Claire Denis obtuvo el oso de plata 2022 a la mejor dirección por la película «Fuego. El deseo nunca se apaga», que se estrena el 30 de septiembre en las pantallas españolas. El film está protagonizado por dos de los artistas más renombrados de la filmografía gala: Juliette Binoche y Vincent Lindon. Cuenta también con las actuaciones de Grégoire Colin, Bulle Ogier, Mati Diop, Issa Peric y Hana Magimel.
Cuando se conocieron, Sara vivía con François, el mejor amigo de Jean. Ahora, Jean y Sara se quieren y viven juntos desde hace 10 años. Un día, Sara ve a François por la calle. Él no se da cuenta, pero a ella le invade la sensación de que su vida podría cambiar repentinamente. Al mismo tiempo, François retoma el contacto con Jean por primera vez en años y le propone volver a trabajar juntos.
Desde ese momento, todos perderán el control.
Reproducimos la entrevista con la directora que nos ha facilitado la distribuidora Caramel films.
Esta es la segunda vez que trabajas en un guión con Christine Angot desde «Un sol interior» en 2017.
Sí, pero esta vez trabajar con Christine ha sido diferente. No empezábamos de cero. Estábamos adaptando Un tournant de la vie, una de sus novelas. Otra diferencia considerable es que este proyecto cobró forma durante el comienzo de la pandemia. Como estábamos encerradas, bajo arresto domiciliario, como la mayoría del mundo, Christine y yo decidimos trabajar en algo. Resulta extraño decirlo, pero es la pura verdad: esta película existe gracias al confinamiento.
¿Cómo trabajáis juntas?
Christine es bastante taciturna y yo soy más bien ansiosa. En algunos momentos, el choque de nuestras personalidades fue explosivo. Como en una pila en la que el polo positivo y el polo negativo hace que salten chispas. El proceso de escritura fue muy animado. Avanzábamos sin parar, todo ocurría de forma rápida. No hubo inercia y sí mucha alegría. Christine me hace reír muchísimo. Siempre está abierta al humor.
¿Nos puedes resumir «Fuego»?
Es una historia sencilla: Sara y Jean viven juntos como pareja. Un día, por casualidad, Sara ve a François, un antiguo amante. Pero tanto en la novela como en la película, esta simplicidad es engañosa. Es una forma de destruir los clichés.
¿Qué clichés?
Los clichés sobre patrones de comportamiento que todos conocemos: el ménage à trois, la mujer dividida entre dos hombres y que sufre, etc. Con Christine no había ningún peligro de que pudiéramos caer en esos tópicos. Es una línea muy fina, y la película es esa línea, un ejercicio de equilibrio, un paseo por la cuerda floja. Para mí, un guion es como arcilla blanda que se va moldeando poco a poco. Siluetas saliendo de la niebla que empiezan a moverse, a hablar, a tomar forma…
Los tres protagonistas viven en el presente y nunca nos revelan mucha información sobre su pasado.
Eso está hecho a propósito, por supuesto. Sara trabaja en Radio France Internationale, RFI, una emisora francesa de servicio público que cubre noticias de todo el mundo. Para mí es importante que Sara escuche voces de todas partes que le dicen que las cosas no van bien. También dice, casi como si se tratara de un comentario aparte, que siempre ha amado y siempre amará al padre de su hija. Aunque forma parte de su pasado, no se olvida de que también es madre. Sabemos que Jean no tiene trabajo, que ha estado en la cárcel, que solía jugar al rugby y que ahora está luchando por volver a trabajar.
También intenta volver a relacionarse con su hijo Marcus, que vive con la madre de Jean. Puede que François sea un matón, o tal vez busca venganza. Son muy pocos detalles, pero creo que son suficientes. De esa forma permiten a los espectadores usar su imaginación.
Una película es como una casa. Cuando construí esta no necesité añadir más habitaciones para hacerla habitable. La textura de los personajes no reside en sus biografías. Reside en el presente. Su presente es fugaz -unos días en París en invierno- y basta para desencadenar la tormenta de sentimientos que los dejará desolados. Por eso hay pocas escenas exteriores. Su interioridad hace las veces de una exterioridad un poco misteriosa. Son como extraterrestres teletransportados fuera de sus hábitos.
«Fuego» también es un medio para reencontrarte con actores con los que ya has trabajado: Juliette Binoche (Sara), Vincent Lindon (Jean) y Grégoire Colin (François).
Fue un reencuentro maravilloso. ¡Juliette Binoche puede hacer de todo! Comedia, como en “Un sol interior” y, en este caso, una película con una trascendencia trágica. Ella es muy valiente. Se enfrenta a todo a cara descubierta, supera cualquier desafío. No finge. Es algo orgánico. Juliette es idéntica a Sara: hermosa, rebelde, llena de amor y tenacidad.
Vincent Lindon me regaló su faceta masculina que también es suave y reconfortante. Una vez que confía en su personaje, lo da todo. Su Jean está desesperado pero no parece ridículo cuando, por ejemplo, habla de por qué le gusta el supermercado. Encarna cierta delicadeza y fragilidad. Me gusta mucho una de sus escenas cuando sale al balcón a fumarse un cigarro. No hacen falta palabras: su deseo de fumar no debe apestar la vida de los demás.
Grégoire Colin encarna otro tipo de masculinidad. Tenía muchas ganas de volver a filmar su cara de lobo. Su personaje, François, es intuitivo, un pícaro que se juega la vida como si estuviera en un casino: apuesta todas sus fichas al negro, al rojo, vuelve a empezar y ya veremos qué pasa… Para él, la emoción del juego es más importante que ganar.
¿Qué tienen en común estos tres actores?
Más allá de la ficción de la película, lo que me une a cada uno de ellos es que nos hemos seguido queriendo. Nunca nos hemos alejado. Todos los actores me murmuraban: “Ese es mi personaje. Lo amo y quiero que tú también lo ames”. Por supuesto, podemos hablar de vestuario, peinados, decorados y cómo bloquear las escenas. Pero lo único que no puedo negociar con ellos es su compromiso. Una vez que están aquí, lo invaden todo. ¡Y es una invasión maravillosa! Gustan a todo el mundo. Y eso también se aplica al resto de los actores: Mati Diop, Bulle Ogier. Insistí en que formaran parte del proyecto. Los necesitaba. Me dieron confianza, me señalaron otras puertas, más libres, más personales, por las que podía acceder a la película.
Ha sido la primera vez que trabajas con el director de fotografía Eric Gautier. ¿Dónde decidisteis situar al personaje?
Conozco a Eric Gautier desde hace años, pero no habíamos tenido la oportunidad de trabajar juntos. El pacto que hicimos fue que ambos nos acercaríamos lo más posible a la intimidad de este trío. Puede ser muy incómodo acercarse a tanta intimidad. Pero estábamos rodando en un piso relativamente pequeño. Eso permitió que Eric y yo nos acercáramos aún más a ellos. Y durante una sesión de rodaje nocturna en la que Sara y Jean tienen una gran pelea, nos impactó tanto su pelea que todos nos fuimos a casa pálidos y destrozados.
¿El personaje de Sara encarna una especie de libertad?
El deseo masculino no es malo, pero puede que el deseo femenino sea mejor. Tienen derecho a los mismos lapsus que los hombres. ¿Adulterio? ¿Traición? Ese vocabulario convencional de la conyugalidad burguesa no me gusta nada. Sara no es una mujer sumisa ni tampoco una víctima. Se abandona a su deseo, pero no con nadie en particular. No con el compañero con el que vive, ni con su amante de paso.
Se necesita mucha suerte para encontrarse con un antiguo amante. No es algo que ocurra todos los días. Sara le da una oportunidad, tira una moneda al aire en un peligroso juego de cara o cruz. Al final, a ella no le importa de qué lado cae la moneda. Para ella, la vida es una aventura, un arma de doble filo, como el título de la canción que Stuart Staples compuso para la película (Both sides of the blade): Ambos lados de la hoja.
*NdP