Fue uno de los peores incendios de la historia. Era la madrugada del 2 de septiembre de 1666 cuando el fuego comenzó a arder en la panadería de Thomas Farynor en la calle Pudding Lane, a partir de ese momento y hasta el 4 de septiembre ardieron 13.200 casas, la mayoría construidas en madera, unas 90 iglesias, 3 puertas de entradas y dejó sin vivienda a más de 100.000 personas. Londres recuerdó esa efeméride reconstruyendo el gran incendio y mantiene el recuerdo con varias exposiciones.
El Museo de Londres ha organizado Fire! Fire! a través de ella los visitantes podrán experimentar las sensaciones que vivieron los ciudadanos aquellos días y como era la vida en el siglo XVII. Se podrá pasear por la panadería Thomas Farriner donde se inició el incendio, jugar a ser arqueólogos e identificar los objetos que quedaron derretidos por las llamas, visitar las tiendas de campaña que se levantaron fuera de las murallas para acoger a los damnificados y a través de una muestra interactiva comprobarán como la ciudad resurgió de sus cenizas. Esta muestra estará abierta hasta el 17 de abril de 2017.
El Museo de Londres también ha organizado la exposición Sintiendo el calor, que permite a los mayores de 16 años, jugar a forenses, analizando entre las cenizas los trazos dejados por algunos de los objetos para discernir como empezó el desastre. Se calcula que para sacar conclusiones se necesitan unas 3 horas, una actividad que podrá realizarse en grupo, desde el 20 de septiembre hasta el 31 de marzo.
El Monumento, una columna dórica de 61 metros que se construyó para conmemorar la catástrofe, abre al público un mirador que permite ver la ciudad en 360 grados. Para acceder a él, hay que subir 311 peldaños.
A pesar de estar edificada en piedra, la catedral de St Paul también fue pasto de las llamas y quiere recordar su historia, mediante una exposición y tours por el edificio. Hasta el 4 de septiembre la cúpula estará adornada con el color rojo del fuego, y hasta abril del año que viene, en el interior se puede escuchar como explotaban las piedras convertidas en granadas a causa del fuego, comprobar como fueron las obras de rehabilitación o qué objetos se salvaron. Tras el incendio la catedral fue refugio de centenares de personas y 44 años más tarde estaba reconstruida del todo.
Caminando entre las calles del «Gran incendio»
El ayuntamiento de Londres propone un paseo por la zona afectada por el incendio, con sus callejuelas estrechas densamente pobladas y donde por las noches la iluminación era mediante candelabros. El recorrido, que se inicia junto a la oficina de turismo, dura unas dos horas y está marcado por placas azules colocadas en donde se levantaban los antiguos edificios. Una parada obligatoria es el Puente de Londres, que hasta 1729 fue el único sobre el río Tamesis. Este masificado puente, se convirtió en un camino de salvación para huir de las llamas y por suerte el viento soplaba en otra dirección la noche del desastre. Fue reconstruido en 1824 y 1973.
La siguiente parada es St. Magnus, convertida en principio en almacén para los bomberos y equipos de rescate, fue una de las primeras iglesias en ser destruida. En Puddin Lane, una placa señala el luar donde se inició el incendio, la panadería de Thomas Farriner, quien al parecer se dejó encendido el horno, evitó ser perseguido porque un relojero francés católico, confesó haber sido el causante del desastre, a pesar de que ese día él estaba fuera de la ciudad. A lo largo del recorrido se puede conocer el mercado de Leadenhall, construido en el siglo XIV y recuperado en 1881. A pocos metros está el Royal Exchange, un centro financiero y de intercambio de mercancías en aquella época, y cerca encontramos la casa del alcalde o la biblioteca Guildhall. El punto final es el Golden Boy o niño dorado de Pye Corner, un pequeño monumento localizado en la esquina entre la calle Gilstpur y Cock Lane, que marca el lugar donde finalmente se extinguió el incendio.
Tras el «Gran incendio» resurgió la figura de sir Christopher Wren, que fue el encargado de reconstruir la ciudad sobre el plano que conocemos actualmente. Aprovechó el diseño medieval para levantar edificios de ladrillos y piedra, mejorando los accesos a la villa.
El jefe de desarrollo cultural y turístico de la ciudad, Nick Bodger, destaca la «resiliencia de los londinenses en aquella época, muy similar a la que desarrollaron durante los bombardeos nazis de la Segunda Guerra Mundial». Y añade que «hace 350 años, se extinguió el vigor económico de Londres, pero hubo una determinación inquebrantable para que la ciudad renaciera de sus cenizas y se convirtiera en la gran capital que conocemos hoy en día».