Cuatro años después de la independencia, Sudán del Sur, ocupa el primer lugar de países más frágiles del mundo. Es el segundo año consecutivo que obtiene ese triste puesto. En julio de 2011 los gobernantes del mundo, entre ellos varios de la Unión Europea, apoyaron la declaración de independencia, conscientes de que existía un altísimo riesgo de que fuera un país fallido antes de nacer. A su inestabilidad política y las luchas por el poder y los recursos petrolíferos, se añade la fragilidad de su zona. Siete países del Africa subsahariana lideran la lista de este especial Top ten.
La fragilidad de un estado, se basa en 12 indicadores sociales, económicos y políticos que vienen determinados por guerras, acuerdos de paz débiles, desastres naturales y movimientos políticos. A ellos hay que añadir las presiones demográficas, la poca actividad económica, la gobernabilidad y el desplazamiento de la población.
Sudán del Sur, reúne todos esos requisitos. Lo peor de todo es que ya los reunía en 2011, y los líderes mundiales lo sabían…. pero por lo que parece han hecho poco para superar esas barreras.
Aquellos días se hablaba de la necesidad de inversiones, y de que estadounidenses y chinos estaban interesados en extraer el petróleo del rico subsuelo sursudanés. Incluso muchos empresarios europeos y asiáticos veían una oportunidad en el nuevo país. Un 90-95% de los ingresos estatales proceden del crudo, lo que supone un 75% en los presupuestos de 2014-2015. El ministerio de defensa se llevaba el 50% del gasto y la corrupción obligó al presidente a enviar, en 2012, una carta a altos funcionarios instándoles a que devolvieran unos 4.000 millones de dólares procedentes de los ingresos de petróleo y que no habían llegado a las arcas del estado.
La bajada del los precios del crudo y el conflicto han dificultado la devolución de 1.600 millones de dólares prestados por las compañías petrolíferas, preferentemente China y otros países del sudeste asiático, lo que aumenta la deuda del país.
Parecía que las difíciles relaciones con Jartum serían el principal problema para la pacificación del país, pero en diciembre de 2012 una lucha de poder entre el presidente, Salva Kiir Mayardit, y su entonces vicepresidente, Riek Machar, se intensificó, cuando se acusó a Machar de intentar derrocar a Kiir y en 2013 se inició un conflicto armado entre el gobierno y las fuerzas opositoras. Los combates, la destrucción, el saqueo de pueblos enteros y la quema de muchos campos de cultivo han obligado a millones de personas a huir. Otra vez. En los últimos dos años han muerto 10.000 personas, muchos de ellos mujeres y niños. Dos millones más han abandonado sus casas. En el largo conflicto, que duró 20 años, entre el norte y el Sur, huyeron más de 4 millones de ciudadanos. Muchos volvieron a principios de 2011 con la esperanza de formar parte de las nuevas oportunidades que podía ofrecerles su país. Fue un espejismo.
Los estados más afectados por el conflicto interno son los fronterizos con Sudán, Unity y Jonglei (rico en petróleo) y no queda claro quién es el responsable de la violencia y la destrucción de propiedades. Se calcula que las partes en conflicto han reclutado a unos 13.000 menores de 15 años.
La situación no parece que vaya a mejorar, los responsables de ONG recuerdan que los agricultores deberían estar plantando sus tierras para poder recoger la cosecha, pero están huyendo y la temporada de lluvias está a punto de comenzar. Eso les obligará, una vez más, a depender de la ayuda humanitaria internacional. El 40% de la población (unos 4,6 millones de personas) pasa hambre y el 80% de los niños de algunas regiones sufren malnutrición crítica. 8 millones, dos de cada tres, corren riesgo de inseguridad alimentaria. Su situación se puede agravar porque el conflicto impide el trabajo de las organizaciones humanitarias.
Desde que estalló el nuevo conflicto interno, la violencia no deja de azotar al «país más nuevo» del mundo.
Por Ángela Gonzalo del Moral