En Granada, en el corazón del Albaicín, junto a la muralla que se alza imponente, se encuentra la Fábrica de Fajalauza, un lugar donde se respira la historia en cada rincón. Más que una simple fábrica, es un museo viviente que guarda siglos de tradición cerámica, un legado colectivo que se inició en la época mozárabe y que ha sobrevivido a guerras, crisis y el paso implacable del tiempo.
La historia de Fajalauza es la historia de una familia, los Morales, que durante generaciones han dedicado su vida a la elaboración de la cerámica granadina. Un oficio que desde 1640 se ha transmitido de padres a hijos y de tíos a sobrinos, manteniendo viva una tradición que se ha convertido en un símbolo de identidad cultural de Granada.
El lugar escogido para su ubicación era ideal porque está sobre una colina donde el agua, mezclada con el barro, cae por gravedad desde la parte más alta hasta llegar al final de la muralla. Allí no molestaba a los vecinos, pero sobre todo, estaba conectada a una vía importante de comunicación por la que se sacaba la producción hacia Murcia, Almería y el resto de la costa sur.
La fábrica, tal y como la conocemos hoy, es el resultado de la pasión y el esfuerzo de Chemi Márquez, un sobrino del último propietario, Cecilio Morales Moreno, quien -con cien años-, falleció en 2022. Ante la amenaza de que la fábrica se perdiera para siempre, Chemi y otros miembros de la familia decidieron crear la Fundación Fajalauza, con el objetivo de preservar este legado y abrirlo al público.
Premiada con la medalla de plata en la Exposición Universal de Bruselas en 1910, más de 67 alfareros Morales han trabajado y transmitido su conocimiento desde 1517.
Su experiencia en la artesanía nazarí ha servido para rehabilitar el paño de azulejos del Patio de los Arrayanes del palacio de la Alhambra, el zócalo de azulejos del patio principal del Ayuntamiento de Granada, la construcción de las azulejerías al completo del chalet de los Reyes de Bélgica en Motril o el edificio de las oficinas del puerto de esa misma ciudad.
La Fundación ha emprendido una labor titánica de recuperación y restauración de la fábrica, rescatando un espacio que se encontraba en un estado de abandono total. Toneladas de basura, maquinaria oxidada y la amenaza de la ruina se interponían entre la fábrica y su renacimiento.
Gracias a este esfuerzo, ha recuperado su esplendor original. Se han restaurado las antiguas puertas, el horno medieval, la acequia que abastecía de agua a la fábrica y la maquinaria que se utilizaba para la elaboración de la cerámica.
La visita a la Fábrica de Fajalauza es un viaje al corazón de la cerámica granadina, abarcando la elaboración de azulejería artística y loza y vajillería vidriada, decorada en estilo granadino. Especializados en el vidriado estannífero (a partir del estaño), utilizan colores azules y verdes, decorados con motivos vegetales, donde no pueden faltar las granadas.
El visitante disfruta de todo el proceso, desde la extracción del barro hasta la cocción en el horno, admira las piezas antiguas, algunas de las cuales datan de la época romana, y aprende sobre la historia de esta porcelana originada en la ciudad andaluza.
Allí se respira la pasión por la artesanía. Los trabajadores, muchos de ellos descendientes de antiguos ceramistas, siguen utilizando las técnicas tradicionales para elaborar piezas únicas.
La Fundación Fajalauza no solo se dedica a la conservación del legado de la cerámica granadina, sino que también se esfuerza por difundirlo. Se organizan visitas guiadas, talleres de cerámica, conciertos y eventos culturales.
Es un lugar donde la historia se fusiona con el presente. Un espacio donde la tradición se abre al futuro, un poco incierto, para que la artesanía se convierta en arte y la pasión por la cerámica se contagie a todos los que la visitan.
La visita a la fábrica es un viaje al pasado. Se puede observar el horno medieval, donde se cocían las piezas a 1.000 grados durante 24 horas, utilizando como combustible la aulaga, una planta que se recogía en un parque natural cercano.
En la parte inferior de los hornos se situaba la boca para introducir la leña. Se utilizaba aulaga, que se quemaba enseguida, por lo que había que estar echandola continuamente durante las horas que duraba la cocción para que el fuego diese el calor necesario.
Todavía es visible el único tramo que queda de la acequia de Aynadamar, que abastecía de agua a la fábrica y a toda Granada. Procede del río Beiro, que junto con el Darro, y el Monachil se unen a las afueras de Granada con el río Genil. Se dice que su origen se remonta a 1066 cuando la mandó construir el rey Badis, pero todo hace pensar que es de época romana o Altomedieval y fue terminada durante el reinado de Abd Allah ibn Buluggin.
Se pueden admirar las piezas antiguas, algunas de las cuales datan de la época romana, como los caños de agua, que se utilizaban para transportar agua sucia o limpia, dependiendo de la posición del conducto.
Este espacio es singular por muchas cosas, una de ellas la madera del techo, totalmente carbonizada por el humo. Curiosamente la mejor conservada es la más antigua porque está junto al horno, mientras que se conservan peor las tablas que están más alejadas y fueron instaladas a finales del siglo XIX. Eso es debido a que el humo y el calor mató a todos los insectos lo que evitó que se estropeara.
La Fábrica de Fajalauza no es un museo estático, sino un espacio vivo. Los trabajadores elaboran las piezas utilizando las técnicas tradicionales. También hay talleres para que los visitantes o participantes en cursos programados, realicen sus propias piezas y se organizan conciertos y eventos culturales.
La Fundación tiene un futuro esperanzador. Se está trabajando en la creación de un museo, que permitirá mostrar al público la historia de la cerámica granadina, y desarrollan programas educativos, para que los niños y jóvenes aprendan y conozcan e de la tradición de la artesanía nazarí.
Chemi explica que tienen documentos en los que se comprueba la estrecha relación que mantenían con la fábrica de pólvora El Fargue, que tenía canteras propias para sacar arena y cuando llegaban a una beta de barro, paraban y mandaban a un niño para que avisara a la alfarería y fueran a recogerlo. Los ceramistas sacaban el barro y cuando acababan la veta y llegaban a la arena, los trabajadores de El Fargue continuaban su trabajo y así hasta el infinito.
«Tenemos una carta muy historiada dirigida a la dirección de la Fargue donde se lee ‘estimados señores esperamos renovar la colaboración mutua todos los años», dice Chemi Morales.
Los responsables de la entidad buscan nuevas formas de difundir el legado de la cerámica granadina, a través de la colaboración con otras instituciones y organizaciones.
La Fábrica de Fajalauza es un lugar único, donde la historia, la tradición y el futuro se fusionan. Un espacio que nos recuerda la importancia de preservar el patrimonio cultural y transmitirlo a las futuras generaciones.
Esta es una de las propuestas culturales y de ocio que ofrece el hotel Meliá Granada para sus clientes top, una excelente opción para pernoctar en la ciudad. El establecimiento hotelero también utiliza esta cerámica en su decoración interior y que junto con el olor a azahar impregna al local de un ambiente más granadino.
Con 181 habitaciones, en la decoración se han incorporado murales de azulejos con mosaicos árabes de cerámica, detalles en tonos rosados y el uso de maderas, creando una atmósfera que rinde homenaje al estilo nazarí de la región.
Entre las principales novedades del renovado Meliá Granada se encuentra el exclusivo servicio The Level, el distintivo vip de la marca Meliá Hotels & Resorts. Este servicio, creado para los clientes más exigentes de la marca, incluye 71 habitaciones de categoría superior con atenciones personalizadas, así como el acceso al lounge privado y la terraza.
The Level Lounge ofrece una amplio mirador con impresionantes vistas a la Alhambra, la Catedral, los barrios del Albaicín, el Sacromonte y Sierra Nevada.
Por cierto, hasta el 20 de diciembre de 2024 Meliá Hotels & Resorts y Renfe colaboran para que los miembros del programa Más Renfe que presenten su billete de tren al hacer el “check-in” en uno de los hoteles Meliá, reciban sus Renfecitos habituales, 100 Renfecitos (Puntos Renfe) extra y 1.000 puntos MeliáRewards.
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