Angela Merkel, canciller alemana, dijo durante la celebración del 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín, que «no importa lo alto que se levanten los muros, la gente los intentará saltar». Muamar el Gadafi, expresidente de Libia, amenazó poco antes de su caída, que si él dejaba el poder «Europa se llenará de negros». Dos frases que se cumplen día tras día en el Mediterráneo, convertido en frontera entre la riqueza y la pobreza, entre las oportunidades y la desesperación.
Por Ángela Gonzalo
El sábado 18 de abril un barco cargado de emigrantes naufragó, provocando la muerte de 850 personas, la mayor tragedia de estas características a las puertas de Europa. Este año casi 1.800 personas se han ahogado mientras intentaban llegar a las costas europeas.
El Parlamento Europeo y las organizaciones humanitarias han criticado a los jefes de Estado y de Gobierno de la UE por la falta de recursos concretos para evitar nuevas tragedias de emigrantes en el Mediterráneo. Los grupos del PE consideran insuficientes las medidas adoptadas el jueves y piden a los miembros del Consejo Europeo que reformen la política migratoria para facilitar la entrada legal de los inmigrantes y repartir entre todos los estados miembros a los demandantes de asilo. Esta semana lo debatirán en la sesión plenaria del mes de abril.
El presidente del Parlamento Europeo, el alemán Martin Shculz, advertía a los líderes europeos que «la falta de una verdadera política europea de asilo y migración está convirtiendo el Mediterráneo en un cementerio». Para algunos analistas la extrema derecha y los euroescépticos están condicionando la respuesta de la UE ante esta situación.
Se calcula que en Libia hay actualmente unas 300.000 personas, que huyen de guerras, conflictos armados, ataques terroristas y de la pobreza. Aún sabiendo los riesgos, todos ellos tienen previsto hacer el viaje, aunque uno de cada diez no llegará a su destino.
En la reunión extraordinaria del Consejo Europeo, los 28 países miembros de la UE, se han comprometido a triplicar los fondos destinados a la vigilancia del Mediterráneo. En el caso de la operación Tritón, la que patrulla en las costas italianas, llegará a los nueve millones de euros al mes, los mismo que tenía la operación «Marenostrum», a cargo del gobierno de Renzi. Distintos países comprometían además barcos, patrulleras, helicópteros y aviones para potenciar las labores de rastreo. Entre ellos el Reino Unido, cuyo primer ministro, David Cameron, (en plena campaña electoral) aclaraba que los rescatados en ningún caso serían acogidos en su país.
En octubre de 2013, 360 inmigrantes murieron al naufragar la barcaza en la que se dirigían a Lampedusa. Las autoridades europeas acudieron rápido a la isla pero no actuaron. Fue el gobierno italiano el que ante la magnitud de la tragedia puso en marcha la operación «Mare Nostrum».
El presidente del Consejo, Donald Tusk, ha pedido a la Alta Representante, Federica Mogherini, que impulse una misión civil y militar con el objetivo principal de destruir los barcos que utilizan las mafias para transportar a los inmigrantes. Pero sobre la mesa han quedado pendientes el tema del reasentamiento de refugiados y las políticas de ayudas al desarrollo en los países de origen y los que tienen una mayor presión migratoria.