Una buena manera de entrar con buen pie en cualquier relación, sobre todo si es comercial, es con una buena comida. Eso intenta hacer la Unión Europea en China y Japón. Para reforzar el sector primario, los europeos buscan abrir mercados en el lejano Oriente, y principalmente en las dos potencias asiáticas.
La Comisión Europea ha organizado la Semana de los Restaurantes Europeos en Pekín, Shanghai y Tokio. Son las ciudades más pobladas del planeta, entre las tres reúnen casi cien millones de habitantes. Un mercado nada despreciable y puerta de entrada para modas gastronómicas en sus respectivos países. Aunque hay un pero…. la gastronomía asiática y la europea, tienen poco en común, tanto en productos, como en gustos o maneras de cocinar los alimentos. A su favor, que la creciente clase media china demanda otros servicios y uno de ellos es el de restaurantes de cocina internacional.
El Comisario Europeo de Agricultura, el irlandés Phil Hogan, ha liderado una delegación de empresarios del sector, con la intención de promocionar los productos europeos y fomentar las exportaciones agropecuarias, que ya representan 10 mil millones de euros con ambos países. En un mundo cada vez más abierto, el éxito de la agricultura europea dependerá también de su capacidad para consolidar y fomentar sus posiciones internacionales. Los productos agrícolas europeos tienen una calidad y diversidad única, pero producir excelentes alimentos y bebidas no es suficiente, porque también tienen que ser competitivos.
«Debemos reducir el impacto de la agricultura y del cambio climático tanto como nos sea posible en nuestro medio ambiente» , explica el comisario de agricultura, Phil Hogan. «Por ello debemos contribuir a mejorar el contenido nutricional, de calidad y seguridad en los alimentos que producimos. Tenemos que reducir el nivel de desperdicio en la cadena alimentaria».
En 2015, un 8% de las exportaciones europeas agrícolas se destinaron a China, que se ha convertido en el segundo gran mercado de los productos agroalimentarios europeos. Las exportaciones incluyen comida infantil, cerdo, vinos, bebidas alcohólicas y productos perecederos. Japón es el quinto mercado europeo, que además de esos productos también compra queso, chocolate y productos dulces. «En Europa estamos muy orgullosos de nuestros increíbles alimentos y bebidas y las 43 empresas que me acompañan a este viaje a China les van a ofrecer la gran oportunidad de probar algunos de nuestros mejores productos», explicaba el comisario Hogan.
Europa tiene que alimentar a 500 millones de personas, China a 1.500 millones de ciudadanos y Japón a 130. Unas cifras que suponen un aumento de demanda alimentaria que debe respetar los recursos naturales y la biodiversidad, manteniendo la calidad nutricional de los alimentos.
El consumidor chino ha cambiado en las últimas décadas en dos aspectos: se ha vuelto más urbanita y ha diversificado su dieta, lo que ha facilitado la entrada de nuevos alimentos, como los productos perecederos, las carnes, las fruta fresca y las hortalizas. Preocupado por la seguridad alimentaria, exige alimentos de más calidad. China también ha aumentado el coste de sus productos tradicionales, debido a las limitaciones de tierras fértiles, el transporte a las grandes ciudades y los costes laborales. Pero la distancia también encarece los productos europeos, que de momento son consumidos mayoritariamente por la amplia clase media que existe en el gigante asiático.
La mejor manera de penetrar en ese mercado, ha pensado la Comisión Europea, es dando a probar su gran riqueza gastronómica. En un recorrido gastronómico por la cocina europea, los asiáticos pueden disfrutar de unas virutas de queso de leche cruda de vaca y jamón típica de Bélgica, un paté de berenjena y pimiento que proponen los búlgaros, la ensalada de Estonia, el estofado irlandés, la moussaka griega, un plato español como los chipirones a la sal de Añana, los caracoles de Borgoña con ajo y perejil, el italiano Risotto de Pichón; las albóndigas de carne de Chipre, el lucio frito con salsa de rábano picante de Lituania, la sopa tradicional de rape finlandés, hígado a la húngara, o bolas de pan al estilo austríaco.
¡Platos para relamerse!