«Julio Verne, Los límites de la imaginación»
Espacio Fundación Telefónica, Madrid, hasta el 21 de febrero de 2016
La magnífica imaginación de Julio Verne lo convirtió en un auténtico visionario, no solo de su tiempo, sino también del siglo XXI. Su nombre está ligado a la literatura fantástica, del que es un maestro, y seguro que es el «culpable» de que muchos adolescentes y jóvenes hayan dirigido su vida profesional al ámbito de la ciencia. Para muchos expertos, el escritor francés, siempre mostró tener una base científica muy sólida.
Vivió a caballo de dos siglos vertiginosos en materia de innovación con grandes avances técnicos, científicos y geográficos. Estaba al corriente de todos los artilugios que se inventaron en su época y los incorporaba a su potente imaginación creando todo un imaginario literario. Nació cuando el mundo estaba anclado a costumbres ancestrales y cuando murió ya volaban los aviones. La exposición recorre todo el universo verniano desde el globo de Monfort al submarino Nautilus, con un ejemplar de la primera edición mundial de «Veinte mil leguas de viaje submarino». El visitante descubrirá también una serie de 44 ilustraciones de personajes de Verne, desde Phileas Fogg hasta el capitán Hatteras; o inventos e ingenios presentes en sus novelas, como la linterna mágica o la bobina de Ruhmkorff.
Verne no trasladó solo a sus lectores a los fondos marinos, sino que los lanzó al espacio. Precisamente la lectura de «Viaje a la luna» impulsó al ruso Yuri Gagrin a ser astronauta y convertirse en el primer hombre en viajar al espacio. Un escritor que nos ha sumergido en las entrañas de la Tierra, las profundidades del mar, la lejanía del espacio, la frondosidad de las selvas, el frío del polo y la soledad de los desiertos.
Este 2015 es sin duda el año de Verne en Madrid, ya que la Casa del Lector, nos permitió conocer hace unos meses manuscritos originales y objetos personales del escritor francés a través de la exposición «Nuevos viajes extraordinarios». Vernenos ha enseñado a vivir, a ver el mundo y a ver cómo la fantasía y la ciencia podían llevarnos más allá de nuestro vecindario, o de nuestra ciudad.
«Theo Jansen. Asombrosas criaturas»
Espacio Fundación Telefónica, Madrid, hasta el 17 de enero de 2016
El holandés Theo Jansen, también es un inventor nato. Imagina criaturas capaces de moverse y vivir durante un año en las playas de su país. Caminan por la costa, evolucionan y acaban convertidos en fósiles. Todas las bestias comparten un secreto matemático, trece números sagrados que indican la longitud de los tubos que componen las patas, definiendo su peculiar forma de caminar en la arena de las playas. Una especie de darwinismo informático llevado a la escultura. Precisamente la idea de la evolución marca la obra de este artista que vive pensando en como mejorar las capacidades de sus criaturas para que sobrevivan a su entorno, a las que denomina Strandbeest, el nombre de una conocida playa holandesa. Los que no evolucionan, acaban extinguidos y enterrados. Jansen habla de ellas como si estuvieran vivos, nacen en octubre y dan sus primeros a finales de otoño e invierno. Sus animales piensan, respiran, se alimentan, toman decisiones y se reproducen.
En 1990 centró su trabajo en la creación de seres artificiales a los que aplicó sus conocimientos científicos y de ingeniería, asegurando que «las barreras entre el arte y la ingeniería solo existe en nuestra mente». Adquirió fama internacional, cuando una de sus obras apareció en una campaña publicitaria.
En su libro «The great pretender» Jansen explica que el elemento común de todas sus obras es el tubo de plástico, inspirados en el cableado eléctrico de color amarillo típico de los Países Bajos, a los que modela dándoles un aspecto de hueso. Hace años compró 50 kilómetros de tubos, el único material que utiliza para esculpir sus obras.