Barack Obama intenta cumplir uno de sus compromisos internacionales, aunque a tenor del tiempo que ha pasado (7 años desde que llegara a la Casa Blanca), le ha costado hacer realidad. Aunque es verdad que no era fácil. Dijo que intentaría escribir un nuevo capítulo en la relación «de igual a igual» entre Washington y sus vecinos de América Latina. Esta semana, acompañado de 800 empresarios y funcionarios, ha visitado Cuba y Argentina.
No hay duda de que a Obama le gustan los retos y retar a la historia. Si a principios de esta semana visitaba Cuba, en una visita considerada histórica, ahora hace lo mismo en Argentina, justo el día que se conmemora el 40 aniversario del golpe de estado militar.
En La Habana, apostaba por dejar un legado sobre su gobierno, que supone relanzar las relaciones diplomáticas con el regimen castrista. Su política de acercamiento a La Habana, no tiene, ni mucho menos, el visto bueno del Congreso estadounidense, controlado por los republicanos. Aun así el mandatario demócrata ha querido dejar claro, que no se puede vivir anclado al pasado y mantener un «potencial enemigo», a smenos de 200 kilómetros de Florida.
En su visita a la isla caribeña ha tensado con una mano (sobre todo en críticas a la falta de Derechos Humanos) y ha destensado con la otra (promoviendo el diálogo entre iguales, aunque ha sonado un poco falso, porque de vez en cuando se le han escapado algunas ideas de potencia mundial). Ha mostrado seguridad, mientras que hemos visto a un Raúl Castro muy nervioso, sobre todo ante los medios de comunicación, en la conferencia de prensa conjunta que ambos mandatarios sostuvieron el lunes. Ambos se volvieron a reunir tras su primer encuentro en la cumbre de las Américas en Panamá en el verano de 2014.
Obama cenó en el palacio de la revolución y pronunció un histórico discurso en el Gran Teatro de La Habana, donde aseguró que había ido a la isla a enterrar los restos de la Guerra Fría, reiteró su respaldo al levantamiento del embargo y le dijo a los cubanos que debían decidir su propio futuro. Acabó su visita con una reunión con opositores cubanos y mantuvo un momento de relax con Castro mientras ambos asistían a un partido de exhibición de béisbol.
A pesar de los problemas, eso no ha sido impedimento, para que realmente la visita tuviera el calado político que ambos gobiernos querían darle, aunque se abren muchas incógnitas sobre el futuro, cuando ni Obama, ni Castro, estén ya en el poder y sean otros los que gestionen los acuerdos firmados en La Habana.
La siguiente visita del presidente estadounidense no está tampoco exenta de controversia. Su presencia coincide con el 40 aniversario del golpe de Estado. En un acto emotivo, Obama ha resaltado la valentía de los familiares de las víctimas y de los profesionales que no se callaron. En el Parque de la Memoria, ha pedido «que se cumpla el Nunca más», y ha entonado una fuerte autocrítica sobre el papel de Estados Unidos y la CIA en esa dolorosa etapa de los países del cono sur. «Sé que existen polémicas sobre las políticas de EE.UU. durante esos días oscuros; es algo en lo que mi país trabaja», recordando que a partir de 2012 se desclasificaron muchos documentos que sirvieron para juzgar a los responsables de aquellos crímenes y ha añadido que «EE.UU. va a desclasificar más documentos, incluidos de índole militar y de inteligencia».
La visita oficial se inició con un encuentro con el actual mandatario argentino, Mauricio Maccri. Tres meses después de jurar su cargo, Maccri ha recibido al presidente de Francia, François Hollande, al primer ministro italiano, Matteo Renzi y ahora al presidente estadounidense, Barack, Obama. La última visita de un mandatario estadounidense a Buenos Aires, la hizo George Bush en 2005, durante la celebración de la IV Cumbre de las Américas.
En la cena de gala, Maccri señaló que «debemos superar viejos rencores entre Estados Unidos y Latinoamérica, y mirar hacia el futuro», y haciendo una referencia a su antecesora en el cargo, le recordó a Obama que «con nosotros van a tener diálogo y buena fe». El presidente estadounidense manifestó que «mi esperanza es que esto es un nuevo comienzo». Las relaciones con los Kirchner, siempre fueron malas, y en una reciente entrevista en la CNN, Obama admitió que estaban muy distanciados porque «sus políticas de gobierno siempre eran antiestadounidenses». De hecho la política de los dos últimos mandatarios argentinos les había acercado más a China y Rusia, distanciándose de Europa y Estados Unidos.
Los Kirchner estuvieron también presentes de manera indirecta en la cena de gala que compartieron los inquilinos de la Casa Blanca y la Casa Rosada con un acto celebrado en el Salón de los Escudos del Centro Cultural Kirchner. Acostumbrado a dejar imágenes para la posteridad, y demostrando que «no rehuye ningún reto» el presidente estadounidense se atrevió a dar unos pasos de tango. Sin mostrar mucha destreza para el dos por cuatro, salió airoso del envite. Desafortunadamente, el relanzamiento de las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica llegan tarde, y son circunstanciales. Dentro de 10 meses su sucesor deberá establecer sus prioridades internacionales.
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