Language Lessons. Aventura romántica y melodrama a través de Zoom

Sí algo ha desarrollado la pandemia ha sido la interconexión de personas en la distancia. Plataformas como Zoom se han convertido en una herramienta vital para teletrabajar, conectarnos con la familia o con los amigos. Y Natalie Morales y Mark Duplass aprovechan ese medio para presentar una película sin grandes objetivos, pero que nos plantea como compartir sufrimientos y dolores entre desconocidos a través del ordenador. La cercanía humana también es posible en una pantalla de 15 pulgadas.

Language Lessons pone en contacto a un acaudalado alumno que vive en Sacramento, Estados Unidos, Adam, y una mujer sencilla, Cariño, que está en Costa Rica. Les distancia el dinero pero les acercan las carencias sentimentales que sufre cada uno. La película está montada sobre videollamadas entre Adam y Cariño que mantienen emoción en los diálogos mediante conversaciones inteligentes.

Hacer cine desde casa, ese era el reto de la actriz y directora Natalie Morales y el actor, guionista y productor Mark Duplass. El film de reducido presupuesto solo cuenta con ellos dos como protagonistas en los papeles de profesora y alumno. Un reto difícil para un buen argumento, pero no para una propuesta artística, como es Language Lessons.

La idea original surge de la propia experiencia de Duplass, que cuenta cómo durante el confinamiento en Estados Unidos participaba en clases online con un instituto guatemalteco. Un aprendizaje que se basaba en hablar de cosas triviales para llegar a unas relaciones más estrechas. Un desconocido a miles de kilómetros de distancia y una cercanía a solo una pantalla táctil. La fría tecnología acercando a personas que se conocen desde cero.

Además de que la cinta casi no tiene banda sonora, uno de los retos de una película, con dos actores que se mantienen todo el tiempo en el mismo lugar, es no aburrir al espectador. Es cierto que los giros de guion rompen esa posibilidad, pero falla la construcción de los personajes. Curiosamente, lo que era más fácil. El film se ha presentado en la Berlinale de 2021 y ha obtenido los premios del público en el SXSW Film Festival, de ese mismo año y en el Festival Internacional de cine de Provincetown y se ha llevado una mención especial en el Frameline San Francisco International LGBTQ Film Festival.

La vida de Adam está totalmente estructurada y su marido decide cambiar sus rutinas diarias y le apunta a un curso semanal de español por internet. Debe adaptar sus hábitos para incorporar en su vida a su nueva profesora particular, Cariño.

A lo largo de 90 minutos la directora y el guionista nos muestran como dos desconocidos que viven en países diferentes, comienzan a conocerse a través de unos cursos por zoom, y acabarán manteniendo un vínculo emocional que la película no acaba de desarrollar satisfactoriamente. Adam es reticente a participar en las clases, pero las conversaciones personales que mantiene con Cariño le van acercando a su educadora.

Un drama en su vida, le acerca emocionalmente a su desconocida profesora con la que va desarrollando complicidades En ese curso sorpresa de 100 clases se encuentran dos personas que soportan miedos, silencios y dolor, pero que no se atreven a compartirlos entre ellos.

Una película nacida en la pandemia

La idea inicial fue de Mark, que quiso hacer un homenaje a películas como Mi cena con André o Antes del amanecer. Y reconoce que lo más complicado era conseguir una química entre los personajes a través de una pantalla, sin mantener ningún contacto físico entre los actores. Ambos habían colaborado en Room 104, serie en la que Natalie dirigió dos capítulos que habían sido escritos por Duplass y que protagonizaba la mujer de éste, Katie Aselton. Mark cree que entre ambos existe un amor platónico-laboral, y ese entendimiento se transmite al espectador durante la película.

Para Natalie, realizar la película fue complicado “porque cada uno era responsable de su parte y solo nos conectábamos por Zoom”. Mark añade que “hicimos el guion en secreto… nadie sabía lo que estábamos haciendo, no había nadie mirando”. Para realizar la película construyeron un sistema de cámaras y de sonido para la grabación, aconsejados y orientados por el director de fotografía, Jeremy Mackie, responsable de crear el ambiente de las escenas.

“No es fácil tener que iluminarte a ti mismo, controlar tu propio sonido y asegurarte de que tienes la lente de la cámara limpia y todo está grabando y, además de todo eso, actuar. Pero no lo cambiaría por nada”, dice Mark, que deja claro que la experiencia le encantó.

Tampoco hay que olvidar el papel de la editora, Aleshka Ferrero, que va jugando con las cámaras de zoom, la del que habla y el que escucha, y decidiendo en cada momento que pantalla era la prioritaria, la que se veía más grande.

Cada uno de ellos escribió su personaje y aseguran que hubo mucha improvisación “aunque los ritmos y parte de los diálogos estaban en el guion”. Mark añade que “grabamos en orden siempre que fue posible, para poder transmitir mejor los matices de nuestra dinámica interpersonal mientras avanzábamos”. El resultado es que en todas las escenas aparecen los dos actores y a pesar de esa distancia, como decía, la química llega al espectador.

En definitiva, sin ser una gran película, ambos consiguen presentar “una historia simple, que tuviera sentido y mantuviera la atención de la audiencia» y eran conscientes de que «la película entera dependería de la química y la conexión que tuviéramos”.