La soledad, la locura, la imaginación, la hipertensión…. todo ese torbellino de sentimientos invadieron la vida de Van Gogh y se plasmaron en su obra.
«Van Gogh, a las puertas de la eternidad» es la última película rodada sobre el genio holandés y busca reflejar no una biografía, sino el proceso de creación de un artista. Impresionante William Defoe, y nos extraña que no le dieran el Óscar a mejor actor. Como en la mayoría de sus actuaciones traspasa la pantalla y nos hace sentir las angustias de su personaje.
Ese cúmulo de sentimientos los expresa también la cámara, que llega a convertirse literalmente en Van Gogh y nos permite ver lo que él veía, pasear por los lugares por los que caminaba, explorar el paisaje que le embriagaba, sentir los temores que él sufría. Vincent pasaba mucho tiempo en el bosque caminando largas distancias, porque cuando caminas ves las cosas de otra manera.
El director, Julian Schnabel filma a un pintor, desde la visión de otro pintor. Él mismo. A través de su visión de la obra de Van Gogh, el pintor Schnabel mantiene un diálogo con el artista y con el público. De esta manera nos muestra las escenas que podrían haber ocurrido durante los últimos días del pintor neerlandés, en la Provenza francesa.
Así vemos a un Van Gogh alejado de la sociedad, pero que quiere mantener un contacto con ella, inmerso en la naturaleza,que intenta transformar. Es una película lenta, con grandes silencios, y provocadoras reflexiones, que nos adentran en las vivencias de un esquizofrénico, de una persona que se sabe incomprendida, avanzada a su tiempo. Narrada en primera persona, nos permite vivir un poco dentro de su mente. El cineasta nos lleva por los lugares que vivió el pintor en sus últimos dos años: Arles, el asilo de Saint-Remy y Auvers-Sur-Oise.
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