«Mi nombre es Tolrana y lo que os explicaré narra los hechos que sucedieron en el peor ataque que sufrió mi gente, el pueblo de Moisés. Fue en la ciudad de Lleida el verano del año cristiano de 1391». Con esta frase, Lleida recupera una parte de su historia olvidada. Hace 500 años, expulsaron a los últimos judíos de la ciudad, dejaron tras de sí, «La Cuirassa«, el barrio judío.
Lleida, la capital catalana menos conocida por el turismo, a pesar que desde la lejanía se puede divisar la silueta de su impresionante catedral, ha recuperado una parte de su memoria histórica, al adecentar el barrio judío de la capital ilerdense. Situada en una colina La Cuirassa ocupa una superficie de 6.000 metros cuadrados. Para poder visitarla se han instalado pasarelas desde la que se pueden ver los vestigios sefardíes, casas y calles, así como una vivienda de una familia acomodada que fue incendiada por los cristianos en 1391. También se han instalado paneles informativos, que ayudan al visitante a interpretar y interactuar con el lugar. El call judío se ha incorporado a través de un espacio verde con ajardinamiento, al entorno de la Seu Vella. A esta nueva zona turística se puede acceder desde seis entradas: las calles Mayor, Sant Cristòfol, Dolors, Companyia y Maranyosa, además de un acceso que hay desde la zona del antiguo seminario.
La capital del Segre tiene varios puntos de interés para visitar, como el palacio de la Paería (ayuntamiento), el castillo templario de Gardeny, la Lleida modernista, la medieval o la secreta. Gardeny es uno de los testigos de la arquitectura de los templarios levantada en Cataluña durante la segunda mitad del siglo XII, aunque este conjunto medieval sufrió granes transformaciones entre los siglos XVII y XVIII, con su torre del homenaje y la iglesia románica de Santa María de Gardeny. La Paeria (o casa del hombre de paz), tiene una doble fachada medieval de estilo románico civil, construida en el siglo XIII y otra neoclásica, que es la que se puede ver desde el río.
La vieja catedral de Lleida, la Seu Vella, fue construida en el mismo lugar en el que había una mezquita musulmana. Su director de obras fue el maestro Pere de Coma y se abrió al culto el 1278, pero no fue hasta el siglo XIV, en que se terminó su singular claustro. Con cinco tramos de nave adornadas con vueltas ojivales y grandes ventanales, su galería sur se abre hacia la ciudad y la rica huerta. Destaca su campanario, de estilo gótico. De sus siete campanas, Silvestra marca las horas y Mónica los cuartos. El resto se construyeron en el siglo XX y son eléctricas. El acceso al conjunto arquitectónico es por la puerta sur, o puerta del Fillols. Hay cinco puertas diseñadas por la Escuela de Lleida, con un marcado románico tardío. La puerta de los Apóstoles, permite acceder al claustro y destaca la puerta de los leones. La catedral consagrada a Santa María tiene una planta basilical de cruz latina de tres naves y fue dañada durante las sucesivas guerras desde 1707.
Después de que en la guerra de Sucesión, la catedral histórica fue requisada y convertida en bastión militar, en la segunda mitad del siglo XVIII se construyó la catedral nueva, y actual sede diocesana de estilo barroco y con gran influencia del clasicismo francés. Se levantó frente al Hospital de Santa María, actual sede de Estudios Ilerdenses y en el eje comercial de la ciudad. Carlos III concedió ese permiso, siempre que se abandonara cualquier intento de recuperar la antigua catedral para usos eclesiásticos.
Lleida también cuenta con patrimonio industrial, como el depósito del agua, construido a finales del siglo XVIII, para garantizar el suministro a la población. Este edificio subterráneo está cubierto por una bóveda de seis arcos que reposan sobre 25 pilares. Su agua procedía del canal de Pinyana y se distribuía a través de seis fuentes municipales, de las que aun queda una en el centro histórico.
Esta ciudad, estrechamente ligada al agua tan necesaria para sus regadíos, ha organizado las denominadas rutas del agua, a través de la ruta de las fuentes monumentales de la ciudad, la ruta por el canal de Pinyana, que permite hacer un recorrido por el camino que seguía el agua hasta la ciudad desde el siglo XII, y que fue básica para los vecinos y la huerta. Otra ruta es la del canal de Seròs, construido entre 1912 y 914 para abastecer la central hidroeléctrica desde el embalse de Utxesa.
Adosados a las murllas de la colina de la Seu Vella, también se pueden visitar los pozos de hielo (pous de gel), dos cavidades subterráneas de principios del siglo XVII, que almacenaban el hielo del invierno para servirse durante el resto del año. El hielo fue muy importante en la edad moderna para usos terapéuticos, conservación de alimentos y refresco.
En pleno centro histórico, el año pasado se abrió el parador de Lleida, ubicado en el viejo edificio del Convento del Roser, datado del siglo XVII. En la iglesia se encuentra el restaurante y el complejo residencial, con 53 habitaciones situadas alrededor del claustro de tres pisos de altura.
@angelaGonzaloM
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