Homs, Hama, Alepo, Kobani, Raqqa, Damasco, son los nombres de las ciudades que han ido marcando estos cinco años de tragedia en Siria. Lo que comenzó como protestas pacíficas por el asesinato de unos jóvenes en un pueblo del sur del país, ha acabado convertido en un drama humanitario, una guerra fraticida y un país destrozado. El conflicto sirio ha implicado a las grandes potencias y a los líderes mundiales, que han pasado a jugar su partida de ajedrez sobre territorio sirio. A las potencias de siempre se han añadido Arabia Saudí, Irán y los grupos terroristas, apareciendo el Estado Islámico.
Cinco años de guerra han dejado más de 270.000 muertos, decenas de miles de desaparecidos, 7 millones de desplazados internos y 4 millones de refugiados. Bashar al Asad, debe ser de los pocos sirios que permanece en su casa, anclado al poder mientras su pueblo se desangra. Durante este tiempo, ha utilizado bombardeos indiscriminados, torturas a miembros de la oposición, asesinatos sumariales y ha lanzado gases venenosos contra la población civil indefensa. Los países europeos, que en este lustro han pedido su dimisión, no han encontrado la forma de reconducir la situación y ellos mismos han acabado socavando los cimientos de la Unión Europea. Estados Unidos también ha fracasado estrepitósamente en Siria, sin actuar, a pesar de haber dicho que el uso de armamento químico era una «línea roja», cuando el régimen de Al Asad utilizó ese armamento Mientras, Rusia -que se ha obstinado en no dejar caer a su aliado político-, ha forzado la situación y ha entrado en combate directo mediante ataques aéreos. La religión también ha marcado este conflicto en una lucha sin cuartel entre los wahabitas saudíes y los chiíes iraníes, a los que se ha añadido el horror del Estado Islámico. Las Naciones Unidas, mediante el politizado Consejo de Seguridad, tampoco han conseguido que sus sucesivos mediadores consiguieran frenar la caída libre en la que se iba sumiendo el país asiático.
Mientras todos ellos mantienen sus intereses, los ciudadanos sirios han abandonado sus casas, sus campos y sus negocios. Ahora en tierra de nadie deben luchar por sobrevivir en campos de refugiados, o a la intemperie. Se llegue o no a una solución en Ginebra, el drama sirio continuará durante muchos años.