Renacer de las cenizas

Siempre creyó que el campanile de San Marcos ha estado ahí, ¿que la aguja que sobresalía de Notre Dame, fue construida en el siglo XIV? ¿Qué las gargolas, tuvieron esos rasgos misteriosos y hasta de mala leche, desde que se construyó la catedral parisina?. Pues no. Son edificios históricos y a lo largo de los siglos han sufrido múltiples afectaciones, unas más graves que otras… y se han tenido que reconstruir.

Después de ver lo ocurrido estos días en la catedral de Notre Dame, nos podemos imaginar lo que sintieron los venecianos, cuando el campanile que preside la plaza, quedó totalmente destrozado en 1902. Si pasean hoy por Dresde, se la imaginan totalmente en ruinas. Todas las ciudades, por pequeñas que sean, tienen sus edificios de referencia, son sus emblemas. Su skyline, les aportan personalidad.

A largo de la historia muchos monumentos y ciudades han sufrido incendios, bombardeos, terremotos, saqueos, inundaciones o abandonos. En la misma Francia, las catedrales de Nantes o de Le Havre, en España la de León o en Alemania, Dresde o la de Colonia. A ello añadimos pueblos arrasados por las llamas como el barrio portuario de Bergen, o Santander en 1941…. y eso que solo nos centramos en Europa.

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Es decir, que esto ya lo hemos sufrido antes y lo hemos superado y se han transformado. Así que no tenemos dudas de que aunque no será la misma, Notre Dame volverá a resurgir de sus cenizas.

Como hizo Le Havre, en la desembocadura del Sena, el río que envuelve a la catedral de París. La ciudad quedó arrasada durante la segunda Guerra Mundial, y perdió su histórico barrio antiguo. Su reconstrucción duró casi 20 años. El arquitecto Auguste Perret y su equipo levantaron una ciudad nueva, con hormigón un material nada atractivo. En la masa del hormigón se añadieron colores rosa, amarillo, violeta… Adeline Fouquet nos recuerda que la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad, por la utilización novedosa que se hizo del hormigón.

La hemos visto quemarse en directo, como se desplomaba -dominada por el fuego- la aguja instalada en su parte superior en el siglo XIX. Y nos ha impresionado ver como más de 800 años de historia se esfumaban en unas horas. Ha sido casi una catarsis colectiva, mientras las imágenes del fuego se incrustaban en nuestras retinas. La catedral de Notre Dame de París no ha sucumbido al fuego, sigue ahí, «tocada, pero no hundida».

Siguiendo en Francia, hace poco estuve en Nantes y cuando el guía me explicaba todo lo que le había pasado a su catedral, pensaba que había nacido con muy mala suerte. Sufrió varias explosiones e incendios y fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial. Y a pesar de su azarosa historia, ahí está ella, mostrando la historia que atesora en su interior, como el magnífico sarcófago con las estatuas yacentes de los reyes de Bretaña.

La gran contienda de la que ahora conmemoramos el 80 aniversario de su inicio, dejó arrasados pueblos y ciudades y se perdió una gran parte del patrimonio cultural, artístico y arquitectónico europeo. Londres, Berlín Colonia, Varsovia… y un sinfín de ciudades quedaron devastadas, y hoy en día paseas por sus centros históricos y nos parece que siempre fueron así.

Este lunes, mientras se quemaba Notre Dame, muchos ciudadanos sentimos que perdíamos algo que también nos pertenecía. Las personas que han nacido en una ciudad patrimonio de la humanidad, o viven junto a un monumento catalogado así por la Unesco, no son conscientes -muchas veces-, de la suerte que tienen de compartir sus paseos, sus prisas o su quehacer diario con estas maravillas construidas por el ser humano.

Cuando ocurre una desgracia como la que ha vivido París, vuelven la mirada hacia esos monumentos…. y entonces los redescubren y quizá también entiendan a los miles de turistas, que pagan por ver un lugar que para ellos es tan cotidiano.

Cantaba Edith Piaf y decía que allí, en la ciudad de la luz, todo termina teniendo arreglo; que en el cielo parisino siempre acaba floreciendo la esperanza.