La crisis de refugiados ha vuelto ha demostrar la falta de respuesta humanitaria de los gobiernos y las instituciones europeas. Este fin de semana, Interpol -la Oficina europea de policía- hacía saltar las alarmas al reconocer que habían perdido la pista de unos 10.000 menores que habían llegado a Europa en los dos últimos años, procedentes de conflictos como los de Siria, Afganistán o Irak. Viajan asustados, desorientados, sin nadie que los proteja y enfrentándose a innumerables obstáculos.
Una décima parte de los menores de 18 años que han llegado a la Europa comunitaria lo hacen solos. Muchos son empujados por sus padres para salvarles la vida y les dan las direcciones de familiares y amigos con la esperanza de que los puedan acoger. Otros han perdido a sus padres en el camino.
A muchos adolescentes que tienen entre 15 y 18 años, se les pierde la pista, porque intentan mentir sobre su edad real, para evitar acabar en un centro de menores o temen ser devueltos a sus países.
No solo ha confrontado a muchos gobiernos a la hora de dar respuesta a esta crisis humanitaria, sino que países como los nórdicos, con larga tradición de acogida de exiliados han endurecido sus leyes hasta límites insospechados hace solo un año. Dinamarca, es uno de los ejemplos más claros. El Parlamento ha aprobado una polémica ley que no solo permite requisar sus bienes para pagar su estancia, sino que también les obliga a esperar al menos 3 años para reunirse con sus familiares. Varios países estudian aplicar una legislación similar.
Alemania vive una situación cada vez más tensa. Su canciller, Angela Merkel, que optó en un principio por abrir las fronteras a centenares de miles de sirios, se ha visto cuestionada en su país, un 40% de ciudadanos piden su dimisión, y ha acabado claudicando ante sus socios de coalición, endureciendo la política migratoria.
Otro de los posibles afectados de esta situación es el tratado de Schengen. Ante la presencia de miles de personas deambulando por Europa, muchos países han respondido levantado vallas, en un continente que ya había olvidado las fronteras. Las organizaciones humanitarias recuerdan que los refugiados seguirán llegando. En enero unas 50.000 personas han cruzado el Mediterráneo, porque ni el mal tiempo, ni el frío les detiene en su búsqueda de una seguridad que les permita rehacer sus vidas.