Las mujeres son las protagonistas de tres exposiciones que se pueden ver estos meses en Barcelona y Madrid.
Lluïsa Vidal, es una pintora catalana que dedicó su arte a mostrar la vida de las mujeres. Como buena retratista, recibía numerosos encargos de familias acomodadas y trabajaba como ilustradora para la revista Feminal y otras publicaciones. El Museo Nacional de Arte de Catalunya, en Barcelona. rescata del olvido a esta artista, que quiso ser pintora a finales del siglo XIX, un momento en el que la mujer solo podía aspirar al matrimonio. Con su muerte, en 1918, desapareció su obra, pero ahora el museo catalán la ha recuperado del olvido con la exposición «Lluïsa Vidal. Pintora del modernismo», que finaliza el 15 de enero. Se incluye también la pintura al aire libre y los temas preferidos de la artista: fiestas populares, bailes de pueblo, playas y calles, casi siempre con figuras, colores vibrantes, trazo seguro y pinceladas atrevidas.
Es la primera vez que el Museu Nacional d’Art de Catalunya dedica una exposición monográfica a una mujer, la única representante femenina el modernismo catalán. Tuvo la inmensa suerte de nacer en una familia culta, liberal y con dinero. Su padre fue uno de los mejores ebanistas de esa etapa artística. Francesc Vidal era un hombre cultivado, que había viajado por Europa y su madre una melómana que hablaba varios idiomas y que quería que sus hijos, la mayoría mujeres, se dedicaran al arte.
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Alternó su carrera artística con la docencia, a partir de la creación de una academia femenina de dibujo y pintura en Barcelona, y formó parte de los proyectos más importantes del movimiento feminista de la época encabezados por la periodista Carme Karr o la pedagoga Francesca Bonnemaison. Vidal disfrutó de reconocimiento en vida, pero su figura quedó olvidada a raíz de su muerte.
Otra mujer hace historia en los museos españoles. La flamenca Clara Peeters, que prefirió pintar bodegones en vez de personas. Peeters pertenece a la primera generación de artistas europeos especializados en naturalezas muertas y una de las pocas féminas que pudo dedicarse profesionalmente a la pintura en la Edad Moderna. Dibujó unas 40 obras y la muestra reúne los quince mejores cuadros de la artista, entre las que se encuentran los cuatro cuadros que el Prado tiene en propiedad. La mayor parte de su obra la dibujó entre 1611 y 1621 que actualmente están en colecciones privadas o instituciones.
En el Museo del Prado podemos ver aves y pescados listos para ser cocinados, alimentos dispuestos en la mesa y vajillas de lujo caracterizan la temática de esta minuciosa pintora que muestra la sobriedad a través de los contrastes de objetos luminosos y fondos oscuros. La exposición sirve también para conocer la gastronomía de las familias adineradas de aquella época.
Una de las curiosidades de su obra, es que solía hacer autorretratos reflejados en la superficies de la vajilla, apenas visibles y diminutas con las que demuestra su maestría, pero suficientemente claras como para conocer mínimamente su fisonomía. Clara Peeters, que fue contemporánea de pintores como Jan Brueghel el Viejo, Rubens o Van Dyck, vivió en Amberes, y realizó varios viajes a la vecina Holanda.
Las exposiciones de Madrid y Barcelona dedicada a Lluïsa Vidal y Clara Peeters, sirven para recuperar a las mujeres artístas, que tantas veces, han quedado en el olvido de la historia del arte europeo.
«Del ideal moderno al ideal clásico»
Fundación Mapfre, Barcelona, hasta el 8 de enero de 2017
Pierre-Auguste Renoir, retrató a docenas de mujeres. El «Baile del Moulin de la Galette», considerada una de las obras maestras del impresionismo encabeza la exposición que la Fundación Mapfre dedica a una temática muy especial del pintor francés Auguste Renoir: su relación con las mujeres. El artista consiguió que fueran las protagonistas indiscutibles de su personal universo artístico. Inmortalizó en sus lienzos a su esposa, amigas, amantes o modelos.
Considerado por muchos, como el pintor de la mujer, la exposición: «Del ideal moderno al ideal clásico», en la Casa Garriga i Nogués de Barcelona, nos muestra a Renoir a través de ellas, ya que este fue uno de sus principales temas de inspiración. También se pueden ver obras de Van Gogh, Degàs, Pierre Bonnard, Maurice Denis y Picasso, lo que permite entender mejor la singularidad del artista francés y como influyó en sus contemporáneos y en las generaciones posteriores.
La muestra incluye unas 70 piezas que van esbozando la evolución de la obra del pintor y su interpretación de la imagen femenina a lo largo de su trayectoria artística. Así podemos observar desde la parisina moderna a la imagen maternal o la belleza intemporal del desnudo integrado en la naturaleza. Durante toda su vida Renoir estuvo rodeado de mujeres destacando la delicadeza de unas, la sensibilidad de otras o la voluptuosidad.
«El bal del Moulin de la Galette» visita por segunda vez Barcelona, cuando se expuso hace casi un siglo, en 1917. En aquella ocasión un grupo de artistas catalanes organizó una exposición con casi 1.500 obras, sobre el arte francés en el Palau de Belles Arts. Fue un acto solidario, ya que la primera guerra mundial, hacía muy difícil poder mostrar al público las obras de los pintores de aquella época. Aprovechando este retorno del Bal du Moulin de la Galette, la muestra también rinde homenaje a los pintores catalanes que vivieron y trabajaron en París a finales del siglo XIX, que también llevaron a sus lienzos aquel mítico rincón de Montmartre y cuyas obras, sobre todo, fueron una aportación esencial en la renovación que en aquellos años experimentó el panorama artístico nacional. Con este motivo se han incluido obras de Santiago Rusiñol, Ramón Casas, Carles Casagemas y Manuel Feliú de Lemus.
Renoir por partida doble en Barcelona y Madrid. En la capital española el Museo Thyssen muestra la primera retrospectiva en España en torno a la figura del pintor impresionista Pierre-Auguste Renoir (1841-1919). Aunque su obra se relaciona con la diversión colectiva, la mayor parte está centrada en la intimidad de un rincón campestre, o en un hogar, pero siempre despertando la imaginación del espectador.
En esta muestra destaca el papel central que ocupan las sensaciones táctiles en sus lienzos, y que pueden percibirse en las distintas etapas de su trayectoria y en una amplia variedad de géneros, tanto en escenas de grupo, retratos y desnudos como en naturalezas muertas y paisajes. A lo que hay que añadir su estilo variado, con una sorprendente diversidad de recursos, modificando su pincelada de un cuadro a otro. La exposición presenta un recorrido por más de 75 obras del artista francés, procedentes de museos y colecciones de todo el mundo como el Musée Marmottan Monet de París, el Art Institute de Chicago, el Museo Pushkin de Moscú, el J. Paul Getty de Los Ángeles, la National Gallery de Londres o el Metropolitan de Nueva York.
Aún contra el deseo del artista, la tercera exposición impresionista en 1877 fue la última en la que Renoir participó el pintor, que busca el éxito comercial y social a través de los encargos de retratos de familias adineradas.