Luis Diego Cuscoy fijó su objetivo en una cultura rural que a mediados del siglo XX se extinguía. En los procedimientos tradicionales en agricultura, o pesca… y especialmente en los cabreros y las artesanas. Fotografíó el sur de Tenerife antes de que el boom turístico cambiara su fisonomía para siempre y dejó para la posteridad un tiempo que pertenece al pasado.
Ahora la exposición «Arqueología de la mirad, reúne la obra de Cuscoy en las salas Cabrera Pinto de La Laguna, hasta el 13 de enero.
Una iniciativa con la que se culmina la investigación, digitalización, restauración, catalogación y estudio del archivo de Luis Diego Cuscoy, que se completa con la publicación de un libro-catálogo y un documental
La polifacética obra del que fuera director del Museo Arqueológico de Tenerife, especialmente en el campo de la arqueología y la etnografía, tuvo como correlato no solo numerosas publicaciones sino, también, una considerable cantidad de materiales documentales que Luis Diego Cuscoy fue sistemáticamente organizando en archivos de diferentes soportes. Varios miles de fotografías, diapositivas, películas, grabaciones de audio, manuscritos, epistolarios, documentos, que reflejan muchas décadas de investigación, constituyendo un legado histórico de primera magnitud.
Diversas razones, sin embargo, impidieron que este Fondo estuviese disponible para los investigadores y el público. Coincidiendo con los objetivos del propio Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz, donde fue depositado, la Dirección General de Patrimonio Cultural tomó la iniciativa de desarrollar un proyecto de investigación que atendiera a la estrategia de conservación de los materiales, su digitalización y catalogación, para concluir con este proyecto de difusión que se presenta con la exposición ‘Arqueología de la mirada’, comisariada por el profesor de la ULL Juan Francisco Navarro Mederos y Mayte Henríquez, experta en Antropología Social y Museología, que además ha contado con la colaboración del fotógrafo Tarek Ode. Completa el proyecto la edición de un libro-catálogo y un documental dirigido por Miguel G. Morales.
Un equipo interdisciplinar ha digitalizado y catalogado el archivo fotográfico de Luis Diego Cuscoy, un valioso compendio integrado por más de 15.000 negativos —la inmensa mayoría en blanco y negro—, positivos y diapositivas en diferentes formatos. Una parte significativa de estas últimas son copias que el autor realizó para emplearlas en conferencias. Hay en este fondo algunas fotografías familiares de sus años de infancia y adolescencia, realizadas evidentemente por otras personas, pero el resto fueron tomadas casi todas por él mismo desde 1934-1935 hasta 1986. Incluso la mayoría en las que aparece él son obras suyas con el empleo del trípode y el temporizador de obturador.
Puso en práctica con mejores recursos su afición por la fotografía, no solo porque disponía de unas máquinas con mejores prestaciones, sino porque montó su propio laboratorio de revelado. Luego adquiriría otras cámaras, con una clara preferencia por los visores superiores, como la magnífica Zenza Bronica con óptica Nikkon que nunca dejó de utilizar.
En los últimos años de su vida, Cuscoy dedicó una parte importante de su tiempo a revisar y reordenar su archivo profesional y personal para cuando él ya no estuviera. Ese vasto archivo lo integran múltiples carpetas y archivadores con informes, dictámenes, memorias, notas manuscritas, originales de publicaciones mecanografiados, correspondencia, documentos personales y administrativos, separatas y otros materiales impresos, así como material fotográfico, sonoro y cinematográfico.
Tras su fallecimiento, se creó en la Universidad de La Laguna la Cátedra de Arqueología Luis Diego Cuscoy por iniciativa de un grupo de alumnos y profesores, con el objetivo de fomentar el conocimiento y la conservación del patrimonio arqueológico.
El Patronato del Museo Arqueológico del Puerto de La Cruz, que se encontraba en proceso de creación a partir del Museo del Instituto de Estudios Hispánicos, institución a la que Cuscoy había estado muy vinculado y cuya sala de arqueología llevaba su nombre, compró su fondo a las herederas en 1991, coincidiendo con la inauguración del Museo. En el año 2017 la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, reunió un equipo interdisciplinar para llevar a cabo el proyecto de digitalización y catalogación del Fondo Fotográfico Luis Diego Cuscoy. El archivo se hallaba en un estado de conservación muy delicado.
Cuscoy había ido mejorando técnicamente como fotógrafo a medida que pasaba el tiempo, y recibió influjos estilísticos de las corrientes en boga o de otras que ya no lo eran tanto. También hubo cierta evolución en los temas que le interesó fotografiar en cada época, aunque algunos se mantuvieron de manera duradera por estar vinculados a sus principales actividades profesionales o a sus inquietudes intelectuales y espirituales.
Las imágenes se han clasificado en seis grandes temas, autorretratos, familiares, artísticas, recreaciones, acontecimientos; arqueología: piezas arqueológicas, yacimientos, excavaciones y prospecciones, bioantropología; naturaleza: paisajes, botánica, geología, erupción volcánica; paisajes urbanos, construcciones: pueblos, ciudades, arquitectura popular, arquitectura civil, arquitectura religiosa, arte, efectos de la guerra civil; etnografía, cultura popular: agricultura, alfarería, pastoreo, pesca, marisqueo, transporte, almacenamiento, otras artesanías, espacios domésticos, religiosidad, folklore, deportes autóctonos; paisanaje: niños y niñas, adultos, personajes, vida a bordo.
Luis Diego Cuscoy (Sant Esteve d’en Bas, 1907 – San Cristóbal de La Laguna, 1987) es conocido como una de las mayores figuras de la arqueología canaria, pero además de arqueólogo fue poeta, maestro y teórico de la educación, periodista de opinión, etnógrafo, antropólogo, director de museo, naturalista, fotógrafo y otras facetas más que en conjunto lo definen como un hombre poliédrico. Era, ante todo, una personalidad curiosa e inquieta que se llegó a interesar e involucrar en múltiples temas.
Mientras estudiaba magisterio conoció al pedagogo y antropólogo Juan Comas Camps, quien le inculcó los fundamentos de la pedagogía institucionalista, es decir en la línea de los fundamentos de la Institución Libre de Enseñanza. En 1928 terminó la carrera, realizó sus prácticas en la escuela de La Guancha (Tenerife) y publicó su primer libro de poemas Tenerife espiritual. Fue destinado a una escuela de El Sauzal, trabajo que le permitió adquirir la cámara con la que realizó sus primeras fotografías y un pequeño coche Morris que le llevaría durante más de dos décadas por toda la geografía insular.
El golpe del 18 de julio de 1936 se derrumbaron todos sus esperanzas y se produjeron cambios drásticos en su vida. En lo personal debía derivar su naturaleza inquieta hacia otros terrenos, y si ya no era posible mejorar el futuro, sólo cabía mirar hacia el pasado y cuanto más remoto mejor. Así encauzó sus inquietudes intelectuales en la arqueología. En ese momento crucial se cruzó en su vida el historiador Elías Serra Ràfols, un hombre que jugó un papel determinante en su cambio de rumbo profesional. En 1943 empezó una intensa labor arqueológica que duraría el resto de su vida, combinada con los estudios de la cultura popular y sin abandonar nunca la literatura. Mientras el arqueólogo investigaba los campamentos guanches de Las Cañadas, al mismo tiempo el etnólogo indagaba en el comportamiento de los pastores tradicionales en ese mismo lugar y el literato reflexionaba sobre ese paisaje.
Se concentró en impulsar la creación de un Museo Arqueológico dependiente del Cabildo Insular, que inauguró en las Fiestas de Mayo de 1958. Era un museo creado por él y destinado a estar dirigido por él, compaginándolo con su trabajo de maestro hasta febrero de 1969, cuando solicitó excedencia para dedicarse en exclusividad al Museo.
La dirección del Museo Arqueológico representaría un antes y un después en su vida. Era un marco institucional desde el que desarrollar sus actividades, reforzando su estatus profesional y científico dentro y fuera de las Islas, y facilitándole relaciones institucionales con centros e investigadores de múltiples países. No le faltaron los reconocimientos públicos. En 1977 le concedieron la Encomienda de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio. En 1982 el Cabildo le otorgó la medalla de oro de la Isla de Tenerife. Y en 1985 recibió el Premio Canarias en la categoría de Acervo Socio-Histórico y Patrimonio Histórico Artístico y Documental.
NdP