Los campesinos. Otoño, invierno, primavera y verano («Chlopi») la novela épica del Nobel polaco de literatura, Wladyslaw Stanislaw Reymont llega a las pantallas después de un éxito rotundo en su país al que representará en los Óscar como mejor película extranjera.
En nombre de la tierra (Los campesinos, su título original) es una película pintada al óleo, con una factura visual impresionante, realizada por los mismos directores que Loving Vincent, otra cinta pintada, especialidad en la que destaca todo el equipo. La excelente banda musical le aporta intensidad a un drama rural de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
A pesar del tiempo transcurrido sigue entendiéndose en cualquier país europeo, y que en España se movería entre Fuenteovejuna y Bodas de Sangre. Para sus «pinturas», los realizadores se han inspirado en el periodo modernista de las artes visuales, literatura y música polacas conocida en su época como la “joven Polonia”.
Hugh Welchman leyó la obra original y «de inmediato supe que era una obra maestra, en la línea de Charles Dickens, Thomas Hardy o Émile Zola y sentí la emoción y la necesidad de mostrarla fuera de Polonia, porque su calidad lo merece».
A punto de cumplirse el centenario de la muerte del W.S. Reymont, -falleció en 1925, un año después de obtener el Nobel de Literatura- En nombre de la tierra mezcla pasiones, la dureza del campo y las estrictas normas sociales que asfixian a la joven Jagna con ideales más allá de su pequeño pueblo en la campiña polaca. Tradiciones y patriarcado cortan sus alas.
La realizadora DK Welchman, destaca que el centro del drama es «una relación amorosa alimentada por la pasión, los celos y la rabia, por lo que el sexo también tenía que ser parte de la historia, pero como queríamos que lo vieran los adolescentes teníamos que tener cuidado para que no la calificaran solo para adultos».
«El amor va y viene, pero la tierra permanece», le repiten una y otra vez a la joven Jagna, de origen humilde que quiere dirigir su propio destino y que acaba víctima de las habladurías y disputas entre vecinos y entre ricos y pobres.
El hombre más rico del lugar, Boryna, se ha quedado viudo, así que pone sus ojos en Jagna, la joven más bella del lugar, deseada por todos los hombres, y envidiada por el resto de mujeres. Por su parte, ésta coquetea con el fornido Antek, hijo de Boryna, pese a que se trata de un hombre casado. Marcjanna, madre de Jagna, logra un buen acuerdo para que ésta se case con el anciano, a cambio de sus mejores acres de tierra.
La rebeldía, independencia y deseos de la muchacha, enmarcados en un triángulo amoroso entre padre e hijo la acabarán convirtiendo en el centro de las envidias y el odio de todos.
Hay que destacar el esfuerzo por mantener y describir detalles costumbristas de los campesinos de la época, que se presentan a través de ritos, bailes y fiestas.
Cada fotograma o cuadro describe el ambiente de las zonas rurales del centro de Polonia y la trama se desarrolla a lo largo de un año de trabajo en el campo con un hilo conductor que es la duración de una cosecha, aunque la historia pasa en un tiempo más largo.
Dorota Kobiela Welchman y su esposo Hugh Welchman, dirigen una película de gran belleza pictórica que no pierde intensidad a pesar de su metraje y la densidad de una obra de 1.000 páginas reducidas a unas dos horas de duración. El hecho de que la novela original transcurra entre 1904 y 1909, hace que el paso del tiempo encorsete un guion influenciado por el lenguaje decimonónico, a pesar de que actualmente este clásico literario continúa siendo un libro de obligada lectura en los institutos.
La directora polaca reconoce que le costó leerla cuando tenía 17 años, pero su relectura actual le ha demostrado que «es un libro que requiere paciencia y experiencia de vida», redescubriendo con sorpresa la belleza de las descripciones del pueblo, de las estaciones y de la naturaleza que rodea a unos personajes que también me parecieron muy atractivos y divertidos». Por que, a pesar del drama, la película tiene algunos pasajes con cierto sentido del humor.
La nueva obra cinematográfica va más allá de su película anterior Loving Vincent porque han tenido que crear y diseñar cada uno de los lienzos, dándole una mayor animación que la recordada película en cada fotograma, sorprendiendo al espectador en su puesta en escena.
Los personajes tienen vida propia en cada cuadro y añade un ritmo trepidante que sacude al espectador. Cambian su ánimo según les conviene en cada situación y las últimas escenas son de una increíble excitación y contundencia.
DK Welchman resalta que «lo que realmente me animó a adaptar la obra fue la figura de Jagna. Como mujer, también me han avergonzado injustamente muchas veces en mi vida y eso hace que me identifique con ella.
Jagna primero es envidiada e incomprendida, luego maltratada y avergonzada y finalmente condenada al ostracismo: por ser guapa, por ser soñadora, por ser apasionada y, sobre todo, por cuestionar un patriarcado que cuenta con el respaldo de la iglesia. Era como si Jagna me estuviera llamando y esta película fuera mi respuesta».
Durante el rodaje los realizadores polacos han tenido que enfrentarse a grandes dificultades. Una de ellas la guerra de Ucrania, que atrapó a la mitad de su equipo de animadores y dibujantes en Kiev y tuvieron que sacarlos del país, paralizando su trabajo durante seis meses.
Los otros equipos trabajaban en estudios de Polonia y Serbia, contando con la participación de más de 60 artistas. Entre todos consiguen dotar a los cuadros de un estilo realista y pre-impresionista.
El guión es también de DK Welchman y Hugh Welchman, y los artistas que interpretan este drama rural son Kamila Urzedowska, Robert Gulaczyk, Miroslaw Baka, Sonia Mietielica, Ewa Kasprzyk, Cyprian Grabowski, Mateusz Rusin, Cezary Lukaszewicz, Dorota Stalinska, Helena Korczycka, Andrzej Mastalerz, Andrzej Konopka, Sonia Bohosiewicz, Maciej Musial.
Es también una película muy musical, llena de canciones y bailes mostrando un país fuerte y vibrante que consigue transmitir el excelente trabajo del compositor Łukasz “L.U.C” Rostkowski. Como en Loving Vincent, el director de pintura es Piotr Dominak, que se basó en las obras de más de 30 pintores desde Michał Gorstkin-Wywiórski hasta Ferdynand Ruszczyc, pero sobre todo la escuela realista de Józef Chełmonski.
Tras su première mundial en Toronto y su candidatura para representar a Polonia en los Oscar, el último trabajo de los Welchman se presentó en la Sección Alquimias de la Seminci 2023.
Los directores esperan tener tanto éxito como su anterior trabajo Loving Vincent, que en 2018 fue una de las películas del año y candidata a los más importantes premios del cine como los Globos de Oro, BAFTA, EFA y Óscar.
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