Se han cumplido más de 70 años desde que se publicó «El Principito», este pequeño personaje surgido de la imaginación de Antoine de Saint-Exupéry, sigue siendo una figura de gran actualidad. Nuestro planeta tiene muchas semejanzas con el asteroide B 612, de donde él procede. Allí había tres volcanes que debía limpiar continuamente. El Principito cuidaba su planeta, quitando los baobabs para evitar que echaran peligrosas raíces que lo partirían en pedazos. «Es una cuestión de disciplina. Cuando por la mañana uno termina de arreglarse, hay que hacer cuidadosamente la limpieza del planeta.»
La responsabilidad por la supervivencia de su asteoride lo convierte en un moderno ecologista. Otra de sus obligaciones era cuidar a la única rosa que le reclamaba atenciones. «No se debe nunca escuchar a las flores, decía el joven viajero, sólo deben contemplarse y oler. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no era capaz de alegrarme por ello». Sin olvidar su estrecha relación con el zorro, que le recuerda que somos responsables «para siempre de aquello que has domesticado».
La «intemporalidad» de este héroe queda demostrada en muchas de las frases, en las que su autor intentó dar visibilidad a los niños, recordar que también piensan y razonan, por supuesto, a su manera. Este relato poético, aparentemente infantil pero cargado de alegorías y simbolismos, se convirtió en uno de los libros favoritos de los adultos. «Conozco un planeta en el que vive un señor muy colorado. Nunca ha olido una flor. Nunca ha contemplado una estrella. Nunca ha amado a nadie. Nunca ha hecho otra cosa que sumas». ¿No suena a algo muy conocido?
El Principito se ha convertido en un fenómeno editorial traducido a 265 lenguas, con casi 150 millones de ejemplares vendidos y 1.300 ediciones. Es embajador virtual de la ONU, tiene cuenta en Facebook -donde le siguen más de cinco millones de internautas- y a sus setenta años, ha sido dibujo animado, estrella cinematográfica en 3D y tiene hasta un parque temático.
Siempre supimos que aunque el protagonista fuera un niño, Saint Exupéry no escribía para ellos y se ha convertido en un cuento filosófico demasiado actual. Quién no ha leído esta obra considerada ya un clásico de la literatura universal. Suponemos que los responsables de alcanzar un acuerdo en la cumbre de París, lo habrán leído, pero no sabemos si lo habrán vuelto a hojear estos días.