Exposición en el Museo Nacional thyssen Bornemisza, hasta el 30 de septiembre de 2018
Eugène Boudin jugó un importante papel en el aprendizaje del joven Claude Monet, cuando ambos vivían en la ciudad normanda de Le Havre. Es una colaboración no muy conocida por el gran público, que ahora nos acerca el Museo Thyssen Bornemisza en la exposición “Monet/Boudin”. La pinacoteca madrileña aborda por primera vez en nuestro país, la fructífera relación entre el iniciador del movimiento impresionista, Claude Monet (París, 1840 – Giverny, 1926) y su maestro Eugène Boudin (Honfleur, 1824 – Deauville, 1898). Estas obras no sólo dan a conocer el periodo de aprendizaje de Monet sino que repasa sus respectivas carreras y los orígenes de la corriente pictórica que marcó a toda una generación de artistas, principalmente franceses.
La muestra parte del primer encuentro entre los dos artistas, entre la primavera y el verano de 1856, cuando Monet tenía solo quince años y ya era conocido como caricaturista. Según el director artístico del Museo, Guillermo Solana, «el trabajo de Boudin del natural, especialmente en sus pasteles y estudios al óleo, fueron un modelo para el joven Monet y orientó su futura carrera». Monet llevaría hasta sus últimas consecuencias la pasión de Boudin por la “instantaneidad” y la “luz que envuelve las formas”, preocupaciones ambas que culminan en el trabajo por series de Monet a partir de 1890. Recíprocamente, la exposición nos muestra la influencia de Monet en la renovación de la obra de Boudin, a la que aporta más luz y más espontaneidad en la factura pictórica. Todo ello hace que el visitante tenga la oportunidad de ver por primera vez las obras del maestro y su alumno, expuestas de manera conjunta abierta y enriquecedora, a través del diálogo y la confrontación de ideas.
La exposición se articula siguiendo un recorrido cronológico y temático dividido en ocho apartados, desde el paisajismo de los primeros años, pasando por las marinas, las escenas de playa, los estudios de cielos de Boudin en pastel sobre papel, hasta el litoral agreste. Monet/Boudin enfatiza los intereses artísticos que compartían ambos artistas, como la atracción por la iconografía de la vida moderna –plasmada en escenas de veraneantes en la playa de Trouville–, por los efectos cambiantes de la luz –que protagonizaron la mayor parte de sus óleos y pasteles– y, finalmente, por la naturaleza semisalvaje de los acantilados de las costas de Bretaña y Normandía.
Para el comisario de la exposición Juan Ángel López-Manzanares, hay tres razones por las cuales hay que visitar esta muestra:
1. Monet es un pintor magnífico que atrae a todos
2. Conocer a un nuevo pintor que sorprenderá al espectador, sobre todo cuando descubra que en sus obras a veces incluso se anticipa al propio Monet
3. La mayoría de las obras de esta exposición, casi un 80%, aún no se han visto en España.
El centenar de cuadros de los dos pintores (64 de Boudin y 39 de Monet) que forman parte de la exposición, incluye préstamos de museos e instituciones como el Musée d’Orsay de París, la National Gallery de Londres, el Metropolitan de Nueva York, el Museo de Israel en Jerusalén, el Museu Nacional de Belas Artes de Río de Janeiro o el Marunuma Art Park de Japón, así como de colecciones privadas, como la de Pérez Simón.
La muestra está patrocinada por Japan Tobacco International (JTI), una de las empresas más comprometidas con la difusión del arte en España y que colabora con el Museo desde hace varios años, un claro ejemplo de cómo los ámbitos de la cultura y de la empresa privada pueden conjugarse en una fructífera acción conjunta, para facilitar y hacer accesible la cultura a toda la sociedad, además de contribuir a la proyección de Madrid como una auténtica capital mundial de la cultura.
En 1856 coincidieron y se conocieron Monet y Boudin, gracias al único comerciante de marcos para cuadros de El Havre, en el escaparate donde ambos exponían sus obras. Monet era un quinceañero muy conocido como caricaturista en toda la ciudad, mientras Boudin con 31 años, había estudiado a los maestros holandeses del siglo XVII y pintaba paisajes y naturaleza.
A partir de ese momento, empezó una estrecha relación y durante los siguientes años, Boudin transmitió a Monet su atracción por la naturaleza, su pasión por la pintura, le enseñó a estudiar la luz, las nubes, el cielo, a trabajar al aire libre, conocimientos que serían la base para toda su vida artística y lo convertirían en unos de los principales artistas del impresionismo.
Monet y Boudin estaban influenciados por la Escuela de Barbizon, vinculados a la costa normanda, a las marinas, y dedicaron una parte destacada de su obra a estos temas. También les atraía la temática de la vida moderna, a la que se dedicaron algunos años. En su madurez, continuaron compartiendo su interés por el litoral agreste de esta costa normanda y de Bretaña, y juntos también experimentaron la luz del Mediterráneo.
Ambos tenían los mismos intereses comunes, que mantuvieron a lo largo de toda su carrera artística, los “efectos cambiantes de la luz” y el “ambiente que envuelve las formas”. Desde los años cincuenta Boudin recogía en sus cuadernos estudios sobre las variaciones de la luz a lo largo del día, y eso fue lo que más llamo la atención de las nuevas generaciones de pintores, sobre todo a los impresionistas.
Monet seguía el ejemplo de su maestro y lo superó, dio un salto cualitativo respecto a la pintura más tradicional de Bodin, profundizó en esa idea de la instantaneidad, plasmando una y otra vez el mismo paisaje, motivo o tema, convirtiéndolos en repeticiones y series.
Monet tardó mucho en reconocer la deuda que tenía con su maestro Bodin y, aunque no asistió a su funeral, sí participó en la exposición retrospectiva de su obra celebrada en la École des Beaux-Arts de Paris en 1899. Además, adquirió la acuarela Miriñaques en la playa y el óleo Honfleur, El Campanario de Saint-Catherine. Dos obras incluidas en esta muestra, que podrá visitarse hasta el 30 de septiembre.
Más datos sobre la exposición en este link
*Con la colaboración de Inés Tortosa