Era el último gran estadista de cuantos influyeron en el mapa del mundo en la última mitad del siglo XX. Por un extraño capricho del destino, tenía que llamarse Fidel Castro, nombre que significa fidelidad y campamento militar, los dos denominadores comunes de toda su vida. Dictador para unos, revolucionario sincero y líder del Tercer Mundo para otros, se mantuvo casi cinco décadas en el poder, fiel a su principio de que las ideas son más importantes que las armas. Sobrevivió a más de 600 planes de atentado. A una decena de presidentes norteamericanos. Pronunció los discursos más largos. Era el gobernante mas veterano del mundo de los que llegaron al poder por sus propios medios. Su biografía está llena de récords, recorrerla es repasar la historia de Cuba y del mundo en el último medio siglo y aproximarse el espíritu de su último combate.
Birán, a 800 kilómetros al este de la Habana, es el lugar donde nació Fidel Castro Ruz, el 13 de agosto de 1923. Una pequeña aldea construida por su padre Ángel María Castro, terrateniente nacido en Galicia y casado en segundas nupcias con Lina Ruz, con quien tiene 7 hijos. A Fidel le impactan desde muy pequeño los acontecimientos de la Guerra Civil española y de la contienda mundial. Ya adolescente, estudia interno en los mejores centros de Cuba. Moldean su educación los colegios de jesuitas de Santiago y la Habana, donde en 1950 se licencia en Derecho.
«Hay una escuelita donde él empieza a ir y tal, pero digamos que nace en un ambiente muy rústico, donde la fuerza, tiene importancia. Luego es educado esencialmente, en escuelas católicas, por organizaciones cristianas muy conservadoras, en particular los jesuitas, conocidos por formar de una manera… por crear una impronta fuerte; y jesuitas «franquistas», explica Ignacio Ramonet, periodista y autor de la biografía «Fidel Castro: Biografía a dos voces».
En la Universidad empieza a convertirse en un político profesional. Allí apunta ya su carisma y su dominio de la retórica. Su rebeldía se forja en los años de estudiante. Acaba presentándose como candidato a diputado por el Partido Ortodoxo, que tiene como diana a los líderes corruptos de la época. Pero su sueño político se frustra con el golpe de estado del sargento Fulgencio Batista en 1952. El régimen que domina la isla se caracteriza por la dependencia de los Estados Unidos, la extensión del gangsterismo, la prostitución y la caza de brujas. Los marines norteamericanos utilizan Cuba como centro de recreo y desprecian los símbolos nacionales. Se desata la violencia y surge un fuerte sentimiento anti-imperialista. En ese ambiente, se forja una generación de jóvenes revolucionarios. Algunos capitaneados por Fidel Castro intentan el asalto al cuartel de Moncada en Santiago. La operación fracasa. En el repliegue, varias decenas de asaltantes son asesinados. Mueren también civiles. Es una masacre que recordará después fundando el movimiento 26 de julio.
Entonces, para los dueños de la isla, Cuba es sólo un negocio. Quizá por eso Castro, que asume su propia defensa en el juicio tras el asalto al cuartel Moncada, pronuncia una de las frases más repetidas en sus biografías: «Condenadme, la historia me absolverá». Sin duda es una personalidad tan compleja, ha gobernado tanto tiempo, ha vivido tantos momentos decisivos, que, evidentemente, para algunos, la historia lo absolverá, y, para otros, la historia lo condenará. Algo absolutamente normal.
Pasa dos años en prisión, donde acentúa su radicalismo. Es amnistiado y se exilia a Méjico. Allí conoce a Ernesto Guevara. Juntos proyectan regresar a Cuba. Lo consiguen, años más tarde en un barco al que llaman: «Granma». Tras los primeros combates, de aquellos 82 hombres, solo sobrevive una docena que logra refugiarse en la Sierra Maestra. Declaran la guerra total en el país y piden ayuda a la población para destituir al gobierno.
Tiene 32 años cuando derroca al dictador Fulgencio Batista en 1959. Tras el triunfo de la revolución inicia el reparto de tierras entre los campesinos. Promulga la reforma agraria por la que expropia latifundios y los cede a las cooperativas. Los sabotajes y las tensiones con el gobierno norteamericano se desatan cuando sienta las bases de la transformación de Cuba.
A mediados de año pone en marcha la nacionalización de las empresas extranjeras, en su mayoría norteamericanas, y establece relaciones con la Unión Soviética. Regresa a Nueva York, donde se entrevista con Nikita Kruchev, para intervenir por primera vez ante la Asamblea de Naciones Unidas. A principios de los sesenta proclama el carácter socialista de la revolución y se declara marxista-leninista. Impone un régimen de austeridad, disciplina y productividad que no conseguirá las metas previstas.
Las nacionalizaciones, unidas la 1ªDeclaración de la Habana en 1960, en la que denuncia la miserable situación de Latinoamérica y llama a la sublevación contra el imperialismo norteamericano, mueven a los Estados Unidos a declarar el embargo a las exportaciones cubanas y a iniciar el bloqueo de la isla, que se mantendrá durante casi 5 décadas. Luego llegaría el bloqueo estadounidense, la invasión de Bahía Cochinos y la crisis de los misiles.
A finales de la década Castro justifica la invasión de Checoslovaquia por las tropas soviéticas, pero no duda tampoco en pedir perdón por el fracaso de uno de sus planes económicos más desproporcionados, el de los diez millones de la recogida de azúcar, la zafra, que deja la economía cubana al borde del colapso. La entrada de Cuba, a principios de los 70 en el Consejo de Ayuda Mutua Económica, impulsado por la Unión Soviética, trae un tiempo de bonanza y da un respiro al régimen de Fidel que se mantiene toda la década.
En esa época la ayuda de militares castristas llega a países de África que luchan por su independencia. En Angola, la intervención cubana cambia el curso de una guerra que dura 15 años. Con el regreso de los combatientes de aquella arriesgada operación militar, Castro se consagra como un estratega capaz de intervenir en la geopolítica del mundo. Después tendrá una influencia decisiva en la caída del régimen racista de Sudáfrica y en la llegada al poder de Nelson Mandela.
Médicos y maestros cubanos colaboran también en países como Yemen, Honduras, Níger, Namibia, Tanzania o Venezuela, en una particular lucha cultural contra el imperialismo.