La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, no participó ayer en la mesa redonda sobre violencia y terrorismo en las ciudades, que se celebraba en Madrid. Aunque no se dijo de manera oficial, se ausentó para participar en el fin de la campaña electoral de las trascendentales elecciones presidenciales de este domingo en Francia. Pocas horas después de su llegada a París, tuvo que hacer frente a un nuevo ataque terrorista en su ciudad. No le debió pillar por sorpresa, porque incluso los ciudadanos de a pie reconocen que, desgraciadamente era bastante previsible. «Esperaba que pasase en algún momento, coincidiendo con las elecciones», dice Didier, un parisino de 37 años. Martine, otra ciudadana francesa, declara que «esperábamos algo así».
Desde hace más de una década el terrorismo islamista es la violencia más preocupante de las ciudades en Europa, aunque es en Oriente Medio donde más víctimas provoca. Sacude a las ciudades, las trastoca, y los terroristas las utilizan como gran altavoz de sus acciones. Anne Hidalgo, junto con la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, habían potenciado el Foro Mundial sobre las Violencias Urbanas y Educación por la Convivencia y la Paz, tras los atentados de París en noviembre de 2015. Se trataba de crear un lugar de debate para analizar las diferentes ramificaciones de la violencia en las ciudades, -de género, juvenil, de grupos mafiosos o de terrorismo-. Todas estas variantes, en mayor o menor medida, son comunes en todas las urbes, aunque difieren según los continentes.
En la reunión de ayer en la capital española, no estuvo la alcaldesa de París, pero sí sus colegas de Bruselas, Berlín o Madrid. Capitales europeas que han sufrido ataques terroristas en la última década. No tienen recetas, aunque creen que combatir el terrorismo islámico pasa por la integración, diagnóstico y prevención. Los ediles piensan que muchos de los autores de estos ataques son jóvenes de origen musulmán, que «no han acabado de encontrar su identidad». El alcalde de la capital belga, Yvan Mayeur, resalta que «estos jóvenes no conocen la religión musulmana, han crecido en nuestras ciudades, pero rechazan la sociedad occidental, y buscan una identidad». La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, se muestra asombrada porque«demuestran un enorme desprecio por su vida… son personas que no tienen miedo» y por eso, dice, tampoco les sirve el sistema penal habitual, que utiliza el miedo para prevenir la violencia.
El responsable de interior del ayuntamiento de Berlín, Andreas Geisel, aboga por una cooperación entre ciudades y rechaza cerrar las fronteras, porque «sería un error». «Hay que buscar prevención, diálogo y cooperación entre ciudades», insiste el político alemán. En relación al ataque de navidad del año pasado en la capital alemana, ha dicho que «durante un breve periodo de tiempo, hemos vivido en estado de shock, pero hemos visto que ellos quieren condicionar nuestra forma de pensar, de vivir y no podemos dejarles que ganen la batalla. Por eso vamos a actuar de un modo sereno, viviendo como hemos hecho hasta ahora». Geisel ha destacado que vivimos en sociedades libres y esa libertad supone una fragilidad, somos sociedades atractivas y democráticas. «Los partidos de extrema derecha piden que establezcamos fronteras, pero eso es erróneo en una Europa unida y un mundo más global, la solución pasa por la cooperación entre las ciudades».
Las ciudades no son responsables de la seguridad interior, una competencia que es gubernamental, y piden participar en las decisiones políticas en esta materia, recordando su importante papel en la prevención social. A lo largo de la última década, la Comisión Europea ha potenciado el proyecto «Ciudades contra el terrorismo», destacando que las amenazas terroristas son diferentes y tienen distinta repercusión, si son capitales de Estado, ciudades medianas, urbes fronterizas o localidades con instalaciones estratégicas.
En 2015, la consultora Verisk Maplecroft, realizó un estudio en 1.300 ciudades del mundo para saber el riesgo que tenían de sufrir un atentado terrorista. En aquel año Bagdad, que había sufrido unos 380 ataques terroristas, era la más peligrosa. Había 64 ciudades que tenían un«riesgo extremo», estaban en Afganistán, Somalia, Yemen, Libia, Israel, Kenia, Nigeria o Pakistán. El atentado en enero de ese año en París contra la revista «Charlie Hebdo», había aumentado el riesgo de la capital parisina, que desde entonces se ha convertido en la ciudad europea más golpeada por este tipo de ataques.
Las ciudades concentrarán el 70% de la población mundial en 2050, y la violencia en sus múltiples variantes como el terrorismo, las banda juveniles, la violencia de género, escolar o deportiva, es el gran reto del siglo XXI. Las violencias, recuerdan los organizadores del Foro, se dividen en tres categorías que están interrelacionadas y se realimentan: violencia directa, cultural y estructural. Esta última genera desajustes sociales, produce marginación, miseria, exclusión y expulsión de la vida cotidiana de personas, grupos humanos y barrios enteros. Las ideologías, creencias y universos simbólicos conforman la violencia cultural, mientras que la violencia directa es la más amplia y va desde las violencias machistas al crimen organizado.
Durante estos días se han presentado unas 400 iniciativas para abordar la educación por la paz y reducir los altos índices de violencia que viven las zonas urbanas del mundo. En el Foro, que podría tener una periodicidad bianual, han participado unos 70 alcaldes, como los de Roma, Bruselas, Lisboa, Estrasburgo, Montreal, Tripoli, La Paz o Durban. Los ediles no han querido olvidar a los millones de víctimas en el mundo que sufren los efectos directos de los diferentes tipos de violencia urbana. Manuela Carmena recordó que lo importante es que «las víctimas deben sentirse arropadas», aunque la verdad, se habló poco de ellas.