Para visitar Pamplona, no es necesario ir a los Sanfermines, incluso es mejor no hacerlo en esos días de bullicio y fiesta. O como mínimo, si uno va para las fiestas sanfermineras, postponga a unos días de más tranquilidad la visita a la capital navarra, y descubra algunos de sus rincones más autóctonos.
Empezamos nuestro paseo por Pamplona en su ciudadela. Declarada Monumento Nacional, está considerada como uno de los mejores ejemplos de la arquitectura militar del renacimiento español y uno de los más destacados conjuntos defensivos de Europa.
Su construcción, iniciada en época de Felipe II -1571- según los planos del ingeniero militar Giacomo Palearo, el Fratin, se acomodaba a los avances de las técnicas bélicas, que obligaban a defenderse de una artillería en pleno desarrollo.
Se proyectó así un conjunto defensivo similar a la Ciudadela de Amberes: un pentágono regular con cinco baluartes en sus ángulos. En su interior, las construcciones militares formaban una minúscula población, con un sistema radial de callejuelas que confluía en la plaza central o plaza de armas.
En 1888, la necesidad de construir el primer ensanche obliga al derribo parcial de dos de sus baluartes y un revellín. La Puerta del Socorro fue erigida en 1689, poco después del revellín al que envuelve. La Contraguardia de Santa Isabel era el primer control en el acceso de carros desde la campaña (la actual Vuelta del Castillo) al interior de la Ciudadela. En el cuerpo de guardia, del que hoy solo nos queda el arranque de sus paredes y su pavimento de ruejo, una escuadra (normalmente un cabo y cuatro soldados), identificaba y anotaba a todo aquel que quisiera acceder al interior. Incluido este primer control, los visitantes accedían a la Ciudadela atravesando 6 puentes: 3 estables (fijos), dos levadizos y el último, basculante, que es el que da acceso a la tercera y última de las puertas.
Navarra fue, entre 1923 y 1959, destino de las visitas del escritor Ernest Hemingway. Los sanfermines y el bosque del Irati, dos mundos contrapuestos, inspiraron al Premio Nobel algunas de sus obras. Él con su arte literario, le dio a Navarra una proyección internacional que cada vía en aumento. Pamplona y Hemingway son un binomio indisoluble. Las fiestas de San Fermín cautivaron en 1923 a quien entonces simplemente era un periodista del semanario canadiense «Toronto Star». De la vivencia de aquellos primeros encuentros con Pamplona, en 1923 y 1924, nacio su primera novela importante «The sun also rises» (Fiesta).
Desde 1923 a 1959 Hemingway participó de los sanfermines en nueve ocasiones, escribió sobre estas fiestas en artículos periodísticos y en algunas de sus novelas, y en la medida que su figura literaria se hacía universal, miles de turistas del mundo acudían y acuden desde entonces a la ciudad para participar en sus fiestas y vivir aquello que el famoso escritor vivió, y sobre todo, transmitió.
Quien quiera entender todo esto está invitado a visitar aquellos lugares que a Hemingway le cautivaron. Son lugares concretos: Pamplona, Burguete, Lekunberri, Aribe, Yesa…; lugares que hoy configuran una ruta turística que recuerda y rinde homenaje a quien promocionó Navarra.
1.- Bar Txoko.- Fue habitual verle en su terraza antes y después de la corrida de toros en 1953 y 1959.
2.- Hotel Quintana.- Hemigway hizo famoso este hotel y a Juanito Quintana, su dueño, en la novela Fiesta.
3.- Café Bar Torino.- Hemingwsay cita a este bar en su novela Fiesta con el nombre de otra ciudad italiana: Bar Milano.
4.- Café La Perla.- Se conserva intacta la habitación que empleó en los años cincuenta. Su primer contacto con La Perla lo tuvo en 1923.
5.- Café Iruña.- Este café es el denominador común de todas sus visitas a Pamplona. Aquí ambienta buena parte de su novela Fiesta.
6.- Café Kutz.- Entre el Café Iruña y el Pasaje de la Jacoba. Hemingway dejó constancia de él en su libro Muerte en la tarde.
7.- Café Suizo.- Fue inaugurado en 1844, en el n. 37 de la Plaza del Castillo, por los señores Matossi y Fanconi, de Suiza.
Hay una estatua de Hemingway frente a la plaza de toros.
La calle Estafeta es, sin duda, la calle más famosa de Pamplona, mundialmente conocida por los encierros de los Sanfermines. Su nombre le viene porque en el siglo XIX estuvo aquí la primera estafeta de correos de Pamplona.
Tiene dos partes bien diferenciadas; en la primera, desde la curva con la calle Mercaderes, donde habitualmente chocan los toros de forma espectacular, hasta la Bajada de Javier. Existen pequeños comercios y locales, con mención especial para Pastas Beatriz, el Churrero de Lerín o la cuchellería Gómez.
La segunda parte, desde la Bajada de Javier y ya enfilando hacia la plaza de Toros es más gastronómica. Bares a los dos lados de la calle con barras atestadas de banderillas, que hacen las delicias de locales y visitantes.
Fue construida durante los siglos XIV y XV sobre los restos de un templo románico. La fachada neoclásica de 1799 es de Ventura Rodríguez y el inerior es gótico francés. La campana María, situada en la torre izquierda, data de 1584 y es la segunda más grande de España, con sus 12.000 kilos. El claustro, terminado el año 1472, está considerado como uno de los más bellos de Europa.
La talla de Santa María la Real es románica del siglo XII, la imagen mariana más antigua de las conservadas en Navarra, y es de madera revestida en plata. El niño y el trono son añadidos, de los siglos XVII y XVIII respectivamente. Frente a ella se coronaban los reyes de Navarra.
La catedral alberga el museo Diocesano, en estancias originales de gran interés, como la cillería o el refectorio. Destacan el Relicario del Santo Sepulcro, que contiene un Lignum Crucis y diversas obras sacras.
También son de destacar los retablo, la sillería del coro, de Esteban de Obray, el Santo Cristo de Anchieta, el sepulcro de alabastro de Carlos III el Noble y su esposa, de Johan de Tournai, y la capilla Barbazana, con su bóveda gótica octogonal, que es la dependencia claustral más antigua.
*La entrada cuesta 5€, pero si es tu cumpleaños la visita es gratuita.
Es uno de los rincones más pintorescos del casco viejo de Pamplona, situado cerca de la plaza de San José y la catedral. El punto más álgido es el Baluarte del Redín situado en el centro del recinto amurallado de la ciudad. Este amplio balcón permite unas vistas de 180º divisando el río Arga, el Paseo de Ronda, las torres de la Catedral y los barrios de Rochapea y Chantrea. Allí se encuentra la «Cruz del Mentidero», que sobrevive desde 1.500, cuando se realizaban ejecuciones de herejes. El bastión del Redín, era el mejor lugar defensivo de la ciudad, y el de más difícil acceso para los atacantes, porque tres cañones cubrían todos los ángulos de fuego.
Incluida en la Ruta de Castillos y Fortalezas de Navarra, en los siglos XVI y XVII, se reforzaron las paredes adaptando la defensa a los nuevos tiempos y a los innovadores equipamientos militares. El Mesón del Caballo Blanco era utilizado como hospital de peregrinos y actualmente es una tranquila cafetería.
Erigido hacia 1540, se trata de uno de los elementos más antiguos de a fortificación que se conservan. De uno de sus flancos partía el desaparecido frente de la Tejería, cuyo arranque, rebajado en altura, se conserva junto al frontón Jito-Alai. De la plataforma que rodeaba a su base solo queda parte, ya que a raíz de las obras de ensanchamiento de la carretera de la Chantrea, hacia 1960, una de sus caras desapareció.
@angelaGonzaloM
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