Roaming, diez años de discusiones
Seguro que más de una personas sentirá cierto escalofrío al utilizar por primera vez estos días su móvil fuera de España. ¿Será cierto, que no me van a «dar un palo» en la tarifa de teléfono? En alguna ocasión al comprobar su factura, muchos turistas europeos se han llevado una desagradable sorpresa al regresar de un viaje por otro país de la UE, ya sea por negocios, un fin de semana o unas vacaciones. A la fuerza todos hemos aprendido a que el móvil «no se toca» cuando se viaja, solo se podía usar en el hotel o en locales con wifi.
También sabemos perfectamente lo que significa roaming (sobrecoste que las operadoras cobran por usar el móvil en otro país, o tarifas de itinerancia). Desde hoy, y tras diez años de discusiones entre las autoridades comunitarias y las empresas teleoperadoras, ya no existen fronteras telefónicas en la UE…. Bueno, solo si se va de vacaciones. En el caso de estancias largas en el extranjero, las compañías continuarán cobrando esa sobretasa.
Los límites en el número de minutos, mensajes y datos fuera serán los mismos que tengamos contratados en el país de residencia. Igual que no suele ser una buena idea gastar datos para escuchar constantemente música o ver una película online, tampoco lo será en principio cuando estemos en el extranjero. Si superamos los límites, ocurrirá lo mismo que en nuestro país y la compañía cobrará las llamadas o datos a una tarifa en general más alta. La nueva normativa impone unos precios máximos no obstante muy inferiores a los que se cargaba hasta hace poco: 3,2 céntimos por minuto de llamada, un céntimo por SMS y 7,7 euros por giga, cantidad que se irá reduciendo hasta 2,5 en el 2021.
La mayoría de las compañías telefónicas, entre las que se encuentran todas las españolas, aplicarán el nuevo sistema de itinerancia. Solo hay 24 operadoras que no se incluyen en el paquete. Se trata de pequeñas empresas que no tienen red propia, por lo que no iban a poder cubrir gastos. Unos costes administrativos y técnicos que en lugar de pagarlo el cliente, las compañías lo cobrarán a precios mayoristas fijados por la UE. Bruselas ha advertido que vigilará que para compensar el roaming las empresas no aumenten sus tarifas en los países de origen.
Pero no nos engañemos, esta medida que entra hoy en vigor, no supone el final del roaming, ni profundiza en el mercad único de las telecomunicaciones. Las operadoras se han mostrado reticentes a la desparición del cobro de tarifas en itinerancia, porque sospechan que algunos ciudadanos pueden buscar gangas en países donde las tarifas son más baratas. El tiempo límite de utilización en el extranjero es de cuatro meses, si pasado ese tiempo, la compañía detecta que el cliente utiliza el teléfono más tiempo fuera que en su país, pedirán al consumidor que aclare su situación en un plazo de medio mes. Si no le convencen sus expolicaciones, le cobrarán las tarifas máximas previstas.
Dos mujeres lideran diez años de discusiones
La batalla contra el roaming tienen un nombre propio: Viviane Reding, excomisaria luxemburguesa de Sociedad de la Información y Medios de Comunicación y actual eurodiputada. Para Reading «es el fin de una batalla que ha durado diez años», y añade que «el fin de las tarifas de itinerancia representa la recuperación de la libertad de los ciudadanos de viajar, de sentirse en casa, de no tener que pagar por cruzar una frontera, y poder considerar Europa como su hogar. Más allá del lugar donde vive cada ciudadano, debe sentir que toda Europa es suya», explica la eurodiputada del Partido Popular Europeo.
La idea surgió en 2004, cuando aumentaron las quejas de los ciudadanos por las facturas astronómicas que debían pagar cada vez que salían de sus países. «Había que hacer algo», dice Reding. Así que comenzaron a reducir tarifas. La primera normativa, en 2007, redujo los precios en un 60%. Con la última, de 2017, se acaban las tarifas de itinerancia para siempre.
La otra eurodiputada popular, que ha liderado en los últimos años la batalla del roaming, ha sido la española Pilar del Castillo, exministra de cultura española. Recuerda que aunque siempre se buscó el fin de la itinerancia total, todavía queda un camino por recorrer para que las fronteras telefónicas desaparezcan dentro del mercado único europeo.
En su batalla por reducir esos costes, que afectan no solo a los turistas, sino a las personas que tienen que viajar por negocios o trabajo, durante unos días, Reding explica que «al principio todo el mundo estaba en contra, menos el Parlamento. El Parlamento siempre estuvo del lado de los consumidores, de los ciudadanos. Pero el Consejo de Ministros se manifestó totalmente en contra. Tuvimos que convencer a los Estados miembros para que trabajaran no solo por el bien de las empresas, sino también por el bien de los ciudadanos».
Y luego estaban los lobbies. «Un ejército de grupos de presión se desplegó por Bruselas y por otras capitales de la Unión para persuadir a los ministros para que no cedieran. Es muy raro que una batalla política dure diez años, tres generaciones de parlamentarios. Tuvimos que ponerlo negro sobre blanco, para que no se olvide».
Seguramente el roaming acabe teniendo el mismo papel que el programa Erasmus, para crear una conciencia europea, para que los ciudadanos no se sientan diferentes en un país u otro. Como dice la política luxemburguesa «todavía hay que salvar muchos obstáculos que afectan a esta libertad. Por ejemplo, para poder acceder a los contenidos con mayor facilidad independientemente del país en el que estemos. Y, en el caso de las empresas, para no tener que cumplir con miles de normas que dependan de cada territorio».
Esperemos que para la desaparición del roaming total no tengan que pasar otros diez años.
Compartir esta información
