Primera exposición retrospectiva en Madrid dedicada a la figura de Tamara de Lempicka. La selección incluye en torno a 200 piezas procedentes de más de 40 colecciones privadas, museos y prestadores, podrá visitarse en el Palacio Gaviria de Madrid hasta el 26 de mayo de 2019.
La muestra presenta una atenta contextualización de la trayectoria artÃstica de Lempicka también a través de una puesta en escena inmersiva, donde sus obras están colocadas en ambientes decorados con reconocibles objetos déco. Asà se constituye un recorrido en el que las pinturas dialogan con muebles, biombos, lámparas, jarrones, vidrieras, fotografÃas y grabaciones de época.
Lempicka fue pionera en desarrollar el movimiento más caracterÃstico de la época, marcada por la estética de los años 20 con sus motivos geométricos, colores brillantes y formas rotundas: el art déco. Un estilo clásico, simétrico y rectilÃneo que alcanzó su mayor apogeo entre 1925 y 1935, pero que hunde sus raÃces en movimientos anteriores como el cubismo y el futurismo, asà como en la influencia de la Bauhaus. Ella fue una de sus representantes más destacadas en el ámbito de las artes plásticas, para las que planteó toda una revolución.
Tamara de Lempicka. Reina del Art Déco establece un recorrido por la evolución de la artista a través de 10 secciones a lo largo de las salas del palacio madrileño, situado muy cerca de la Puerta del Sol. Además, constituye en cierta manera su vuelta a España después de un épico viaje que la artista realizó hace ochenta y seis a nuestro paÃs y que tuvo gran calado en su obra y en el mundo artÃstico de la época.
En el verano de 1932, realizó una larga estancia en España, que la llevó a Málaga, Sevilla, Córdoba, Toledo y Madrid, documentado por algunos extasiados artÃculos firmados por los crÃticos españoles del momento. Aclamada como una diva, admirada por su arte caracterizado por un lenguaje neto y refinado, descrita como un ejemplo de belleza y elegancia, Tamara de Lempicka subrayó en las entrevistas su interés por El Greco y Goya, que estudiaba diligentemente en largas sesiones en los museos españoles.
Al término de la Primera Guerra Mundial, y con la destrucción de los grandes imperios europeos, ParÃs se convirtió en un lugar de encuentro y de nuevos comienzos para artistas e intelectuales de todo el mundo, que vivieron una etapa de efervescencia inigualable en lo que fueron denominados “Los años locosâ€. El acontecimiento artÃstico que marcó este periodo fue la Exposición Internacional de Artes Decorativas de 1925, que avaló la difusión del art déco, un movimiento con vocación de internacionalidad, modernidad y decorativismo.
Tamara de Lempicka se encontraba entre aquella nueva población que habÃa llenado la capital francesa con su creatividad, huyendo de la revolución bolchevique. Expuso por primera vez en el Salón d´Automne, en 1922 y rápidamente alcanzó un éxito de reconocimiento global. Su arte, lleno de referencias a la moda y el glamour del momento se erige hoy como un icono de aquella década.
La casa de la rue Méchain 7, comprada por Lempicka en 1930, reunÃa todos los elementos de la modernidad arquitectónica. En las revistas francesas, polacas y británicas de la época esta casa-estudio fue uno de los espacios más alabados como ejemplo de modernidad. El edificio era un proyecto del arquitecto y escenógrafo Robert Mallet-Stevens, maestro de la arquitectura art déco, mientras que los interiores eran de la hermana de Tamara, Adrienne Gorska. Ella fue primera polaca que logró licenciarse en arquitectura y fue pionera en el diseño de salas de cine, en especial los Cinéac (cines de actualidades) en ParÃs y el resto de Francia.
Un artÃculo de Georges Rémon en Mobilier & Décoration, en enero de 1931 describe su espacio como luminoso, frÃo, con tubos a la vista, mesa de acero y silla negra, mesas de Djo-Bourgeois, sillas de René Herbst, iluminación de Perzel, esculturas de Chana Orloff y de los hermanos Jan y Joël Martel. Una casa “ultramoderna†donde todo era funcional y donde no habÃa el menor detalle sentimental, un lugar que la prensa polaca describirÃa como “gris humo, gris pizarra, gris piedra, gris plataâ€.
Otro signo de la modernidad de Lempicka fue la relación que tuvo con la moda, un sector tan relevante para la época que llegó a tener una sección especial en el Salon d’Automne. AsÃ, el mundo de la moda marcó los comienzos artÃsticos de Lempicka, cuyos primeros trabajos fueron como ilustradora para revistas femeninas como el magazine Femina, del que la exposición incluye un ejemplar original de 1921 ilustrado por la artista. Además se exponen bocetos y figurines originales, asà como las obras maestras, como Las confidencias (las dos amigas) de 1928 y La bufanda azul de 1930. Obras que, sin duda, que documentan este ávido interés de Lempicka por las tendencias y la estética.
Siempre alerta para posicionarse como “la mujer más elegante de ParÃs†e inspirándose en Greta Garbo, eligió con cuidado a los fotógrafos que la retrataron como Lorelle, D’Ora, Maywald o desde Thérèse Bonney –de quien se incluyen en la exposición algunas instantáneas inéditas– todos ellos fotógrafos de las estrellas del cine.
Con el objetivo de profundizar en el gusto y las predilecciones de Tamara en materia de moda, la exposición incluye trajes y sombreros de sus modistas y diseñadores favoritos: Descat, Schiaparelli, Vionnet o Patou, procedentes de colecciones privadas y museos, como la Galleria del Costume de Palazzo Pitti de Florencia y el Museo del Traje de Madrid, asà como varios zapatos del Museo Salvatore Ferragamo. Por otra parte, muchos de sus retratos, que muestran rostros pulidos como la cerámica y maquillados a la perfección, remiten a las cabezas de los maniquÃes de Siegel, dos de los cuales también forman parte de la exposición.
“Las amazonas†era el nombre con el que se denominaba, a principios del siglo XX, a las mujeres homosexuales. Tamara de Lempicka nunca ocultó sus amores femeninos, en una época en que la cultura afrontó el tema de un modo relativamente desinhibido. Es en los años 20 cuando se completa la publicación de En busca del tiempo perdido de Proust y varias pelÃculas como La caja de Pandora (Lulú), dirigida por Georg Wilhelm Pabst (1929), Marruecos, de Josef von Sternberg (1931) y La reina Cristina de Suecia, con dirección de Rouben Mamoulian (1933), incluyen escenas sáficas.
A pesar de esta desinhibición cultural, muchas de estas historias seguÃan considerándose un tabú por la sociedad. Como las garçonnes que adoptaban modales y ropas masculinas y frecuentaban, como Lempicka, los transgresores locales “sólo para mujeresâ€. Este universo aparece en pinturas como El doble «47», de 1924, donde el número muestra la dirección oculta de una de estas casas.
Esta sección de la exposición incluye también un gran número de desnudos realizados por la artista, en los que se puede ver la evolución de su estética pictórica. Sus desnudos de principios de los años veinte denotan un claro estudio del arte antiguo, para luego evolucionar en la segunda mitad de la década para trasladar reflexiones sobre los juegos de luces y sombras propios de los estudios fotográficos, algo que resulta evidente en el retrato La hermosa Rafaela, de 1927. En esta sección se puede apreciar la presentación delicada de los bustos dibujados por la luz, los rostros sumidos en la oscuridad, apenas perceptibles y los fondos sin decoraciones que realzan la figura de la mujer, presentada como ser deseado.
Otro de los temas predilectos de Lempicka fue el bodegón compuesto por flores, del que se convertirá, sobre todo desde los años treinta, en una ejecutora virtuosÃsima. El tema ya habÃa sido afrontado por la artista en 1927, cuando pintó una rosa solitaria apoyada sobre una hoja de papel, retomando una fotografÃa de Kertész de 1926, en la que la flor fotografiada desde cerca parecÃa tener pétalos de particular consistencia, como si fueran de un material sintético y rÃgido. Las naturalezas muertas de Lempicka se distinguen por la sobriedad compositiva y por un punto de vista cromático muy personal donde el gusto art déco es indudable. Esto también se plasma en sus hortensias, que guardan fuerte influencia del arte japonés de Hokusai e incluso en bodegones con frutas y fondo negro, de fuerte regusto barroco.
Esta sección se completa con varias piezas de Alfredo Ravasco (Génova, 1873 – Ghiffa, 1958), uno de los escultor más destacados del periodo art déco, representativo del ideal de orfebre moderno. Ideaba sus obras como una especie de microarquitecturas con los materiales más variados, usando siempre con acordes cromáticos muy refinados y una gran modernidad compositiva. Al igual que Lempicka en 1925 participó en la Exposición Internacional de Artes Decorativas de ParÃs con una serie de joyas, copas, cajas y objetos zoomorfos que fueron muy apreciados por sus lÃneas geométricas.
Kizette Lempicka (fruto del matrimonio entre la artista y Tadeusz Lempicki) nació en 1916 y ya desde muy pequeña sirvió de modelo a su madre, que la retrató varias ocasiones. Todas sus estampas de infancia y adolescencia tuvieron una gran acogida entre la crÃtica, como fue el caso de Kizette en el balcón, que le valió un diploma de honor en la Exposition Internationale des Beaux-Arts (Burdeos). En la exposición se incluye un retrato de la niña realizado en 1924, pero Kizette seguirÃa ejerciendo de modelo a su madre en la edad adulta, con retratos como el que se puede admirar en el Palacio de Gaviria, de 1954.
En este sentido, una de las piezas más singulares que se incluyen en la muestra es la pintura que en la bibliografÃa moderna se ha titulado Madre con niño, pero que en realidad representa a la Virgen con el niño Jesús, como indicaba el pie de una foto publicada en enero de 1939 en “L’Officiel de la couture et de la modeâ€. Retratos de Louisanne Kuffner o Malvina Decler, madre de la artista, entre otros, completan esta sección de la muestra.
Esta exposición de Madrid tiene lugar tras descubrimientos recientes de la comisaria Gioia Mori, que constituyen piezas importantes para la reconstrucción de la historia biográfica y artÃstica de Lempicka. Es el caso del retrato de Alfonso XIII que nunca habÃa salido a la luz pública. Cuando Alfonso XIII murió en el exilio en Roma, en febrero de 1941, Lempicka ya se habÃa mudado a Estados Unidos y estaba a punto de inaugurar una importante exposición individual en la Julien Levy Gallery de Nueva York. Los periódicos publicaban todos los dÃas entrevistas suyas y, en cada ocasión, relataba con énfasis que habÃa coincidido con el rey español, quien le habÃa concedido algunas sesiones de pose en los años treinta durante su exilio italiano impactado por su ironÃa y locuacidad incontenible.
Como consecuencia del desconocimiento del paradero de este cuadro las dudas sobre la veracidad de este relato siempre han estado presentes. Ahora, ochenta años después de aquellas declaraciones, Gioia Mori ha resuelto el misterio y ha descubierto una pintura inacabada sobre lienzo con el retrato de Alfonso XIII ensalzado por la artista. Para avalar su veracidad también ha sido hallada una carta privada dirigida a un coleccionista que documenta la fecha de realización, el año 1934, asà como su lugar en Italia. Este retrato se presentará en Madrid y se comparará con otros retratos contemporáneos del rey, incluidos dos del monárquico Federico Beltrán-Masses, que Lempicka conocÃa desde 1927.
Además, la sección incluye el cuadro Los refugiados pintado en 1931 y procedente de la colección del Musée d’Art et d’Histoire di St. Denis. Lempicka, que habÃa vivido la caÃda del Imperio zarista, estaba impactada no solo por el exilio que le habÃa tocado en suerte al rey Alfonso XIII, sino también por el sufrimiento de los refugiados que se iban de España a Francia al empezar la II República. Una pieza fuera de los esquemas decorativos que la habÃan hecho famosa, alejada del estilo de vida que la artista mostraba en sus obras, pero llena de pathos.
“La señora baronesa, medievalista moderna†fue el tÃtulo de un artÃculo que se le dedicó a Lempicka en 1941. En él se destacaba cómo sus cuadros revelan un estudio de la pintura italiana del siglo XV y la flamenca del XVII, de los que la artista era una gran admiradora. Los nombres mencionados en el artÃculo eran Van der Weyden, Crivelli, Vermeer y El Greco, pero a estos habrÃa que añadir Hayez, Pontormo, Bernini, Miguel Ãngel, la estatuaria helenÃstica-romana, Botticelli y Rafael. Todo ellos convertÃan a Tamara en un auténtico manual de Historia del Arte.
Esta recuperación de la antigüedad que hace la artista está en sintonÃa con los principios del art déco, que adopta grafismos etruscos, egipcios y precolombinos junto con formas dieciochescas, insertándolos en contextos de modernidad extrema: estas lÃneas se aplican desde los rascacielos hasta el mobiliario. Por otro lado, el art déco tomó de la escultura antigua el gigantismo y los volúmenes amplificados de su escultura, elementos que también encontramos en las figuras de Lempicka de los años veinte y treinta.
En febrero de 1939 Tamara y su segundo esposo, el barón Raoul Kuffner, dieron una última fiesta en su casa de la rue Méchain, y se marcharon a Estados Unidos. Llevaban tiempo preparando en secreto su traslado ante el inestable clima previo a la II Guerra Mundial. En 1940 alquilaron en Beverly Hills la antigua casa del director King Vidor, donde se tomaron una serie de fotos en las que Tamara aparece como una diva de Hollywood, y donde celebraron suntuosas fiestas a las que acudÃan muchas glorias del cine, como Pola Negri, Theda Bara, Greta Garbo, Tyrone Power, Annabella o Charles Boyer.
En 1941 Lempicka encomendó su relanzamiento al galerista Julien Levy, que organizó tres exposiciones en Nueva York, San Francisco y Los Ãngeles, sufragadas por el barón Kuffner. La crÃtica consideró anacrónica la pintura de la entonces llamada “baronesa Kuffnerâ€. En esta seción se incluyen varias fotografÃas de la época, algunas de ella realizadas por el noble ruso Nicholas Orloff, que fue durante la Segunda Guerra Mundial un espÃa del KGB en los Estados Unidos, para luego trabajar en OSS, la agencia pre-CIA.
Fue en esa época cuando Lempicka declaró a la prensa estadounidense que querÃa hacer una exposición únicamente con cuadros que representaran manos. Este proyecto nunca se llevó a cabo, pero varias pinturas de esta década retoman el tema. En realidad, la artista llevaba a cabo un asunto que ya habÃa explorado ampliamente en ParÃs durante los años veinte. En 1928 un reportaje de la revista VU explicaba que muchos fotógrafos se dedicaban al retrato de manos, porque éstas realizan lo que la mente inspira y crea. Las imágenes más significativas de manos, que sin duda vio Lempicka, son obra de los fotógrafos más importantes de la época: Laure Albin Guillot, Berenice Abbott, André Kertész y François Kollar, algunas de las cuales se incluyen en la exposición y a las que hay que sumar las realizaciones surrealistas de Dora Maar.
Uno de los rasgos que hicieron que Lempicka se convirtiera en el icono de una modernidad transgresora y precursora es su manifiesta bisexualidad y el amor por algunas mujeres que dieron origen a sus grandes obras maestras.
Son aquellas pinturas que ella llamaba visions amoureuses y que cierran el recorrido de la exposición: la mujer con la que mantuvo una relación durante décadas, Ira Perrot, modelo de Sa tristesse de 1923; la aventura de un encuentro, Rafaela, modelo de su desnudo más erótico, La hermosa Rafaela de 1927, resplandeciente en la oscuridad del fondo. Historias sáficas, abrazos prohibidos, como el de la pintura Las muchachas jóvenes, de 1930, que se perfilan sobre la modernidad de los rascacielos de Nueva York, una obra que no se expone desde el año 1994 y que se ha convertido en imagen central de esta muestra en Madrid.
Visitas guiadas a precios especiales
Además, la muestra acogerá un programa especial de visitas guiadas durante todo el mes de noviembre. Estas visitas estarán destinadas tanto para aquellas personas interesadas en la exposición retrospectiva, como para quienes, además, quieran conocer la historia del Palacio.
AsÃ, para acceder a una visita guiada sobre la exposición de Lempicka se ponen a disposición del público entradas a un precio de 10€ los lunes (16:30 h), jueves (13:30 h) y domingos (17:00 h). La entrada se podrá adquirir a través de Ticketea o en taquilla y se configurarán como máximo grupos de hasta 25 personas. La duración aproximada de la visita es de 60 minutos.
Por otro lado, todos aquellos que deseen conocer la historia de la artista al mismo tiempo que la del Palacio de Gaviria podrán obtener su entrada por un coste total de 13 €. Estos tickets se podrán adquirir para los martes (18:30 h), miércoles (13:30 h) y sábados (16:00 h) sin coste para los niños menores de 10 años. Estas visitas guiadas estarán disponibles para grupos de hasta 20 personas que podrán disfrutar de una visita de 90 minutos.