Entrevista con Giuseppe Tornatore
“Ennio, el maestro” es el retrato del músico más popular y prolífico del siglo XX. Ennio Morricone, dos veces ganador del Premio de la Academia, fue autor de más de 500 bandas sonoras inolvidables.
Un hermoso homenaje en forma de documental conformado por una entrañable entrevista de Giuseppe Tornatore con el Maestro y que cuenta con testimonios de artistas y directores como Bernardo Bertolucci, Oliver Stone, Quentin Tarantino o Bruce Springsteen.
El documental desvela facetas poco conocidas de su vida privada, como su pasión por el ajedrez y también el origen de algunas de sus brillantes intuiciones musicales, como sucede con el grito del coyote que sugiere el tema de “El bueno, el feo, y el malo”.
En la siguiente entrevista facilitada por la distribuidora Karma Films podéis profundizar en más detalles de este extenso e interesante documental.
¿Puede contarnos un poco como fue la génesis de este proyecto?
La idea no tiene una larga gestación detrás, los dos jóvenes productores, Costa y Russo, me preguntaron qué pensaba sobre la idea de hacer un documental sobre Ennio Morricone y dije que sería muy interesante pero que solo lo haría si Ennio aceptaba “recontarse” a si mismo. Fueron a Morricone y cuando le preguntaron solo puso una condición: “Si lo hace Giuseppe, sí, sino nada”, así nació el proyecto. En un principio la película estaba concebida con una larga entrevista complementada con testimonios y alguna parte de ficción cinematográfica que luego descartamos.
Una condición que puse a los productores fue tener libertad para utilizar el repertorio cinematográfico, porque no me gustan los documentales sobre cine, donde las películas no se pueden utilizar porque los derechos son demasiado caros y te ves obligado a recurrir únicamente a las fotografías. Esto era fundamental para mí, porque vi desde el primer momento que la música sería el patrón condicionante de todo y que no queríamos hablar del nacimiento de músicas importantes como “La Misión”, “Érase una vez en America” o incluso westerns, sin posibilidad de utilizar material fílmico.
Luego el proyecto se prolongó más de lo deseado, porque fue un trabajo esporádico, alternado con otras cosas y que además se vio interrumpido por la pandemia.
El documental también hace una incursión en la intimidad, en la parte más personal del maestro. ¿Cómo decidiste entrar en esa parte también?
Sentí la necesidad de mostrar el perfil de Ennio Morricone que conocía bien, es decir, un hombre muy sencillo, pero a la vez absolutamente fuera de lo común y para contarlo necesitaba entrar un poco en la esfera de su vida, liberada del vínculo de la música y así tuve la oportunidad de mostrar su autenticidad. No necesitaba entrar en demasiados detalles porque la vida de Ennio es una vida simple. A pesar de ello fue franco y generoso, me dijo cosas que yo sabía y cosas que solo conocí gracias a la entrevista.
En el documental es emocionante ver y repasar sus creaciones, y como como él también se emocionaba al contarlo.
Quizás uno de los elementos que despierta la emoción es que en la película nunca quise poner de manifiesto el hecho de que Ennio ya no está hoy entre nosotros, ya que su música siempre está presente, como si fuese una persona que sigue trabajando, que os podéis volver a encontrar. Quizás eso amplifica la figura de una persona que ha creado gran parte de la maravillosa música que ha acompañado nuestras vidas.
Fue divertido pedirle que contara los orígenes de sus grandes creaciones y como se hacia entender con su tarareo con personas sin conocimientos de música. Si yo captaba su mensaje el esperaba que también lo hiciese la gran mayoría de público que como yo no conoce la técnica, pero sí sabe sentir la belleza.
Después de haberlo conocido tan bien y haber trabajado con él y ¿cuál crees que es el secreto de su grandeza?
Muchos se han cuestionado cuál podría ser el secreto de Morricone, y creo que nunca dejaremos de preguntarnos sobre ello. En mi opinión el único secreto es que Ennio no era consciente de su grandeza y cuando escribía una pieza lo hacía tratando de inventar algo nuevo, de proponer algo inesperado, intentando profundizar en conceptos experimentales para llevarlos aun más lejos. A Ennio lo peor que le podías pedir era que escribiera un tema a la manera de otro de sus temas. Lo odiaba. Su imperativo categórico era tratar siempre de experimentar hasta tal punto que, en mi opinión, componer y experimentar eran lo mismo para él. Este es quizás su verdadero secreto, pero un secreto del que no estaba al tanto.
Viendo su forma de actuar con su trabajo me convencí de que será difícil rastrear su obra completa. En mi opinión nadie lo logrará jamás, porque escribía muchísimo y con mucha soltura y a veces, sobre todo al principio de su carrera, sin la conciencia de escribir cosas que pudieran tener trascendencia histórica, por eso entregaba directamente el original de la partitura a sus cliente, y como no había fotocopiadoras
muchas se han perdido. Hay numerosas emisiones de radio de finales de los 50 y principios de los 60, para las que compuso montañas de música que no existen, porque entregó el original directamente. No creía que tuviera que conservarlos. En años más recientes lo recuerdo haciéndome escuchar cinco temas, elegía el que más me gustaba y rompía los otros cuatro, los tiraba, y esos también eran hermosos. Por tanto, es imposible tener un panorama completo de su composición.
En el documental emerge también su aversión a la melodía entre comillas. Considerarse a si mismo un creador de melodías, en lugar de crear grandes obras le hacía sentirse culpable, una especie de impostor.
Este es un aspecto muy interesante, estamos ante un hombre enamorado de la música absoluta, que vislumbra los nuevos horizontes de la contemporaneidad, pero que al mismo tiempo se ve obligado a doblegar su gran capacidad compositiva al servicio de una jaula de entretenimiento, tal como lo vio inicialmente él mismo, el cine. Este conflicto que lo atormentó durante muchas décadas lo resolvió de una manera interesante. Lo dice él mismo, su música absoluta que nunca ha abandonado, ha contagiado la música para el cine, y la música para el cine ha contagiado su música absoluta.
Toda su vida trató de hacer más culta la música de entretenimiento y la música de cine, buscó refinarlos, hacerlos más dignos, para ocupar un lugar en el panorama de la música contemporánea. Esta es una de sus grandezas.
Luego está María, la persona que le permitió ser Ennio y que de alguna manera le protegió y ayudó a superar su timidez. ¿Qué importancia tiene ella en su obra?
María no aparece en el documental, pero es una presencia constante. Ella fue una figura decisiva en su vida. Veló por su genio y le permitió desarrollar plenamente sus obras, sin las obligaciones de la vida cotidiana que le habrían robado el tiempo. María también jugó un papel en sus elecciones musicales. Porque Ennio, dice en el documental, no era buen juez de sus composiciones. A menudo componía piezas
maravillosas que, en su opinión, eran irrisorias y para evitar el riesgo de proponer música a directores que a su juicio no eran interesantes cuando lo eran y viceversa, recurrió al sentido común de María.
Durante buena parte de su vida, antes de dejar que los directores escucharan los temas, Ennio hizo que su esposa los escuchara. Ella los preseleccionaba en base a la pureza de su gusto, y él solo dejaba que el director escuchara los elegidos por su esposa. Soy testigo de ello. María le dio un punto de vista que era el punto de vista del público, de la gente sencilla no contaminada por los cánones del mundo musical académico.
¿Qué criterio utilizaste para elegir a los entrevistados?
Quería crear una imagen tridimensional de Ennio, por lo que la idea de entrevistar solo a personalidades importantes del mundo del cine y la música no me convenció. Me gustó la idea de moverme por un amplio espectro que va desde los grandes directores, desde las grandes figuras que conoció hasta los compañeros de estudios de composición que te retroalimentan sobre los años de su vida en el Conservatorio, pasando por compañeros de trabajos aún más humildes, como el del ingeniero de sonido que le ha sido fiel durante muchos años y que lo acompañaba no solo en los conciertos sino también en la sala de grabación.
Hay una fotografía antigua de una clase de la escuela en la que vemos a Sergio Leone y Ennio Morricone, como compañeros de escuela. Lo que nos indica que esa relación va mucho más allá de la relación entre un director y un compositor de bandas sonoras. ¿Qué nos puedes contar sobre ellos?
Esa es una historia en sí misma. Podríamos hacer una película de ellos, porque además de su origen, de reencontrarse y volverse inseparables, su relación era casi cómica al mismo tiempo que complicada. Se enfrentaban constantemente. Ambos se motivaban mutuamente y protegían su relación celosamente, hasta el punto que Leone boicoteó un intento de Stanley Kubrick de trabajar con Ennio porque para él Morricone era su músico y no podía pertenecer a otros. Al igual que para Ennio, Leone era su director especial.
Ennio es un músico transversal respetado por creadores de géneros y edades completamente diferentes ¿Qué piensa usted de este aspecto?
Ennio siempre ha tenido, y ahora más que antes, un gran aprecio por parte de las nuevas generaciones de músicos. Incluso de mundos musicales aparentemente alejados del mundo musical de Ennio Morricone. Porque su obra siempre es el resultado de una incansable investigación en la que se confunden composición y experimentación. Una investigación que ha llevado a Ennio a producir una obra musical que contiene valiosísimas lecciones que son una propuesta constante para quien sepa estar atento. Desde un punto de vista más simple, Ennio argumentó que su preferencia por las frases cortas, su particular uso de los intervalos, eran algunas de las razones por las que las bandas de rock lo apreciaban. Pero eso no lo explica todo. Bruce Springsteen lo dice claro, la influencia de Morricone en el mundo de la música es hoy más fuerte que hace veinte años.
La relacion de usted con Ennio empezó siendo claramente profesional, pero luego se ha convertido en una amistad.¿Cómo fue la primera vez que lo conoció? ¿Alguna anécdota o recuerdo?
¡Hay tantos episodios que podría contar!. Cuando conocí a Ennio le comenté la historia en la que había comenzado a trabajar y a los dos días me citó a las ocho de la mañana. Ya tenía ideas para mi. Me las enseñó y me hizo escucharlas en el piano aparentando no estar convencido de haber encontrado algo interesante, pero en realidad si lo era. En más de 30 años de colaboración con él he aprendido mucho sobre su trabajo, lo que me ha permitido ser más activo y en algunas ocasiones llevarle hacia terrenos que le fastidiaban y motivaban al mismo tiempo, por eso nos hemos enriquecido mutuamente. Sobre todo, yo, por supuesto, porque yo era un ignorante en música, aunque siempre he sido un gran consumidor y conocía muy bien su trabajo. Esto me permitía reconocer ciertos patrones que él podría volver a proponer de una manera diferente, lo que le divirtió mucho.
A veces me hacía escuchar tres o cuatro temas y si yo sugería una variación dentro de ellos, como era un maestro de la transversalidad, podía aplicarla fácilmente a sus propias composiciones, obteniendo resultados absolutamente impredecibles Cuando trabajábamos en un proyecto nos reuníamos muchas veces, para intercambiar opiniones y hacer cambios incluso después de grabar los temas. Una vez terminado el montaje y con una visión mas completa de la película volvía sobre su trabajo y aportaba nuevas sugerencias. Fue muy divertido trabajar con él.
Por último ¿Los Oscar fueron una obsesión para él? Aunque él no lo dice, muchas personas piensan que se la ha tratado injustamente.
Para él no fue una obsesión, porque no tenía esa necesidad de sentirse gratificado. Evidentemente se alegró cuando lo llamaron para decirle: “Maestro, le hemos entregado el premio…”. dijo “¿por qué, por qué?”… No, los premios no eran una prioridad en la escala de valores de Ennio Morricone, aunque lógicamente le gustaban.
Únicamente le contrarió el Oscar perdido por «La Misión», porque en esa película le había ocurrido algo tan especial como compositor, que para él, descubrir que eso no era entendido por los demás, le hizo sufrir, pero no se convirtió nunca en una obsesión. Su obsesión no eran los premios, era la música.
*Entrevista facilitada por Karma Films