Leonardo da Vinci basó todo su saber en la observación, en la ciencia, pero no pudo luchar contra las leyendas. Él también tiene una. Durante mucho tiempo corrió por Francia la idea de que murió en brazos de su último mecenas, el joven rey Francisco I de Francia. Incluso hay dos cuadros que se refieren a ese momento. Uno pintado por Jean-Auguste-Dominique Ingres en 1818 y otro por François Guillaume Menageot. Los dos son recreaciones, porque es falso que el artista muriera en brazos de Francisco, y se basan en los escritos ficticios de Giorgio Vassari, publicados en 1550.
Se sabe con certeza que en en ese momento el monarca estaba en su residencia de Saint-Germain-en-Laye. Pero el cuadro quiere mostrar el gran afecto que el rey tenía hacia Leonardo, al que llamaba «padre».
El actual castillo pertenece desde 1854 a la familia Saint-Bris, que hace unos 50 años realizó importantes obras de restauración para devolverle su aspecto renacentista, recuperando la cocina, la gran Sala del Consejo, el dormitorio, la capilla, el taller y la zona subterránea que acoge unas 40 máquinas diseñadas por su histórico huésped.
Clos Lucé es el castillo del Valle del Loira intimamente relacionado con el artista italiano. Llegó en 1516, con tres cuadros bajo el brazo y algunos de sus apuntes y códices. Un edificio que cinco siglos más tarde mantiene entre sus paredes y en sus jardines el alma de Leonardo, es su testigo póstumo.
Se dice que en su taller acabó de pintar la Gioconda, uno de los cuadros que llevaba en las alforjas.
En ese castillo de ladrillos rosados y piedras de toba vivió los últimos 3 años de su vida. Su mentor y último mecenas, Francisco I de Francia, le ofreció una de sus residencias de verano, una buena paga y le prestó a su cocinera, Mathurine. Da Vinci comenzó a idear una ciudad perfecta y a diseñar el castillo de Chambord, para mayor gloria del monarca francés, que quería convertir el centro del país en un nuevo foco creativo de cultura y riqueza. Fruto de aquella apuesta actualmente podemos disfrutar de la belleza de los castillos del Loira, un paisaje único convertido en Patrimonio de la Humanidad.
En Clos Lucé murió el 2 de mayo de 1519, hace ahora 500 años. Fue construido durante el reinado de Luis XI, hacia 1471. El Cloux estaba rodeado de fortificaciones y todavía mantienen un viejo palomar, en el que se construyeron un millar de hornillas.
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El rey Carlos VIII lo convirtió en su mansióm veraniega a pocos metros del castillo de Amboise, residencia real. Transforma la fortaleza medieval en castillo de recreo y construye una capilla para su esposa, Ana de Bretaña. En sus jardines, el entonces joven duque de Angulema, y posterior rey Francisco I, organizaba juegos de guerra en los jardines, mientras su hermana, Margarita de Navarra escribía cuentos. Comenzaba a respirarse el espíritu renacentista.
Fue Margarita la que le pidió que invitara a al artista italiano a su residencia. «Aquí serás libre para soñar, pensar y trabajar», con esas palabras Francisco atrajo a Da Vinci hasta Amboise. Lo nombró «primer pintor, ingeniero y arquitecto del rey» y le concedió una pensión de 1.000 escudos de oro anuales. Una gran tentación para vivir los últimos años de su vida.
Uno de los lugares más atractivos, sobre todo para los más pequeños es el Parque cultural Leonardo, diseñado con telas de obras y prototipos del artista florentino y donde se pueden ver y tocar varias reproducciones de máquinas y creaciones surgidas de la creatividad del genio renacentista.
Diversas maquetas de sus inventos a tamaño real, que se pueden tocar, girar y disfrutar, hacen único este enclave. Se pueden tocar varias reproducciones de máquinas y creaciones surgidas de la creatividad del genio renacentista. En el parque está el helicóptero que imaginó, la hélice voladora, el cañón, el tornillo de Arquímedes….
Rodeado de pinos encontraréis el agradable restaurante (l’Auberge du Prieuré), donde preparan menús de comida renacentista, adaptada a los gustos actuales. El chef os explicará anécdotas de la cocina, o como el rey Francisco I incluyó lácteos en las recetas para suavizar el gusto de las comidas. También hay una zona de picnic. Por cierto, ¿sabéis que Leonardo era vegetariano, y que recogía las verduras que luego le preparba la cocinera real Mathurine?
Clos Lucé se viste de gala estos días para conmemorar la figura de su ilustre huésped. A lo largo del año se han organizado diferentes actividades, aunque hay dos que sobresalen por su calidad, al resto de actos.
Del 6 de junio al 8 de septiembre, el castillo expondrá la tapicería de la última cena de Leonardo da Vinci, una obra maestra de seda y plata para Francisco I. Es la primera vez que este tapiz de más de 490 metros y 9X15, abandona los Museos Vaticanos.
En ese mismo edificio el músico y director español Jordi Savall ha preparado el Concierto de las Naciones (Le Concert des Nations), que podrá escucharse a finales de septiembre en la sala de exposiciones del castillo.
Clos Lucé estaba unido por una galería subterránea con el cercano castillo de Amboise, donde se residía Francisco I. Por el túnel se comunicaban una casa a la otra y el rey visitaba a menudo a su admirado artista. Actualmente no existe ese acceso, por lo que los turistas deben recorrer los escasos 500 metros que separan ambos edificios por la calle.
El castillo de Amboise, se levanta sobre una colina que domina el río Loira. Carlos VIII transformó el antiguo bastión medieval en un suntuoso palacio gótico y lo marcó con sus emblemas (la espada de fuego) y los de su esposa Ana de Bretaña (el armiño). El rey no pudo ver su obra terminada, ya que se golpeó la cabeza en un dintel de la puerta del castillo y falleció -con 28 años- en 1498, de un derrame. Al morir sin descendencia, le sucedió su primo Luis XII, casado con su viuda pero que decidió instalar su residencia en Blois.
La llegada de da Vinci, revolucionó el arte y la vida de la corte francesa en muchos aspectos. Como por ejemplo las fiestas, tanto en el vecino palacio real de Amboise como en Clos Lucé. Una de las más recordadas es la que organizó para celebrar la batalla de Marignan, que supuso para Francisco I, la recuperación de Milán. «Fue una fiesta de marqueting político, nos dice François Saint-Bris, dónde el rey convocó a todos los embajadores del mundo, y los nobles de su país que disfrutaron de un espectáculo que representaba el universo, y que transmitía el poder real».
En sus salones bailaron, se recitó poesía y se escuchó música compuesta por los artistas de la época. Se dice que era un hombre con mucha energía y que organizaba fiestas, conciertos y banquetes. En una ocasión diseñó un león autómata de cuyo pecho brotaron lirios naturales (la flor de Lis), también organizó la puesta en escena para la boda entre el duque Gian Galeazzo e Isabel de Aragón. Con su imaginación, convirtió el patio del palacio en una frondosa selva imaginaria, donde los sirvientes se transformaron en animales salvajes y aves vistosas que sobrevolaban a los atónitos invitados.
La salida se realiza bajando por la rampa de la torre de los Mínimos, por donde entraban o salían las caballerías. Ya en la calle podemos comprobar como su vista imponente, domina el pueblo
Nueve días antes de su muerte, el 23 deabril, redactó su testamento, en el que pedía ser enterrado en el vecino castillo de Amboise. Como no pertenecía a la familia real, no pudo ser enterrado en una capilla real, sino en un lugar menos ostentoso. Aunque da Vinci es admirado hoy en día, no siempre tuvo este reconocimiento. El ir y venir de sus restos mortales, así lo demuestra.
El edificio quedó abandonado tras la revolución francesa y se realizaron varias demoliciones, entre ellas la capilla en la que fue enterrado, que fue destruida y sus huesos esparcidos por alrededor. Actualmente solo podemos ver una quinta parte del palacio construido por Carlos VIII.
Tras varias vicisitudes no fue hasta el siglo XX, que se encontró una osamenta con varias monedas florentinas y con un brazo bajo la cabeza, como seguramente fue enterrado. No se cree que sea una leyenda, porque se sabe que sufría una parálisis que afectaba a la parte derecha de su cuerpo y que su fiel sirvienta Mathurine, lo acostaba de esa manera todas las noches. Su tumba se instaló en la capilla gótica de San Huberto, dentro del complejo palaciego de Amboise.
Una aplicación nos ayuda a buscar la sepultura de Leonardo y seguir todas las peripecias que sufrió su cadáver.
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