Saigón es una ciudad que todos relacionamos con la guerra. La actual Ho Chi Minh es un ejemplo de los contrastes y contradicciones que vive Vietnam. Entre la modernidad y la tradición pero sin quedarse anclado en el pasado. En la capital del sur se pueden ver edificios que han quedado marcados en las retinas del mundo durante los días de la guerra contra los estadounidenses y recreadas en las películas de Hollywood.
Esos monumentos forman parte del patrimonio dejado por los franceses. La histórica oficina central de Correos, construida por Gustave Eiffel, situada frente a la catedral de Nôtre Dame y próxima al Palacio de la Reunificación. El ayuntamiento, con su arquitectura colonial francesa, se encuentra cerca del Teatro de la Ópera, y de la zona comercial de lujo.
Entre las visitas inexcusables el Museo de la Guerra, -anteriormente denominado de los Crímenes de Guerra-, un lugar que estremece y no deja indiferente al visitante. Además de los documentos históricos, recopila las imágenes que inmortalizaron los fotoperiodistas, y los rastros del napalm entre la población. En el exterior, los helicópteros que utilizaron los estadounidenses y el tanque que entró en la embajada de ese país, dando por finalizada la guerra.
A unos 70 kilómetros encontramos los túneles de Cu Chi llenos de trampas para todo tipo de enemigos. Un laberinto de más de 200 kilómetros de galerías con tres niveles, que llegan a 10 metros de profundidad y 40 centímetros de ancho, no apto para claustrofóbicos ni para obesos. Algunos han sido ensanchados para que puedan acceder los turistas. Sirvieron de refugio para más de 10.000 personas, tanto combatientes del Vietcong (comunistas vietnamitas) como para los civiles. Los nidos de termitas en plena selva servían para ocultar los conductos de ventilación, la salida de humo de las cocinas subterráneas en el interior los túneles. Eran pequeñas ciudades bajo tierra, y contaban con hospitales rudimentarios, diminutos dormitorios y salones comunes, pero sobre todo, trincheras conectadas entre sí. Escuchar canciones USA relacionadas con la guerra de Vietnam.
Esos túneles que les ayudaron a sobrevivir, son actualmente un atractivo turístico. A más de 1.500 kilómetros de distancia, cerca de la frontera con China, hay unos túneles menos conocidos, que años más tarde sirvieron a los vietnamitas del norte de defensa contra los invasores chinos. Nuestra guía de Asiática Travel, Ana, el apodo español de Bín, todavía lo recuerda. «Eran túneles estrechitos en los que nunca podíamos estar de pie sino que permanecíamos agachados todo el tiempo. Eran salas pequeñitas de cuatro o cinco metros cuadrados, y allí estaban las letrinas y las heces mezclados con la cocina. Los niños estudiábamos dentro de esta sala al lado de las heces, con cuencos llenos de orines y con un olor muy fuerte. No teníamos sitio para bañarnos, ni para ducharnos, y además estábamos cuatro o cinco días y no podíamos salir, no veíamos el sol».
Al oeste del país encontramos la isla de Phu Coq, la más grande de Vietnam fue una terrible prisión para los miembros del Vietcong, detenidos por los estadounidenses. Los franceses la convirtieron en plantaciones de coco y los estadounidenses en la terrible prisión del árbol de coco. Ambos cometieron atrocidades.
Los estadounidenses dejaban a los prisioneros durante horas al sol en minúsculas jaulas con alambres o los encerraban durante días en oscuras salas. Actualmente es un lugar paradisíaco donde se puede practicar submarinismo, aunque la mala visibilidad del agua hace más aconsejable el snorkel. Ahora los turistas pueden tomarse un coco tumbados apaciblemente en las playas de arena blanca y aguas cristalinas.
Da Nang, en el este del país, fue puerto de entrada de misioneros y de los conquistadores europeos y estadounidenses. En la actualidad en sus playas descansan miles de chinos. A 500 kilómetros, Nha Trang es la Marbella vietnamita. Superadas las guerras, este Vietnam de contrastes acoge, desde los últimos años a turistas de los países con los que estuvo en conflicto. Japoneses, chinos, franceses y estadounidenses son los que más turistas envían a ese país.
Do Minh Nguyet , o Luna en español, dice que está creciendo, tímidamente, el turismo interior, aunque tienen diferentes intereses que los turistas extranjeros. «Los vietnamitas se interesan más en los viajes de ocio, de playa y de descanso… que en los viajes de descubrimiento, pero a los europeos, o a los franceses, les interesa descubrir nuevas culturas, lugares y gastronomía. Hacer trekking y descubrir los lugares más auténticos». Ana añade, «a los franceses les gusta también visitar todos los monumentos que hicieron ellos y que dejaron a nuestro gobierno. Quieren conocer una cultura totalmente diferente, la que conocieron sus padres y abuelos, y por supuesto también vienen a descansar».
En la zona de Sapa, donde viven varios pueblos autóctonos, algunas empresas internacionales, han aprovechado la mejora de la conexión con Hanoi para invertir en la construcción de hoteles y restorts. Para la responsable de Asiática Travel, es importante que el aumento de turistas mantenga un equilibrio medioambiental. Hay un riesgo, dice Luna, de acabar con su cultura. «Por ejemplo muchos niños no quieren ir a la escuela, sino ganar el dinero que les da el turismo, o vender cosas, y eso no es bueno. Tenemos que pensar no solo en la parte económica, que es muy importante, si no también en la conservación de la naturaleza y de esas culturas».
Vietnam recibió en 2016 unos 10 millones de visitantes, 58.000 de ellos españoles. El objetivo del gobierno es llegar en 2020 a más de 17 millones. El Vietnam socialista políticamente y de modelo económico capitalista, no quiere perder el tren de este nuevo motor económico de Asia. El mercado interior todavía es débil y tan solo viaja la clase media o los ricos. «A los jóvenes, a veces, les resulta más barato viajar fuera del país que dentro. Ir a Nam Tram o algunas playas del este, les cuesta mucho dinero, porque deben pagar aviones y hoteles. Pero a veces viajar a Tailandia y Camboya les es más barato. A los jóvenes les atraen los templos de Angkor, Tailandia o Birmania. Los que tienen menos dinero y quieren conocer el país, cogen su moto y van a lugares del interior».
Considerado el mayor atractivo del país, es la imagen turística inconfundible. Desde que la bahía de HaLong fue reconocida popularmente como una de las nuevas maravillas de la naturaleza, su desarrollo turístico ha sido imparable y ha empujado al resto del país. Ana, cree que en contraste con las grandes ciudades, el lugar es ideal para pasar unos días de tranquilidad. «Es un lugar especial, formado por 1889 montañas de roca caliza, que surgen del agua salada. Aunque ninguna de estas islas está habitada se pueden encontrar pueblos de pescadores que viven en casas muy sencillas. La tranquilidad es tremenda, se puede ver las estrellas y muchas veces tienes la oportunidad de ver la luna llena, que da muy buena suerte».
Navegar por la sorprendente e impresionante bahía de Halong, regatear en los mercados de Saigón, sortear -y sobrevivir- a las millones de motos de las grandes ciudades, comprar un traje a medida en Hoi An, recorrer la histórica y antigua capital de Hué, o practicar trekking por las terrazas de Sapa. Este país, que ha vencido a las grandes potencias que han intentado someterlo, ofrece un interesante turismo cultural, gastronómico, de naturaleza o compras. En el turismo del shopping, los europeos buscan -principalmente- gangas, los asiáticos lujo a buen precio.