Oskar Barnack dejó plasmado para la posteridad la crecida del río Lahn en 1920 en su ciudad Wetzlar. Una villa unida para siempre a la histórica y carismática cámara fotográfica Leica. La patentó en 1914, pero la Primera Guerra mundial y la posterior crisis económica no le permitió venderla hasta 1925.
Barnack practicó con el retrato y fotografió tanto a personas como a grupos, paisajes o animales. De ellas se conservan alrededor de 200 imágenes, que recogen una amplia gama de estilos presentados en blanco y negro y en formato tanto vertical como apaisado. Sin duda, la relevancia de este reservado diseñador no radica tanto en la variedad de géneros que produjo como en la nueva y fresca mirada con la que se anticipó a lo que la fotografía de vanguardia difundiría una década después bajo la denominación de “Neues Sehen” (Nueva Visión).
Hasta el 10 de septiembre, se puede ver en la Fundación Telefónica, la exposición «Con los ojos abiertos. Cien años de fotografía Leica«.
Leica añadió dinamismo al acto de tomar fotos en dos sentidos. Al estar siempre lista para ser utilizada, podía ofrecer la visión de un mundo que se movía a ritmo acelerado; y por otro lado, la propia cámara se convirtió en parte de ese movimiento, de esa agitación, generada por su fácil transporte. Se dice que democratizó la fotografía, pero no la popularizó. El precio fue uno de sus impedimentos.
Curiosamente la cámara, que no se pudo vender porque estalló la Primera Guerra Mundial, fue venerada por multitud de fotoperiodistas que dejaron grabadas en la memoria colectiva miles de detalles de grandes conflictos bélicos como la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil española, o la Guerra de Vietnam. Por supuesto también la utilizaron los gobiernos para extender su propaganda política. La producción visual de las unidades de comunicación del gobierno nazi en Alemania fue, aproximadamente, de más de dos millones de imágenes.
La primera mitad del siglo XX fue la época dorada del fotoperiodismo. Hasta los 60, la televisión estaba en sus inicios y aun no era accesible para el público en general y con los progresos en los sistemas de impresión, florecieron las revistas ilustradas a nivel mundial, convirtiéndose en el medio perfecto para abastecer de noticias gráficas a los lectores interesados. Las fotografías pasaban a ocupar titulares visuales y dejaban de ser meros complementos decorativos. Las agencias profesionales se encargaban de distribuir el material con la mayor rapidez posible, a lo que se sumó una nueva generación de editores de periódicos partidarios de las presentaciones llamativas de imágenes y reportajes inspirados en la estética del cine.
La cámara Leica se convirtió así en una herramienta indispensable para fotoperiodistas históricos como Henri Cartier-Bresson, David Seymour o Robert Capa. Con ella Lotte Jacobi exploró Rusia, Ella Maillard Asia Oriental y Ré Soupault Túnez.
Quien nunca la ha utilizado ha sido la fotoperiodista española Cristina García Rodero, que entre bromas nos explica porque nunca le gustó esa cámara. La fotoreportera castellanomanchega fue la primera española en trabajar en la emblemática agencia Magnum. Lo hizo en 2009. Sus reportajes tienen siempre un punto de vista muy personal y en ellos refleja sus inquietudes.
Su obra se considera «un trabajo monumental sobre las tradiciones ancestrales del hombre». Ha captado con gran sensibilidad las prácticas religiosas en diferentes culturas. Uno de los temas más representados en su obra es la espiritualidad que hemos podido observar en su último trabajo: «Lalibela: cerca del cielo».
Su primera obra fue «España oculta» publicada en 1989 y su primera exposición individual llevaba el título de «Fiestas tradicionales en España», una recopilación de sus largos periplos por la geografía española en unos años en que el país se movía entre la tradición y la modernidad.
La guerra civil española y las imágenes que dejó con miles de personas huyendo del país en pésimas condiciones, han marcado su trabajo posterior. Mira con intensidad y pesar la larga marcha de los refugiados sirios diseminados por los países europeos y de Oriente Medio.Esta fotógrafa nacida en Puertollano, miembro de la Academia de Bellas Artes, ha obtenido varios premios y reconocimientos internacionales y nacionales como el World Press Photo en la categoría de Arte en 1993, el Nacional de Fotografía en 1996, o recientemente el PhotoEspaña en 2017.
España oculta; Europa al sur; España fiestas y ritos; Combatiendo la nada; A peregrinación de Santiago en Haití; Grabarka, Con la boca abierta; O Monte das 6.000 Cruces; Transtempo; María Lionza la diosa de los ojos de agua; Tierra de sueños; Los siete pecados capitales y Lalibela, cerca del cielo, son sus trabajos más reconocidos y amplios.
PhotoEspaña destaca su actitud. «Atraída por los contrastes del ser humano, se acerca a los escenarios con un estilo poético, desarrollando un relato pasional, de gran fuerza emocional, subrayado, normalmente, por el uso del blanco y negro».