«Por un cine imposible. Documental y vanguardia en Cuba (1959-1979)»
Museo Reina Sofía, Madrid, hasta el 9 de julio de 2016
El Museo Reina Sofía presenta este ciclo dedicado al movimiento documental cubano en torno a la Revolución, un episodio de la vanguardia en América Latina habitualmente ignorado. Unido al impulso de mostrar una realidad nueva y repensar la función pública de la imagen, el documental en Cuba fusiona el registro fáctico con la estética de choque y la agitación del montaje, produciendo un manifiesto visual irrepetible. El programa, con formatos originales procedentes del ICAIC, se articula en diálogo con la exposición retrospectiva que el Museo dedica al artista Wifredo Lam (del 6 de abril al 15 de agosto de 2016).
En 1959, la realidad cubana cambia radicalmente con el triunfo del movimiento revolucionario. Una de las consecuencias en la escena artística de la isla es el nacimiento de un nuevo cine en el que el documental juega un papel central. Apenas una década después, Julio García Espinosa, figura de referencia de la producción cinematográfica, escribe un manifiesto titulado Por un cine imperfecto. En esta reflexión sobre la práctica del cine revolucionario, sostiene que las imperfecciones de un cine de urgencia de bajo presupuesto que busca generar un diálogo público son preferibles al brillo de las grandes producciones que simplemente anulaban y cosificaban al público. Esta tesis, planteada en una de las piezas más destacadas del ciclo, Tercer mundo, tercera guerra mundial, rodada en Vietnam en 1968, queda demostrada en la corriente experimental que atraviesa a muchas otras de las películas incluidas también en el programa.
El nuevo documental que surge en Cuba en los años sesenta implica una paradoja: es el momento de la aparición de las nuevas cámaras de 16mm sincronizadas, que favorecen la estética revolucionaria del cine directo y del cinéma vérité en los países metropolitanos, pero no en Cuba, donde el nuevo instituto de cine, el ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos), está atascado en los 35mm. No obstante, los cineastas aprenden pronto a superar y trabajar con esas limitaciones, motivados por el contexto convulso y cambiante que les rodea. La Revolución desata un frenesí de proyectos, con nuevos creadores que salen a las calles entusiasmados por narrar la actualidad, creando un terreno fértil para un género en convulsión.
En el núcleo de este ciclo encontramos a Santiago Álvarez, conocido como el Dziga Vertov cubano, quien transforma rápidamente el Noticiero semanal del que estaba a cargo. En lugar de mostrar una secuencia arbitraria de elementos inconexos, los une en un discurso político, o los convierte en documentales monográficos, que luego continúa en filmes más extensos. El público acude en masa a ver su sátira política, centrada en un montaje rápido e inmediato, normalmente dirigida contra el expansionismo norteamericano, precisamente en un momento en el que el documental parece desaparecer de las pantallas de cine metropolitanas. Álvarez también hace de estos noticiarios una escuela para cineastas jóvenes, con la que les enseña a crear películas de manera veloz y barata, aprovechando los materiales que hubiese a mano. Rápidamente el recurso del metraje encontrado se hace popular entre los documentalistas.
Como contrapunto a este cine, el programa incluye una selección de filmes realizados en Cuba por cineastas extranjeros llegados durante los primeros años de la Revolución. Casos como el de Joris Ivens, que acepta entusiasmado una invitación del ICAIC para rodar dos películas, y otros, como Chris Marker y Agnès Varda, que ruedan por decisión propia testimonios puntuales de solidaridad.
Con todo ello, se busca presentar un movimiento ignorado en las historias de la vanguardia, pero fundacional en la transformación crítica del documental en un medio que negocia con un momento histórico clave y examina sus propios límites y posibilidades.
El ICAIC invitó a cineastas extranjeros simpatizantes de la Revolución a realizar estancias de trabajo, una de cuyas consecuencias será el intercambio entre la vanguardia internacional y la joven experiencia fílmica cubana. El más importante de ellos fue Joris Ivens, quien decide filmar a la Milicia Popular, no al Ejército Rebelde, con el fin de retratar el carácter eminentemente popular de la Revolución. La confrontación bélica de Historia de una batalla, de Manuel Octavio Gómez, es la campaña de alfabetización de 1961. La película entremezcla manifestaciones masivas, el Che Guevara en la ONU y los acontecimientos de Playa Girón para ejemplificar el juego de fuerzas sociales y políticas en el que se enmarcaba la campaña por la educación. Ciclón, de Santiago Álvarez, es un noticiario cinematográfico sobre el paso de un devastador huracán por la isla y las subsiguientes operaciones de rescate. Combinando las secuencias rodadas de forma simultánea por una multitud de cámaras ubicadas en diferentes lugares, Álvarez comienza a superar el formato tradicional del noticiario cinematográfico. Now es un homenaje al movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos y una proeza del montaje, ya que utiliza metraje encontrado para crear la puesta en escena de una canción protesta prohibida, interpretada por la cantante de jazz Lena Horne.
Salut les cubains, de Agnès Varda, es una película subjetiva compuesta por instantáneas seleccionadas entre miles de fotografías tomadas por la cineasta en su visita de 1962-63, combinadas con música cubana y breves comentarios. La cineasta definió el filme como «socialismo y chachachá». Ella, realizada por el veterano cineasta danés Theodor Christensen, es la primera película producida por el ICAIC para abordar el tema de la posición de la mujer en el marco de la Revolución. Sara Gómez, destacada representante de la intelectualidad negra, fue la primera cineasta femenina en dejar su impronta en el cine cubano. Iré a Santiago es un viaje, que sigue el estilo de la escuela de free cinema, sobre un lugar donde «mulato es un estado de ánimo». Y tenemos sabor es un recorrido por la exótica gama de instrumentos de percusión utilizados en la música cubana y los orígenes de estos: claves, cucharas, maracas, bongós, güiros (hechos con calabazas), cencerros, quijadas de caballo. Gómez era música de formación y su montaje sincopado captura la rítmica cruzada de la música, sirviéndole de contrapunto.
Una isla para Miguel, de Sara Gómez, es el segundo volumen de la trilogía que la directora dedica a la Isla de Pinos, un compasivo estudio sobre un joven de una familia monoparental que ha sido enviado a un campo de reeducación. La franqueza del filme abandona los marcos ortodoxos, mostrando una aproximación compleja a la marginación social. Tercer mundo, Tercera Guerra Mundial ejemplifica la opinión de su director, Julio García Espinosa, para quien resulta «imposible cuestionar una determinada realidad sin cuestionar primero el género que eliges para mostrarla». Se trata de una película tan didáctica como consciente de sí misma, compuesta por toda una serie de recursos, técnicas y estilos documentales. Filmada en Vietnam del Norte, comienza como un documental político para abandonar progresivamente las convenciones del género: tras la narración histórica, los testimonios de gente corriente en silencio dan paso a un itinerario de viaje por la destrucción, con la intervención y rodaje directo de los propios vietnamitas, un auténtico paradigma del cine imperfecto.
Esta sesión muestra en una serie planteada en tres partes la creciente variedad de temáticas y la evolución de la mirada de este movimiento documental. Gente en la playa, a cargo de Néstor Almendros, es escuela free cinema en estado puro. Sin comentario y con sonido ambiente sin sincronizar, la película es un retrato espontáneo de familias haciendo cosas típicas de una familia en la playa. El subtexto es que esta abigarrada mezcla de negros, blancos y mulatos no habría sido posible antes de la Revolución, cuando la gente de color tenía el acceso vedado a las playas de la isla. Hombres del cañaveral, de Pastor Vega, es un simple día en la vida de una brigada de trabajadores voluntarios urbanos en la cosecha de la caña de azúcar. El filme refleja el debate ideológico sobre las cualidades morales del trabajo en una sociedad revolucionaria, pero sin mostrar rastro alguno de la estridente propaganda del panfleto político. Dos películas de José Massip culminan la sesión. Guantánamo muestra la base naval estadounidense rodada desde el punto de vista de los cubanos de la ciudad vecina y ejemplifica la corriente experimental de mediados de la década. Madina-Boe representa otra faceta importante de la ideología de la Revolución: la solidaridad con los movimientos de liberación africanos.
Se proyectarán tres películas de Santiago Álvarez, en las que su característico trabajo de montaje, apropiación y sátira va cobrando forma. Cerro Pelado toma su título del nombre del barco que trasladó a los deportistas cubanos a los décimos Juegos Centroamericanos y del Caribe, celebrados en 1966 en San Juan, Puerto Rico. Al tratarse de una colonia norteamericana, Estados Unidos intentó evitar la participación de la delegación cubana. Se trata de un amplio reportaje con escasos comentarios e incluye una de las señas distintivas de Álvarez: el uso de la música para conseguir un mordaz efecto satírico. Hanói, martes 13 se rodó durante el primer viaje del cineasta a Vietnam del Norte. Este filme es un antirreportaje sutil y poético que desarrolla una estructura de interrupción y reanudación para capturar la experiencia de vivir en medio de una guerra. Hasta la victoria siempre es el epítome del cine urgente y de historia a la vez. Fue realizada en 48 horas de trabajo sin interrupción, como respuesta a las traumáticas noticias de la muerte del Che Guevara en Bolivia.
Por primera vez es una declaración de amor al cine. Muestra el trabajo de un cine móvil que, con influencia de las Misiones Pedagógicas de los años 30 en España, lleva las películas a una aldea remota por vez primera. En Nuestra olimpiada en La Habana, la Olimpiada en concreto es un torneo internacional de ajedrez en el que José Massip presenta a Fidel Castro como otro jugador más de ajedrez, una figura familiar y extraña a la vez. El ICAIC dedicaría un creciente número de documentales a la exploración de la cubanía, la identidad mestiza de la isla. Acerca de un personaje que unos llaman San Lázaro y otros llaman Babalú entra en la categoría del cine encuesta, con una investigación antropológica sobre la festividad de un santo que simboliza el sincretismo de las creencias religiosas cubanas. En la otra isla es una de las películas más sobresalientes de Sara Gómez. Se trata de un conjunto disperso de retratos individuales de los habitantes de la Isla de Pinos, en los que comentan sus historias y reflexiones al tiempo que abordan un tema como el racismo, tabú para muchos cineastas de la época.
Hablando del punto cubano, de Octavio Cortázar, es un ejemplo fascinante del giro del documental cubano hacia la música.
Hombres de Mal Tiempo, realizada por el argentino Alejandro Saderman, es una meditación fílmica sobre la representación de la historia, en la cual se reúne a cinco veteranos centenarios de la guerra de independencia para que compartan sus recuerdos e instruyan a los actores a la hora de escenificar la experiencia. LBJ, de Santiago Álvarez, es pura sátira política. Una asombrosa pieza de montaje visual y musical realizada a partir de metraje encontrado, sin narración ni mensaje explícito. Despegue a las 18:00, también de Santiago Álvarez, anuncia su intención en los títulos de crédito: «una película didáctica, informativa, política y panfletaria sobre un pueblo en revolución, ansioso y desesperado por encontrar una salida a la atroz herencia del subdesarrollo». En Café Arábiga, Nicolás Guillén Landrián representa un contrapunto a Santiago Álvarez. El montaje, la remezcla textual-sonora con los Beatles y la poesía de Nicolás Guillén y la abstracción de los intertítulos se alejan de la sátira política para aproximarse a un proyecto sutil y poético. Para acabar la sesión, la Isla del Tesoro, de Sara Gómez, es una breve pieza que yuxtapone el Presidio Modelo, donde Batista encarceló a Fidel, y la producción de cítricos que acaban etiquetados como «Pomelos de la Isla del Tesoro. Producto de Cuba».
En 79 primaveras Santiago Álvarez rinde un tributo lírico a Ho Chi Minh. El título hace referencia a la edad del líder vietnamita en el momento de su muerte y se trata de uno de los documentales biográficos más atípicos en la historia del cine. El funeral se presenta acompañado de la música de Iron Butterfly y algunos fotogramas de la película estallan en llamas en la misma pantalla.
La primera carga al machete, de Manuel Octavio Gómez, se sitúa entre el documental y el acontecimiento. Cercano en tiempo y método a Peter Watkins, Gómez filma una famosa batalla de la Guerra de Independencia de 1868 como si fuera un moderno reportaje documental, completado con entrevistas a los contendientes de ambos bandos. En el filme, que forma parte de una serie de producciones del ICAIC para conmemorar las guerras de independencia contra España, Gómez se decanta por un enfoque totalmente experimental, tanto en lo visual como en lo narrativo. El resultado es todo lo contrario del cine histórico convencional, cuya grandilocuencia resultaba insoportable para Gómez.
Rodada para la cadena ABC por los pioneros del cinema verité Richard Leacock y Albert Maysles, dirigidos por Robert Drew, Yanki No! examina las actitudes de los latinoamericanos hacia Estados Unidos y concluye con un llamamiento a una mayor colaboración con América Latina. La película difundió por vez primera a Fidel Castro entre el público norteamericano, si bien acabaría plegándose a los designios de la televisión comitente. La Bataille des Dix Millions fue la segunda película de Chris Marker en Cuba, nueve años después de ¡Cuba Sí!, cuyo lírico elogio de la Revolución Cubana provocó que fuese censurada en Francia. El mismo cineasta la retiraría de circulación sin estar claros los motivos, si bien nos dejó esta segunda película, menos efusiva y más analítica. El filme se centra en el fracaso del audaz llamamiento de Fidel a conseguir una zafra de diez millones de toneladas de azúcar. El documental se compone de una mezcla de imágenes prestadas, en su mayoría procedentes de Santiago Álvarez. En su día fue un eficaz instrumento de contrapropaganda y en la actualidad el filme nos ofrece un testimonio notable de Cuba una década después de la Revolución, cuando el país intentaba maniobrar contra los vientos y corrientes de la Guerra Fría.
¡Viva la República! hace por la prehistoria de la Revolución Cubana lo mismo que Esfir Shub había hecho en su momento con los orígenes de la Revolución Rusa, a través de su gran documental de montaje La caída de la dinastía Romanov (1927). Vega tiene a su disposición el archivo completo del cine cubano desde sus inicios, cuando el nacimiento del cine coincidió con los capítulos finales de la Guerra de Independencia de Cuba. Las imágenes de actualidad con escenas de dicha guerra fueron tomadas por cámaras de la Compañía Edison. La película analiza esta historia paso a paso mediante viejos noticiarios, fotografías y viñetas políticas en un tono irónico y por momentos divertido, jugando con trozos de metraje encontrado.
Girón es un docudrama tremendamente original sobre la frustrada invasión norteamericana de Bahía de Cochinos de 1961, donde se deconstruye la representación cinematográfica convencional del heroísmo. La película combina imágenes de archivo, entrevistas, escenificaciones y narración en off para tejer un relato de lo ocurrido en el que quienes dan cuenta de los hechos no son expertos, analistas y líderes, sino personas normales que en su momento participaron en los acontecimientos y luego regresaron a sus vidas. Todas estas características reciben una dimensión amplificada al filmarse en el formato de pantalla panorámica, propio del género bélico, con el efecto de subvertir el modo dominante del cine como espectáculo. Los testimonios están grabados en las localizaciones reales y la película reconstruye las historias detrás de sus protagonistas mientras estos hablan. La diferencia entre documental y escenificación no se oculta, sino que más bien se realza, siendo el resultado es la deconstrucción del imaginario del cine bélico.
Museo Nacional de Arte Reina Sofía, Madrid, hasta el 15 de agosto de 2016
Paralelamente al ciclo de cine cubano, en la primera planta del Edificio Sabatini, del MNCARS, se expone una parte de la obra de Wifredo Lam, que ya ha visitado el Centre Pompidou, y tras Madrid se podrá ver a partir del 14 de septiembre, en la Tate Modern de Londres.
Iniciador de una pintura mestiza que unía modernismo occidental y símbolos africanos o caribeños, Wifredo Lam (Sagua La Grande, 1902 – París, 1982), se codeó con todas las vanguardias del momento, afrontando también los problemas del mundo. Su obra profundamente comprometida, exploradora de diversidad de expresiones y de medios, desde la pintura al dibujo, del grabado a la cerámica, persigue el mismo combate que su amigo Aimé Césaire: “pintar el drama de su país, la causa y el espíritu de los Negros”. Lam tomó consciencia desde muy joven de la cuestión racial y de sus implicaciones sociales y políticas en Cuba, en Europa y, más adelante, en Estados Unidos. Asociado a diversos ambientes nacionales, sociales y culturales, siempre mantendrá una postura distante, sin caer en los papeles ni las proyecciones de identidad que le imponen, con buena voluntad, amigos y admiradores. Lam inventó un lenguaje propio, único y original para defender la dignidad de la vida y la libertad.
La exposición vuelve sobre la génesis de su trabajo pero también sobre las diversas etapas y condiciones de la recepción e integración progresivas de una obra pacientemente construida entre España, París-Marsella y Cuba. Traza la singular trayectoria del artista a través de alrededor de doscientas cincuenta obras –pinturas, dibujos, grabados, cerámicas– completada con más de trescientos documentos –cartas, fotografías, revistas, libros–. Este vasto material ilumina el contexto de su trabajo y de su pensamiento, deteniéndose en sus años en España (1923-1938), en los sorprendentes grabados de los años sesenta y setenta y en sus colaboraciones con los más destacados escritores de su tiempo, así como en las obras capitales creadas a la vuelta a su Cuba natal (1940-1950), y, en definitiva, muestra una vida comprometida dentro de un siglo agitado.