que una de sus épocas de mayor esplendor es el invierno. Y no porque la nieve tiña de blanco las montañas de la sierra de Tramontana, que a veces también, sino porque las flores de los miles de almendros que cubren sus campos conforman un sorprendente paisaje albar. Tanto es así que los tour operadores alemanes organizan desde hace años escapadas específicas para disfrutar de este espectáculo único en el que, además de gozar la vista, lo hace el olfato, gracias al maravilloso aroma que se genera con esta abrupta floración.
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