Malta conoce bien el problema de los emigrantes y al Reino Unido, -formó parte del imperio británico hasta 1964-, pero es un país pequeño, y debe hacer frente a problemas inabordables incluso para la Comisión Europea o el Consejo Europeo. Nadie espera mucho de la presidencia semestral maltesa, como ya ocurrió con las anteriores de Eslovaquia, Holanda o Luxemburgo, y como pasará con Estonia, que asume la presidencia rotatoria en julio. El primer ministro maltés, el socialdemócrata Joseph Muscat, ha presentado las tres M en las que pivotará su programa de acción, seguramente sobre los únicos que puede aportar algo: Mediterráneo, Migraciones y Mar. Pero sabe perfectamente que solo uno de esos temas preocupa en el resto de capitales europeas, el drama migratorio/refugiados. El resto de grandes dilemas de la UE son Brexit, terrorismo y populismos, a los que hay que añadir un problema externo que puede distorsionar aún más la frágil unidad del bloque: Donald Trump.
El próximo presidente estadounidense va a ser una prueba de fuego en una Europa tambaleante y con un año difícil políticamente, ya que los dos grandes países de la UE, Alemania y Francia, tienen elecciones este año. A eso hay que añadir el apoyo que Trump muestre hacia el Reino Unido ante el Brexit. Londres ya sabía que no contaba con el apoyo de Obama, pero sí con el del nuevo inquilino de la Casa Blanca. También preocupa en Europa la postura de acercamiento de Trump a Putin, o lo que es lo mismo de Estados Unidos a Rusia. El dirigente republicano ha dejado entrever que no se va a inmiscuir en los asuntos de Moscú con las antiguas repúblicas soviéticas, y especialmente en el tema de Ucrania. Polonia, los países bálticos y los países del Este están preocupados por esa relación de amistad, ya que hasta ahora tenían en Washington, a su más firme aliado.
A solo 60 años de la firma de los Tratados de Roma, la división entre los socios comunitarios es muy clara y habrá que ver si mantienen una unidad ante las previsibles andanadas de Trump. Y quedará por comprobar su posible apoyo a la extrema derecha europea o a los populismos de derechas, especialmente en Francia, Alemania y Holanda, que tienen una cita con las urnas a lo largo de 2017. Además existe la duda de si habrá elecciones en Italia, y si se mantendrá la estabilidad política en España. Con este pequeño grupo hablamos de las 4 potencias económicas de la UE -sin contar Reino Unido-. Parece que en Bruselas ya empiezan a tomarse en serio lo de adoptar un modelo de la Europa de dos velocidades para evitar la parálisis del bloque.
A todos esos problemas se añade otro de credibilidad. De momento el gobierno maltés se ve implicado en una denuncia de los verdes europeos que acusan al país de ser un paraíso fiscal para las multinacionales, señalando que a menudo utilizan a filiales para eludir el pago de impuestos en sus países. Calculan que entre 2012 y 2015, se habría provocado un perjuicio a otros países de unos 14.000 millones de euros. Según el estudio 74.000 empresas tienen sede en el país más pequeño de la UE, lo que supondría una empresa por cada cuatro malteses. Un estudio que no ha extrañado, porque el año pasado la Unión Europea consideraba a Malta el cuarto país con la política fiscal más dudosa tras Holanda, Bélgica y Chipre, incumpliendo 14 de los 33 indicadores en los que se basa la transparencia fiscal según Bruselas.
La isla de Malta asume por primera vez en su historia capitanear una nave que va sin rumbo fijo desde la recesión de 2008, y lo hace en medio de la mayor crisis de identidad del bloque. El capitán del barco, parece que va a centrarse más en los únicos problemas que tiene a su alcance: la situación migratoria en la UE. Esperemos que eso llegue a buen puerto.
Esta pequeña isla del Mediterráneo situada entre Sicilia y el continente africano, tiene poco más de 315 kilómetros cuadrados de extensión. Su población, según datos de Eurostat, es de 423.000 habitantes, aunque es el país con mayor densidad de población, 1.352 habitantes por cada km2, y su renta per capita (21.400€) se sitúa por debajo de la media europea. Este país, en el que se hablan dos idiomas oficiales (maltés e inglés), tiene en el turismo la base de su industria y su PIB es el 0,1% del comunitario.
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