Francia y Austria impiden estos días la entrada de inmigrantes africanos que intentan entrar desde Italia. Decenas de ellos están atrapados en los pasos fronterizos de Ventimiglia y Bolzano y en las estaciones de Roma y Milán. El primer ministro italiano Matteo Renzi advierte que no se puede suspender el tratado de Schengen para impedir el paso de los inmigrantes. Unas trabas que coinciden con el 30 aniversario de la firma del Tratado de Schengen que permite la libre circulación de personas y mercancías. Tres décadas después las fronteras terrestres se han difuminado, pero todavía quedan las ferrorivarias y las aéreas.
Actualmente cruzar la frontera entre Francia y España no es más complicado que hacerlo entre las comunidades autónomas de Aragón y Valencia, o entre Mérida y Cáceres. Eso es lo que le debemos al Tratado, firmado en 1985, en un pequeño pueblo luxemburgués situado junto al río Mosela, en las confluencias de Alemania, Francia y Luxemburgo. Era el comienzo de la Europa sin fronteras. Hoy unos 500 millones de ciudadanos (de 22 países de la Unión Europa y también de Suiza, Noruega e Islandia) pueden desplazarse con libertad por 7.721 kilómetros de tierra y 42.673 kilómetros de mar. Pueden viajar libremente desde Letonia hasta Lisboa y desde Reikiavik hasta Malta sin importar si quieren cruzar la frontera para ir de shopping o para dejar atrás la rutina y pasar por la frontera que les abrirá las puertas a las ansiadas vacaciones sin tener que hacer ninguna cola.
Una situación que También aprovechan terroristas islamistas, delincuentes o integrantes de redes mafiosas y trata de personas. Por eso Interpol y los servicios de seguridad de los Estados miembros creen que es necesario reforzar el control de la zona Schengen. Aunque son los gobiernos nacionales los que se ocupan de la lucha contra el terrorismo, es necesario reforzar una Estrategia de Seguridad Interior a nivel de la UE que sirva de apoyo creando un entorno jurídico y un Sistema de Información de Schengen (SIS) o el Mecanismo de Protección Civil.
Cumplir con los principios de Schengen no siempre ha sido fácil. En 2012, los ministros de Interior de la UE acordaban que los países que forman el espacio único podrían restablecer controles en las fronteras nacionales en el caso de «sufrir» una presión migratoria masiva. De esta forma los países podían reabrir los controles fronterizos sin pedir permiso a Bruselas. Hasta entonces el tratado permitía cerrar su espacio por un tiempo limitado y por circunstancias excepcionales que supusiera «una amenaza seria» para el orden público o la seguridad nacional. Una medida que tomaron en 2012 España durante la reunión del BCE y Polonia con la disputa de la Eurocopa. Otros países lo han hecho coincidiendo con algún acontecimiento importante.
Fronteras en internet y en telefonía móvil
Internet es una frontera invisible que necesita importantes acuerdos entre los 28 países de la UE. Una de las prioridades de la CE es constituir un mercado único digital, pero para ello es necesario unificar las reglamentaciones de los 28 mercados nacionales.
Las TIC o Tecnología de la Información y la Comunicación, son fundamentales para aumentar la competitividad empresarial. Además favorecen cambios hacia modelos organizativos más efectivos, son totalmente compatibles con un desarrollo verde y sostenible, y ayudan a crear nuevos puestos de trabajo de más calidad. Si se acompañan de una apuesta por la innovación y la investigación, nos llevan irremediablemente hacia un nuevo modelo de crecimiento.
Todavía continúan las fronteras en el comercio interfronterizo por internet, en las comisiones a tarjetas bancarias o en las comunicaciones telefónicas. En este último apartado, la UE comenzó a tomar medidas en 2007, de forma que 7 años más tarde, en 2014, los precios de roaming se habían reducido más del 80% y aunque estaba previsto que desaparecieran a finales de este año, las compañías de telefonía han conseguido aumentar el plazo hasta finales de 2016.
Una encuesta realizada entre 28.000 europeos, demostró que quitar el «roaming» sería beneficioso incluso para esas compañías. El 94% de los ciudadanos que viajan fuera de su país limitan el uso del teléfono móvil, especialmente de las redes sociales debido a las tarifas que cobran las empresas por la itinerancia móvil. Esa estrategia comercial les hace perder unos 300 millones de usuarios. El 28% de los viajeros desconecta su móvil, tres de cada diez no telefonean nunca cuando viajan al extranjero y una cuarta parte no envían nunca un mensaje telefónico.
El Schengen aéreo
En Europa unos 1.400 millones de pasajeros utilizan anualmente los 440 aeropuertos que hay en la UE. Cada año se registran unos 10 millones de vuelos, lo que significa unos 27.000 diarios. Se calcula que el tráfico aéreo aumentará un 5 por ciento anual hasta alcanzar los 17 millones de vuelos en 2030.
La IATA recuerda que la aviación en Europa es «un catalizador económico clave» que incluye 8 millones de empleos y representa el 2,4% del PIB de la UE. Con unas tecnologías de gestión del tráfico desfasadas, que fueron configuradas en los años 50 y un espacio dividido en 27 países se hace necesario modernizar estas fronteras para hacer viable el negocio aeroespacial en Europa. Entre el 6 y el 12 por ciento del coste de un billete va destinado al control del tráfico aéreo. Ante esta situación los cielos y los aeropuertos europeos corren el riesgo de quedar colapsados.
La Comisión calcula que la entrada en funcionamiento del espacio único aéreo aumentará la seguridad diez veces más, se triplicará su capacidad, se reducirá a la mitad los costes de la gestión del tráfico y disminuirán un 10 por ciento las afectaciones en el medio ambiente. Estados Unidos controla un espacio similar al europeo, con más tráfico y con la mitad de costes.
Una situación similar se da en el transporte ferroviario, donde -entre otros aspectos- los grandes monopolios y la fortaleza de los sindicatos francés y alemán frenan el desarrollo de las vías de alta velocidad intereuropea. A lo que hay que añadir las legislaciones nacionales.
Treinta años después de la firma del Tratado de Schengen, aún quedan demasiadas fronteras.
Este artículo fue publicado inicialmente en «Canal Europa«