Guimarães es una de esas ciudades que se anclaron en el tiempo como un barco queda fondeado en una bahía. Es una referencia para el resto del país. Allí está el origen de Portugal como país independiente, como nación histórica. Nos lo recuerda la leyenda «Aquí nasceu Portugal», colgada en la torre de Alfándega, una parte de la muralla. Su pasado se puede escuchar en el silencio de su casco antiguo, entre las plazas porticadas, iglesias, fuentes y casas de vivos colores construidas con técnicas tradicionales conocidas como rotación de lodo y barro fasquio. Gracias a un arquitecto, han mantenido una uniformidad que le da estilo y que quizá la hace única.
No podemos decir que se ha quedado atracada en el tiempo, porque ya se encargan de hacernos salir de esa ensoñación los miles de alumnos, muchos de ellos Erasmus, que escogen esta ciudad para realizar sus estudios en el campus de la Universidad del Miño. Ellos le dan un aire de modernidad a esta población que desborda historia, arte y cultura. Tan bien lo conserva, que su centro histórico es Patrimonio de la Humanidad desde 2001 y en 2012 fue declarada capital cultural europea.
Adentrarse en el tiempo no es díficil, porque nos lo facilita su arquitectura sabiamente restaurada y respetuosa con la historia. Iniciamos el recorrido en el antiguo castillo de Guimarães, que data del siglo XII. En el Monte Largo o Monte Latito, situado a unos 20 minutos andando del centro. Desde 1910 es Monumento Nacional. Allí llego en el siglo X, la condesa Mumadona Dias para defenderse de los moros. En el siglo XI lo amplió el conde Henrique de Borgoña, que tras independizarse de España estableció su corte. El edificio, rehabilitado hacia finales de los años 30, consta de 7 torres cuadradas con almenas construidas sobre la roca. Actualmente hay una pasarela que permite recorrer todo su perímetro rodeando el patio de armas. Junto a sus paredes está la capilla románica de San Miguel del siglo XII, de pequeñas dimensiones y de una gran simplicidad arquitectónica. Se dice que el primer rey de Portugal (Afonso Henriques, fue bautizado allí. Para demostrarlo queda una pila bautismal y la escultura de madera policromada de San Miguel.
Cerca encontramos el palacio de los Duques de Braganza, una impresionante casa señorial inspirada en la arquitectura noreuropea del siglo XIV con un austero, aunque ornamentado interior del siglo XVII y que actualmente acoge al presidente de la República cuando visita el norte del país. Lo más característico son sus chimeneas cilíndricas y sus tapices sobre la llegada de los portugueses a las ciudades del norte de África, especialmente marroquíes.
Guimarães es una ciudad variada, que permite descubrir rincones realmente sorprendentes como el Padrão do salado o las tres plazas que lo delimitan: el Largo da Oliveira, Largo República do Brasil y Largo do Toural. Destacan la iglesia de Nossa Senhora da Consolação o el ayuntamiento del siglo XVI fue antes el convento de Santa Clara y tiene un claustro de dos alturas.
El casco histórico se encuentra cerca de la estación del tren y es un buen lugar para comer, aunque los más «sibaritas» o que quieren conocer experiencias nuevas, pueden subir hasta media montaña y comer en otro antiguo monasterio, convertido en la pousada de Santa Marinha. Un lugar que seguro os encantará; también el servicio, donde se puede disfrutar de un buffét con una gran riqueza gastronómica de la región. En esa zona un poco más montañosa, hay unas vistas especiales de la ciudad y se puede practicar senderismo o escalada. Especialmente interesante es el parque de Penha, al que se puede ascender en teleférico, aunque aconsejamos que miren los horarios antes de iniciar el viaje, para poder programar la visita.
Nosotros volvemos a su rico y patrimonial centro histórico. En el largo da Oliveira, donde se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de Oliveira, y frente a ella un monumento conmemorativo de la victoria de la batalla del Salado, una lucha entre portugueses y castellanos contra los moros procedentes del norte de África. Es un templete gótico de cuatro arcos apuntados que cubre un crucero del siglo XIV. Muy cerca encontramos la iglesia de San Francisco, de origen gótico, aunque de esa época solo se conserva el pórtico. En el interior hay varias tallas de estilo rococó donde destaca el altar mayor y la sacristía, cubierta con un artesonado de madera policromada y revestida de azulejos del siglo XVIII.
Guimarães se encuentra a unos 50 kilómetros al noroeste de Oporto, conectadas por servicios directos de tren que sale desde São Bento, y permiten visitarla en un solo día regresando a última hora a la segunda capital del país, aunque quedarse una noche es una posibilidad a tener en cuenta. ¡Para que ir con prisas!
La ciudad permite satisfacer los diferentes intereses turísticos. Los que prefieran historia, disfrutarán visitando el castillo, el palacio ducal y el casco viejo, los que se sientan atraídos por la naturaleza, no pueden perderse la Montaña da Penha, donde pueden practicar senderismo o simplemente pasear para disfrutar de las estupendas vistas de la ciudad. También disfrutarán los que prefieran la gastronomía local, con dulces como la torta de Guimarães y el toucinho do céu. De su parte moderna destacamos el centro cultural Vila Flor, situado frente a un jardín un edificio con salas de exposiciones, dos auditorios, café-concierto y salas de conferencias.
Un sitio ideal para dormir es el Santa Luzia Art Hotel, un cuatro estrellas situado en una de las calles más antiguas y típicas de la ciudad, que combina confort y modernidad. Dos palabras que también definen a esta antigua ciudad portuguesa.