El 1 de julio de 1916 se iniciaba en el Somme una de las batallas más sangrientas de la Primera Guerra Mundial. Aquel día murieron 21.392 hombres y otros 35.493 resultaron heridos. El primer batallón del Newfoundland Regiment, (Canadá) perdió aquel día al 80% de sus efectivos. Ciento ochenta días más tarde, los que duraron los combates, habían muerto, desaparecido o quedaron heridos, 1.200.000 hombres, la mayoría eran alemanes y británicos, pero había también franceses, canadienses, neozelandeses y australianos.
La batalla del Somme es cien años después, uno de los grandes desastres del ejército británico en su historia, pero fue una muestra de cómo Reino Unido y Francia combatieron codo con codo en las trincheras a ambos lados del río Somme, igual que hicieron más tarde durante la II Guerra Mundial. Ahora, el Brexit se levanta como un muro invisible entre la isla y el continente. Un siglo después la batalla se plantea en los despachos de Londres, Bruselas y las capitales europeas.
Con su decisión de abandonar la Unión Europea, el Reino Unido pone fin a 43 años de historia y de relaciones a menudo muy difíciles. Durante estas cuatro décadas, los británicos han peleado siempre por mantener su identidad nacional y nunca han renunciado ni a su moneda ni al control de sus fronteras. Considerado con frecuencia un socio incómodo, siempre ha mantenido una relación distinta y distante con la Unión Europea. Michael Keating, explica que «La Unión Europea siempre ha sido retratada como los otros, los extranjeros, los de allá, incluso como el enemigo». Para el profesor de las universidades de Aberdeen y Edimburgo «la UE y el proyecto europeo nunca han formado parte de la política interna británica. Para nosotros es una relación de política exterior».
No estuvo entre los cinco países que firmaron el Tratado de Roma y no entró hasta 1973, junto a Irlanda y Dinamarca, dos países que, a diferencia de los británicos, hicieron un referendum previo. Los británicos lo celebraron dos años después y obtuvo un apoyo del 65% de los votantes. El segundo referendo fue este 23 de junio. En esta ocasión poco más de la mitad de los ciudadanos optaron por salir del club europeo, y se encendieron las alarmas.
Los 27 países que quedarán en la Unión Europea han abierto un periodo de reflexión y después del verano, el 16 de septiembre, se reunirán en Bratislava, capital de la presidencia de turno del segundo semestre, para concretar las medidas que tomarán en las negociaciones con Londres. El Brexit ha abierto heridas tanto en el continente como en las islas británicas. Esta consulta popular ha dejado claro, algo que ya se venía anunciando hace años, sobre todo tras la crisis económica: el eurodesencanto de los ciudadanos, que no han encontrado apoyo de sus líderes políticos en los momentos más duros de estos años.
«Hemos visto que hay muchas personas en Europa descontentas con el estado actual de las cosas, que esperan que lo hagamos mejor», ha dicho el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. «Durante décadas Europa significaba esperanza… tenemos la responsabilidad de volver a eso». El gobierno alemán cree que la grave crisis abierta por el Brexit «es el momento para hacer reformas y afrontar los desafíos económicos y de seguridad de todos los países». El primer ministro eslovaco, el socialdemócrata Robert Fico, ha dicho que «donde no hay conformidad, nuestro deber es crear suficiente espacio para la discusión, tal vez en instancias inferiores al Consejo Europeo, como la reunión de los líderes europeos. No es nuestro objetivo profundizar en la divergencia de opiniones. En mi opinión existe un enorme malentendido si alguien dice que le interesa debilitar las instituciones y fortalecer las posiciones de los Estados miembros».
Al otro lado del canal de la Mancha el referéndum también ha abierto muchas heridas. El país está dividido y no solo porque deben establecer cómo mantener su relación con el resto de Europa, sino porque se ha producido una fractura política y social, a las que hay que añadir el interrogante de como afectará el Brexit a su economía. El sábado 2 de julio decenas de miles de personas se manifestaban por las calles de Londres para pedir un segundo referendo… o para evitar, vía parlamentaria la salida de la UE. «Ahora somos europeos, y quiero que mis nietos crezcan en un mundo en el que estemos unidos, en una Europa unida, porque somos europeos», decía una manifestante, mientras otro respondía que «este referendo ha dividido al país».
El 1 de julio, Eslovaquia, uno de los países que ingresaron en Europa en 2004 asumió la presidencia de turno de la UE. Lejos de Bratislava, en los campos del Somme, cien años después de la sangrienta batalla, ese mismo día, los líderes recordaban que «pase lo que pase, y como hace un siglo, el Reino Unido seguirá siendo un amigo, un aliado, un compañero de viaje».